La experiencia boliviana en Santa Cruz, donde una consulta inconstitucional hizo salivar a las oligarquías americanas y al imperio que las sostiene, despertó las ganas de aplicar la misma receta en otros países del llamado “patio trasero”. Primero se llevó a cabo el acto ilegal y, una vez que se pagaron y dieron los vueltos, la derecha del altiplano siguió avanzando para aprobar, en el senado, la figura del referendo revocatorio propuesto por Evo Morales en 2007 y congelado por ese mismo senado.
Este es el problema de la reacción aquí y allá, que se engolosina con sus propias mentiras. Ahora juran que el montaje de Santa Cruz se puede repetir en el todo el país. Pensaron que presa del pánico, Evo Morales iba a salir a despotricar del referéndum para presidente y prefectos. Pues no, el líder indígena la agarró en el aire, aplaudió la decisión del senado y sólo le reprochó haberse tardado tanto para aprobar una proposición formulada por él mismo.
Santa Cruz no es Bolivia ni viceversa. En un referéndum legal, no son los empresarios ni las oligarquías las que van a contar los votos. Tampoco es posible presionar o chantajear a todos los bolivianos que concurrirán a las urnas. Estas urnas electorales serán el lugar de “resurrección” del Evo que los terratenientes pensaron “muerto” en el adefesio de Santa Cruz.
Pero el secesionismo, ese fantasma que hoy recorre los países de Latinoamérica, se ha desplazado del frío cordillerano de Bolivia a las calientes tierras zulianas. Allá abunda el gas; aquí, el petróleo. Para qué más. Los mecanismos de manipulación de la opinión se han activado y prenden rápido en una oposición que no logra zafarse de su vocación suicida, la misma que la condujo a los desastres de 2001, 2002 y 2003.
Los mecanismos de manipulación se dirigen a lo emotivo y estereotipado. Se avanza y retrocede. Se afirma y se niega. El Consejo Legislativo del Zulia coloca el punto de la autonomía en su agenda y, sin mayores explicaciones, lo retira. Es el típico globo de ensayo para pulsar las reacciones. Las pretensiones separatistas se maquillan y disfrazan con principios como el de la descentralización. Es el papel celofán de la desintegración territorial.
Otro mecanismo puntual es el de la banalización. Se descalifica a quienes denuncian el secesionismo y se hace chistes de que esto sea siquiera posible. Globovisión, dibujantes y cómicos de la derecha montan parodias de los crímenes de la CIA y Estados Unidos. Guantánamo, Irak y Afganistán son inventos de izquierdistas trasnochados. Las torturas en Abu Graib y en aviones-cárceles, elucubraciones de nostálgicos del comunismo.
En ese marco de burla y cinismo, trabajan el crimen y la traición a la patria; el separatismo y la secesión. Hace tiempo escribimos que a Venezuela le duelen sus fronteras. La causa la explica el poeta Andrés Eloy Blanco en su denuncia de 1941, cuando exclamó que “en una centuria perdimos la quinta parte de nuestro territorio sin disparar un tiro”. En unos casos, perdimos; en otros, una irresponsable clase dirigente lo entregó.
Cada vez que Globovisión haga chiste del secesionismo, prendan las alarmas. El Catatumbo es algo más que un relámpago y un río.
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