Uno de los temas de
mayor relevancia en el seno de la multiforme izquierda consiste en clarificar
los “problemas de transición al socialismo”. A la luz de las experiencias
históricas de los “socialismos burocráticos”, el rigor teórico,
histórico y sentido crítico es cada vez mas urgente, dadas las obvias
implicaciones de política, estrategia y táctica, que llega incluso
a afectar procesos constituyentes y debates constitucionales en la coyuntura.
Hemos planteado que
la Revolución Rusa evidenció encrucijadas democráticas, donde el
desvarío jacobino-blanquista se apoderó de la dirigencia bolchevique.
Este asunto, analizado en contraste con los errores de diseño teórico-ideológico
del llamado “proyecto de reforma constitucional” en Venezuela, cobra
especial significación, ya que quienes incluyeron el enunciado “Estado
Socialista” en el proyecto (Art. 16 y 318) parecieran no comprender
el fondo y consecuencias del debate sobre las formas de gobierno y de
Estado en la “transición socialista”.
El desvarío autoritario
tiene que ver además con los cortocircuitos de la interpretación leninista
de los textos de Marx y Engels. El hecho de haber descuidado la relevancia
de estos cortocircuitos ha tenido consecuencias funestas en la cultura
y la acción política de la izquierda. El marxismo-leninismo, al igual
que la izquierda cesarista, se opone en muchos sentidos a Marx y se
vincula al imaginario blanquista-jacobino. Para esta izquierda despótica,
el valor democracia se considera una simple forma, una mascarada, un
elemento retórico, que puede ser instrumentalizado sin más, rompiendo
la articulación entre socialismo y democracia.
Sin embargo, no hay
Socialismo factible sin la revolución democrática. Siguiendo a Laclau-Mouffe
en su “Hegemonía y Estrategia Socialista”, hay que distinguir entre
quienes plantean una interpretación autoritaria de la hegemonía (de
lo jacobinos al estalinismo) de quienes realizan una interpretación
democrática del término hegemonía (inflexión de Gramsci de conquista
del una cada vez más amplio consenso en la transformación correlativa
de la “sociedad civil”: de la sociedad burguesa a la sociedad socialista).
Incluso de este contraste
surgen visiones que replantean el debate entre “hegemonía” o “contra-hegemonía”;
y en este último caso, plantear la ruptura con la biopolítica de la
separación absoluta entre gobernantes y gobernados. La democracia socialista
implica superar, rebasar, ir más allá del liberalismo democrático
(el socialismo a diferencia del fascismo en post-liberal, no antiliberal).
Este es el error básico de la izquierda despótica, anular la democracia
y las libertades para reforzar un patrón de regresión-vulneración
de derechos históricos fundamentales.
Por esto, la forma
de Estado de la transición al socialismo es una forma más avanzada
de Estado Democrático, no su sustitución por el enunciado “Estado
Socialista” de cuño marxista-leninista.
En cuestiones de formas
de gobierno y Estado, lo esencial es diferenciar el predominio de la
fuerza/coacción del consenso ético-cultural. Tan importante como reconocer
“quién gobierna” es saber “cómo gobierna”. Lenin pretendió
ejercer la voz hegemónica de la “Teoría del Estado Marxista”,
cuando en realidad fue la “Teoría Bolchevique del Estado”. Para
Lenin ser “marxista” era aceptar su propia interpretación de Marx.
Para Marx, el contenido
de todo Estado era la dimensión de “dominación de clase” (Dictadura),
pero la “forma de la dominación” es tan relevante como su contenido
de clase (Estado Bonapartista, Representativo). De allí la importancia
de la utopía concreta de la “extinción del Estado”, idea que el
estalinismo liquidó.
Marx fue un crítico
radical e implacable de la Burocracia, de Socialismo de Estado, del
Bonapartismo, y consideró al movimiento proletario como “el movimiento
autónomo de una inmensa mayoría en interés de una mayoría inmensa”
(nada de gobierno de minorías conspirativas). Para Marx y Engels, la
República Democrática era la forma de gobierno y de Estado indispensable
para la transición al socialismo.
Se trataba de radicalizar
la democracia, no de anularla. Cuando se monopolizó la dirección y
control de la “Democracia de Consejos” en la forma/partido, se liquidó
la democracia socialista. Allí se instaló aquella cadena de sustituciones
de masas = clase = partido = jefatura unipersonal, que terminó en la
identificación del Pueblo con la voz del Jefe Supremo, matriz imaginaria
y simbólica del despotismo. La democracia socialista (autogobierno+autogestión)
se sustituye por la autocracia pura: la tiranía personalista de Stalin.
De este modo, el culto extremo a los dogmas en la izquierda revolucionaria,
llevó a aceptar lo que Adam Schaff denominó las adulteraciones interpretativas
de Lenin.
Engels planteó sin
ambigüedades que la República Democrática era la forma de Estado
de la “dictadura del proletariado”, mientras Lenin en su texto “El
Estado y la Revolución” extrajo como conclusión otra línea de acción.
Engels (Crítica del
programa de Eufurt) dice: “Está absolutamente fuera de duda que nuestro
partido y la clase obrera sólo pueden llegar a la dominación bajo
la forma de la república democrática. Esta última es incluso la forma
específica de la dictadura del proletariado, como lo ha mostrado
ya la Gran Revolución francesa.”. Lenin adultera: "Engels repite
aquí, en una forma especialmente plástica, aquella idea fundamental
que va como hilo de engarce a través de todas las obras de Marx, a
saber: que la República democrática es el acceso más próximo
a la dictadura del proletariado.”(El Estado y la Revolución;
cap IV).
De un diminuto abuso
interpretativo se justificó posteriormente la liquidación del Estado
Democrático. Como nos recuerda Barbara Cassin (El efecto sofístico):
la lógica política descansa en el orden del decir y sus efectos de
poder. Frente a los ideologemas del socialismo burocrático, hay que
volver a enfatizar que no hay Socialismo factible sin profundizar la
forma de Estado Democrático, en una dirección que apunta al modelo
democrático participativo de organización de los consejos del poder
popular.
Es fundamental reconocer
que los consejos del poder popular son instancias de autogobierno, no
de subordinación a las visiones monolíticas verticales de las estructuras
de aparato-partido, ni a las estructuras burocráticas del Estado representativo
aún existente. Profundizar el Estado democrático para el nuevo socialismo
implica debilitar viejas instituciones y practicas de la vieja maquinaria
administrativa, sustituyéndolas por nuevas instancias y espacios de
poder, donde el poder popular organizado asuma nuevas tareas de dirección
política y de control de las actividades administrativas, de planificación
y de presupuesto (presupuesto participativo), en función de la mejora
sustantivamente de las condiciones materiales y ético-culturales de
vida de las multitudes populares.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:
Marx-Engels (1848): El Manifiesto Comunista.
Engels (1891): Contribución a la crítica del proyecto de programa socialdemócrata de Erfurt.
Lenin (1917): El Estado y la Revolución.
Laclau-Mouffe (1985): Hegemonia y Estrategia Socialista.
Schaff Adam (1983): El Comunismo en la Encrucijada.
Cassin Barbara (2008): El efecto sofístico
jbiardeau@gmail.com