La democracia representativa nos educó en la pasividad, en el conformismo, en el delegar, en la autoexclusión. Unos seudos líderes que se autodenominaban representantes como si la población fuera minusválida, incapaz de asumir su propia representación. El populismo es la manifestación de quien habla sobre el pueblo, de sus problemas e inquietudes sin conocerlos, siendo ajenos a ellos y muchas veces siento asco o lastima de él. Por los excluidos y la víctimas solo pueden hablar ellos mismos. Nadie sin ser excluidos o victimas puede hablar en nombre de algo a lo que no pertenece, no conoce a profundidad y por mas sensible que sea sólo tiene referencias. La ética del “Nosotros” en este caso es el reconocimiento a ese OTRO. Pero fundamentalmente contribuir en la posibilidad para que ellos mismos se expresen y participen. Bárcena y Mélich(2003):
Hemos dicho antes
que la víctima no puede hablar, y eso produce que otros
tomen la palabra en su nombre, y que se la apropien. Este
aspecto resulta sumamente peligroso y es, a nuestro juicio, lo
que una educación desde la mirada de la víctima
debería poder evitar. Quizás pueda
objetarse que esta posición resulta poética.(
p. 202) El momento justo es el instante en el que escuchamos
el silencio del otro cuya trágica mirada nos
atraviesa. El momento justo es el instante en el que captamos
la suma fragilidad de su grito , hurtado tantas veces y
sin posibilidad de poder denunciar el mundo, cuando
le escuchamos tanto en lo que dice como en lo que
no puede decir , en lo que es imposible de decir y, sin embargo,
expresa muestra .(p. 203)
No se trata de vanguardias revolucionarias o de intelectuales orgánicos o políticos populistas que hablan siempre de un pueblo al cual no conocen, al que siempre subestiman porque creen inferior y cuya reproducción de esta supuesta inferioridad es muchas veces mantenida porque esto legitima la existencia de estos quienes pretenden hablar en nombre de las víctimas. La condición de oprimido, explotados, excluidos, víctimas, reconocidas y a conciencia de muchos intelectuales y políticos de la izquierda garantiza su sostenibilidad. La desaparición de estas condiciones les haría perder sentido. Por ello de lo que se trata no es de representar sino de tener responsabilidad hacia los otros, sin lo cual la existencia del yo no tendría sentido. Existimos para los otros.
Conceptos como el papel del caudillo o de la vanguardia, simbolizan la supremacía de una élite sobre un colectivo incapaz de decidir su propio destino. Villega, A. (1993) señala:
El ejercicio
de la soberanía popular, el de que el pueblo se gobierne a sí mismo,
ha sido obstaculizado en América, no sólo por las dificultades
prácticas que implica ésta soberanía, sino porque los políticos,
los que podríamos llamar políticos profesionales, se han visto siempre
poseídos por una desconfianza hacia las capacidades populares para
el ejercicio soberano. (p.30)
Esa desconfianza ha sido por igual entre los ilustrados independentistas y los socialistas del siglo XIX, tanto Bolívar en Venezuela, como Fray Servando Teresa de Mier en México, se refieren a la imposibilidad de la democracia por no contar con un pueblo maduro, por no ser aún ciudadanos, los pensadores de finales de siglo hablan del “gendarme necesario”, una especie de civilizador nacional y los marxistas se refieren a la vanguardia: Villegas, A. (1993), señala: Hay también una elite revolucionaria que no oculta su desconfianza hacia el pueblo. Esta desconfianza se manifiesta en la teoría de la “vanguardia” revolucionaria y del foquismo, es la teoría que afirma que las clases trabajadoras por sus propias fuerzas no llegan más que a la antesala de la revolución, cuando llegan... (p.37)