Los historiadores debemos, por ética, tratar de objetivar nuestros análisis históricos; por eso cuando tratamos de comunicar nuestros estudios históricos debemos, también, considerar las subjetividades que, siempre, estarán presentes en nuestros decires. Esas subjetividades se deberán a nuestra conciencia y compromiso con la sociedad, nuestro conocimiento del tema tratado y nuestra “objetividad ideológica” inevitable en cualquier historiador; debido a ello cuando nos referimos a la Revolución en Venezuela debemos tener presente las diferentes etapas y los diferentes actores por las cuales han pasado las luchas sociales fundamento de la Revolución venezolana. En ese contexto, grosso modo, consideramos que en el marco de la llamada Historia Contemporánea venezolana, la Revolución ha caminado por diferentes momentos. A veces esa revolución se ha confundido con la modernización del estado venezolano pero aquí nos referimos a aquella revolución comprometida con un marco de ideas sociales, una metodología, una praxis social-socialista y el compromiso por la Independencia total y absoluto de la Patria.
Desde 1928 se han venido comprometiendo con la Revolución un conjunto de compatriotas que sentaron las bases políticas e ideológicas para esa Revolución. Eran los tiempos de las influencias del Comintern (Internacional Comunista) cuyas ideas venían de ser puestas en práctica con el Frente Unido Nacional en China (1924-1927) que había terminado en una dura derrota y una persecución de los cuadros del partido comunista chino en la llamada “Masacre de Shanghai” (abril, 1927). En esa praxis se buscó la unidad de las fuerzas políticas nacionalista y democrática. Pero los tiempos internacionales enseñaban del desarrollo de una cruzada anticomunista internacional liderada por la Iglesia Católica teniendo bajo el brazo la Encíclica “Rerum Novarum”. Fueron los tiempos de los avances del fascismo, el falangismo y el social-nacionalismo. En lo interno venezolano, los tiempos de Juan Vicente Gómez. A esos camaradas los podríamos considerar como la “primera generación” de comunistas venezolanos.
La segunda generación de los cuadros revolucionarios fueron aquellos que se comprometieron durante el periodo de los años 50 con la conclusión de las “gestas revolucionarias” de los años 60 y el repliegue de principios de los años 70. Fue una experiencia traumática, dura y de “infantilismo de izquierda” en algunas ocasiones aunque aún queda por realizar el análisis histórico de las entrevistas a los testigos vivenciales de aquellos tiempos. La “tercera generación” se podría ubicar en aquellos cuadros jóvenes que no habían vivido, en general, los procesos revolucionarios de los años 60 pero que sentían que el carácter de la revolución seguía siendo la “lucha armada”. Era los tiempos de la reconstrucción del movimiento revolucionario nacional. La “cuarta generación” es la generación de cuadros que han surgido en el desarrollo de la Revolución Bolivariana.
La propuesta arriba expuesta tendría que ser elaborada en profundidad porque aun quedan “puertas abiertas” que, en estos momentos de Revolución Bolivariana, laten como “espada de Damocles” sobre revolucionarios que, prudentemente, consideran que no ha llegado aun el momento de conversar sobre las experiencias y vivencias revolucionarias de los años 60. Experiencias que serían de interés en las nuevas propuestas cívico-militares que con cantos de alegría, la juventud del PSUV manifestaba en su congreso fundacional en el estado Bolívar, el 13 de septiembre, 2008. Decimos que son de interés educativo tomando en consideración la lectura de los movimientos antinacionalistas que se vienen gestando con apoyo internacional para “socavar y derrotar” a la Revolución Bolivariana. Esas lecciones servirían para darle profundidad al carácter democrático y pacífico de la Revolución Bolivariana en la actual etapa revolucionaria.
Las figuras de los hermanos Machado, Juliac, Farías, por nombrar, deberían ser objeto de estudio público. Conocer las trayectorias de estos revolucionarios permitiría conocer los aciertos y errores que estos revolucionarios experimentaron en sus tiempos históricos. Las realidades vividas por Gabaldòn, Daher, Bravo, Barreto, Ojeda, la Riva, por mencionar, nos permitirían analizar las relaciones entre los revolucionarios y aquellos sectores de la sociedad venezolana y las contradicciones que dichas relaciones encontraron durante el proceso revolucionario que se desarrolló en aquellos tiempos históricos. Como importante es conocer los sinsabores de las experiencias de la reconstrucción del “proceso revolucionario” durante los años 70, 80 y 90. Todo este bagaje de conocimiento revolucionario le permitiría a los “revolucionarios jóvenes” de la Revolución Bolivariana aprender de la Historia de la Revolución en Venezuela.
Lo arriba expresado nos permite proponer algunas etapas de la Revolución venezolana. Con la fundación del PCV, como conclusión de un compromiso revolucionario personal y de grupo, se sientan las bases de una propuesta política diferente a las propuestas ideológicas del capitalismo. Entre ese momento histórico fundacional hasta la caída de la dictadura, el PCV formó sólidos cuadros revolucionarios comprometidos con ideales de “cambios profundos” para Venezuela. Pero esos cambios se iban a enfrentar con la propuesta de reforma propuesta por los que hoy en día se les califica como “pitiyanquis”. Esta segunda etapa iba a tener un desenlace político muy importante para el movimiento revolucionario venezolano: las guerrillas. Quizás sea objetivo decir que la Revolución Cubana ejerció su influencia en los sectores revolucionarios tanto del PCV como los sectores de izquierda de AD para que consideraran que la revolución en Venezuela era “armada”; para nosotros, además, era una conclusión de las propuestas de las políticas del Comintern alcanzadas a partir de la 2da Internacional. Era, históricamente, inevitable. ¿Fue un fracaso? Más bien consideramos que fue una profunda y traumática experiencia que permitió, en su análisis, en la tranquilidad allende los mares, re-diseñar la nueva etapa de la “Revolución”. La llamada “derrota de la Revolución” aunque amarga permitió, desde sus cenizas, reconstruir, con nuevos cuadros, el proceso revolucionario. En ese marco, surgieron expresiones sociales en Centroamérica y en Chile que permitieron profundizar, aun más, las probables tesis revolucionarias de la Revolución. Pero la Historia juega su propio juego.
¿Quién podría haber augurado la explosión social post-coronación de CAP? ¿Quién hubiera dicho que Venezuela iba a tener sus propia “comuna”? Lo cierto es que ese catalizador histórico permitió la profundización de la “toma de conciencia” de los movimientos sociales revolucionarios venezolanos. ¿Quién se hubiera permitido decir que el levantamiento militar con apoyo popular liderado por Hugo Rafael Chávez Frías iba a desarrollarse en un movimiento revolucionario democrático, profundamente nacionalista y cívico-militar? ¿Quién iba a atreverse a pronosticar el triunfo democrático de Chávez Frías en elecciones libres, voluntarias y conscientes? Pero esa historia en desarrollo es producto de un proceso revolucionario de años de sacrificio de cuadros venezolanos y extranjeros de varias generaciones que debería ser estudiada, analizada y comprendida por los actuales “jóvenes revolucionarios”.
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