Tal como devienen los acontecimientos, el viraje de la revolución bolivariana no es hacia aquella radicalización revolucionaria anticapitalista que tanto se proclamó desde el Mapa Estratégico en el 2005, pasando por los primeros enunciados del Socialismo del siglo XXI, hasta arraigarlos en la amalgama ideológica del “socialismo bolivariano” (campaña electoral del 2006 y derrotado proyecto de reforma en el 2007). No, el viraje corresponde a un “reflujo revolucionario” que muchos analistas advierten. Luego del golpe de estado del 2002, y del referendo constitucional que ratificó a Chávez en la presidencia, parecía animarse una vasta corriente de “fuerzas con idearios socialistas” que tendían hacia la radicalización. Sin embargo, todo esto ha hecho implosión. En el diseño-proceso de la reforma constitucional se hizo evidente que no se tenía claridad ni visión compartida acerca de lo que significaban los trazos mínimos de una revolución que fuese al mismo tiempo, democrática y socialista. Por lo menos, en el trámite de la reforma, el protagonismo y la participación popular, se esfumó. Se evidenció la crisis del “modelo de socialismo” que se viene impulsando, y esto se arrastra hasta la actualidad (desde las tres RRR hasta la llamada “alianza nacional productiva”). Ni el socialismo burocrático (léase, la revolución rusa y sus satélites ideológicos) ni el populismo (léase, las variantes del nacionalismo revolucionario) han servido de modelos. Eso está claro. Pero tampoco servirá apelar a la gestión keynesiana, ni a las lecciones de Galbraith sobre una política económica, que es y será capitalista de todos modos. Escuchen bien, esa alianza productiva es y será: ¡capitalista de todos modos! Esta debilidad no se compensa con consignas, ni con amalgamas ideológicas. El socialismo no opera con nominalismos mágicos. Una piedra no se hace socialista, si la llamamos “piedra socialista”. Igual ocurre con las empresas, con las relaciones sociales, con las instituciones, Ministerios, etc. Se podrán llamar “socialistas”, pero esto no las hace efectivamente socialistas. Se requiere polémica teórica y debate revolucionario para salir del “reflujo” y del “nuevo curso hacia la derecha”, algo a lo cual parece ser alérgica la alta dirección política de la revolución. Por ejemplo, no es conveniente sacar un libro de Galbraith, uno de Stiglitz, y otro del Che, o de Mao; y pasar por un criterio mínimo de rigor, coherencia, congruencia y consistencia teórico-ideológica. Las amalgamas ideológicas entre “Economía y Subversión” de Galbraith y los “Apuntes críticos a la economía política” del Che, llevan a la confusión ideológica y a la desmovilización. No estimados, el keynesianismo no es socialismo, y esto alguien se lo tiene que decir a Chávez y a su enclave asesor. Suponer que la oferta productiva depende de la buena voluntad entre el capitalismo de Estado y los factores de poder económicos venezolanos me parece algo peor que una ingenuidad. El “reimpulso productivo” huele al parasitismo privado de la economía rentista. Una economía mixta keynesiana, que no toca un ápice la trama de las relaciones capitalistas del trabajo y de explotación es un simulacro de “revolución productiva socialista”. No es lo mismo una economía mixta de signo socialista, que una economía mixta de signo capitalista. ¿Cuál es la matriz de relaciones sociales que predominan en el proceso económico? ¿La socialista o la capitalista? Ya el instinto de clase lo ha advertido: "El 11 de junio la pequeña burguesía, hasta ahora hegemónica en el proceso, logró un triunfo restaurador, dio un fuerte estímulo a la propiedad no social de los medios de producción, y un duro golpe a la conciencia del deber social. Desde ese día, el país se ha visto conmovido por una ola de reformismo y restauración sostenida por este triunfo. El rumbo al socialismo sufrió un duro golpe.”(Documento: La clase obrera acepta el reto). A mi particularmente me han conmovido frases de la entrevista de Fruto Vivas como: “Siento que lo que hay es una gigantesca verborrea revolucionaria amparada por una gigantesca propaganda de revolución socialista”. Algo muy distinto a los Soviets+electrificación (Lenin dixit). Y todavía hay quiénes se extrañan del viraje hacia los intereses del gran capital nacional del 11 de junio. La revolución no está en una encrucijada crítica, como alguna vez dijera Edgardo Lander, sino en un extravío crítico. A grandes rasgos se percibe: a) la subordinación de la política económica, sectorial y global del Estado, a los intereses de la acumulación de diversas fracciones capitalistas, nacionales y transnacionales, enquistadas bajo modalidades patrimoniales y succionadoras de la renta y el presupuesto público, debilitándose la resolución de las demandas de las clases trabajadoras, subempleadas y del polo popular; b) el control y cooptación de personal político de la alta dirección de los órganos del poder constituido por intereses del gran capital; c) ideología de conciliación-pactos con factores de poder, pragmatismo, la renuncia a los principios éticos del socialismo revolucionario, reforzando la pasividad de la acción de masas y fomentando la corrupción; c) Desmantelamiento de la dirección colectiva y sustitución por una jefatura única, vertical y personalista; d) liquidación de la autonomía organizativa del movimiento sindical, gremial, estudiantil y en general de las organizaciones del campo popular-revolucionario, en aras de su ubicación como simples correas de movilización electoral, o para neutralizar “amenazas del imperialismo”; e) búsqueda de reacomodos en la política internacional ante los avances de la derecha en Europa y la coyuntura electoral en los EE.UU. En este cuadro, no se descarta una crisis de legitimidad revolucionaria en el campo bolivariano. Crisis que definirá el cuadro electoral de noviembre, y el futuro estratégico de la revolución.
Este arco de maniobra político, que ya Chávez ha ensayado, ha confundido a fuerzas sociales que imaginaron la tesis de una transición al socialismo que significaba en pocas palabras “ruptura revolucionaria”. Pero no es así, no habrá “ruptura revolucionaria” al final del túnel, solo erráticas escaramuzas. La razón básica. La tesis de la ruptura revolucionaria ha entrado en una crisis profunda desde el momento en que entró en bancarrota el modelo de transición al socialismo revolucionario dominante: el modelo bolchevique. ¿Dónde están las transformaciones revolucionarias de las relaciones de producción capitalistas que harán estallar por los aires todas las superestructuras burguesas y abrirán las compuertas al más amplio desarrollo de las fuerzas productivas? Pues en la gran alianza nacional productiva del 11 de Junio no están, obviamente.
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