La emancipación de la mujer está en el dormitorio

La emancipación de la mujer está en el dormitorio

 Un asiduo lector de literatura, amigo por cierto que le basta para oponerse a Chávez no un razonamiento político o ideológico serio sino el trivial e insignificante argumento de que en nada se parece a Marx (¿y quién se parece a Marx hoy día o de cuándo acá se juzga y valora el pensamiento de una persona por el parecido con el creador de la doctrina proletaria?), me comentó, durante una visita que me hizo hace unas semanas, que el artista que no se guíe por la dialéctica marxista es un reaccionario, se opone al progreso social y termina convirtiendo todas sus obras en una especie de estiércol. Y, como para que le diera la razón, puso el ejemplo de León Tolstói cuando dijo: “La emancipación de la mujer no está en los cursillos ni en los parlamentos, sino en el dormitorio”. Ciertamente lo dijo y fue una opinión o una idea infeliz, machista, reaccionaria y ascética de ese gran genio de la literatura, don León Tolstói, que bien vale la pena recordarla, analizarla y hasta volver a refutarla en un tiempo en que la mujer, cada día que pasa, incrementa su dimensión de luchadora social por los valores más universales de la vida humana y natural. Y lo doloroso es que ya no vive don León Tolstói para que lo vea con sus propios ojos.

Pensé varias veces e incluso se puede decir que hasta hice una breve reflexión de lo que me había dicho el camarada. No pensaba escribir al respecto, sino más bien, conformarme con releer breves escritos de Lenin sobre el valor de las obras de León Tolstói buscando alguna razón de dónde había sacado el camarada su sentencia aquinista, y me convencí que eso corresponde mejor a un experto en crítica literaria, cosa que no lo soy. Pero leyendo un interesante trabajo de José María Vidal Villa sobre Rosa Luxemburg, me encontré con un pasaje maravilloso de esa insigne mujer marxista y revolucionaria, que nos ilustra el tema, donde dice que: “Expresiones rutinarias como reaccionario o progresista, indican por sí mismas muy poco en el mundo del arte. Dostoievsky, sobre todo en sus últimas obras, es un reaccionario declarado, un místico beato y un acérrimo adversario de los socialistas. Las doctrinas místicas de Tolstói están teñidas cuando menos de sus tendencias reaccionarias. Y a pesar de esto las obras de ambos son estimulantes, exaltantes y liberadoras. Esto significa que su punto de partida no es reaccionario; y que su pensamiento no está gobernado por el odio social, el egoísmo de casta y el mantenimiento de lo establecido, sino por un generoso amor al prójimo y un profundo sentido de responsabilidad frente a la injusticia social… En el verdadero artista, la receta social postulada es accesoria; lo que cuenta son las fuentes de su arte, el espíritu que lo anima y no la meta que se marca conscientemente”. No sé si en verdad eso es así o no, pero fue lo que me motivó a escribir sobre el criterio de Tolstói en relación con la emancipación de la mujer por no estar de acuerdo con la dura y dramática expresión del camarada que lo citó para desvalorizarse toda su inmensa y rica obra literaria, su pensamiento y su predicación.

Recuerdo haber leído en algún texto en que Trotsky vislumbraba el papel destacado de la mujer asiática en las luchas revolucionarias de las décadas intermedias del siglo XX. Viet-nam, lo demostró como igualmente la mujer palestina. Y llama mucho la atención que Lenin juzgó el contenido histórico del tolstoísmo como la ideología del régimen oriental, del régimen asiático; es decir, la de no resignarse al mal pero sí a no responder con violencia a la violencia reaccionaria del régimen existente en su época y que, por cierto, simbolizaría – décadas después- la lucha de Ghandi contra el colonialismo inglés sin que ello demostrara su completa by eterna veracidad. Lo cierto es que ahora, en pleno comienzo del siglo XXI, la mujer latinoamericana está jugando un protagonismo ejemplar en las luchas antiimperialistas y por el socialismo. Sin embargo, juzgar a Tolstói por su opinión o creencia ascética y discriminatoria de la mujer, sería como reducir toda su grandiosa obra literaria, su intenso pensamiento y su constante predicación a una sola página de presentación de la “La guerra y la paz”.

En verdad, Lenin no se ocupó de analizar el sentido entrebastidor de la opinión o conclusión de Tolstói respecto a la emancipación de la mujer en el dormitorio. Tal vez, lo consideró una menudencia, porque en la obra literaria del genial escritor había profundidad mucho más importantes de que ocuparse. Y eso fue lo que hizo Lenin. Este agarraba el toro por los cachos y no por las orejas. En sus obras escogidas son unos cuantos artículos que analizan la literatura, el pensamiento y la predicación de Tolstói. Este, igualmente, decía que las universidades sólo se limitaban a formar “liberales exasperados y enfermos…” que “… no hacen ninguna falta al pueblo…”, que “… están neciamente divorciados de su medio anterior…” y que “… no encuentran un lugar en la vida”. Lenin veía en esas ideas un estado de pesimismo, de no oposición y de invocación del “Espíritu” que conforman “… una ideología que surge inevitablemente en una época en que todo el viejo régimen (se refiere al de la servidumbre) “se ha revuelto” y en que la masa educada en ese viejo régimen, y que ha mamado con la leche de su madre todos los principios, costumbres, tradiciones y creencias de ese régimen, no ve ni puede ver cómo es el nuevo régimen que se “va posando”, qué fuerzas sociales lo hacen “posarse” y cómo lo hacen, qué fuerzas sociales pueden traer la liberación de las innumerables y extraordinariamente graves calamidades, propias de las épocas de “demolición”.

Pero Lenin decía algo que no pocas veces muchos sostenedores de las ideas del socialismo no llegan a comprender, porque se imbuyen de fanatismo o de sectarismo o de dogmatismo que no deja apreciar ningún valor en las ideas que exponen los que no compartan las suyas. ¿Qué decía Lenin?: “La doctrina de Tolstói es, sin duda alguna, utópica y por su contenido, reaccionaria en el más preciso y profundo sentido de la palabra. Pero de ahí no se desprende en absoluto ni en el que esta doctrina no sea socialista ni el que en ella no haya elementos críticos que puedan proporcionar un material valioso para instruir a las clases avanzadas”. Lenin, recurría a un ejemplo que puede servir mucho actualmente en que el mundo se debate entre la conservación del capitalismo (para incrementar la miseria y el dolor de los muchos) y su sustitución por el socialismo (para construir un régimen que genere verdadera justicia social). ¿Cuál era ese ejemplo?: “Hay socialismo y socialismo. En todos los países en los que existe el modo de producción capitalista hay un socialismo que expresa la ideología de la clase que ha de sustituir a la burguesía y hay un socialismo que corresponde a la ideología de las clases que han de ser sustituidas por la burguesía”.

Bueno, volvamos a la mujer que es lo que, en este artículo, interesa de analizar, porque el concepto emitido sobre dónde está la emancipación de la mujer no vino de boca de una prostituta hastiada de vender su sexo como mercancía ni tampoco de la mujer de un obrero cansada de ser explotada y oprimida por la esclavitud de la economía doméstica que determina no hacer más el sexo con el esposo para presionar por su liberación. No, viene de boca de quien fue un factor eminentemente importantísimo para el desarrollo artístico de la humanidad, de don León Tolstói, un hombre de origen y educación de la alta aristocracia terrateniente rusa y que sabiendo romper con todos los lazos de las viejas ataduras de su medio se dedicó, especialmente en sus últimas obras, a criticar con pasión desbordante todas las reglas del Estado, de la Iglesia (el sínodo lo excomulgó), las sociales y de la economía que esclaviza al pueblo, para defender a los campesinos, a los pequeños propietarios, a los explotados. Por supuesto, no fue un Federico Engels en las ciencias sociales ni en la convicción de defensa del proletariado y el socialismo, pero es uno de los más grandes literatos universales de todos los tiempos con Víctor Hugo y otros que nada tienen que ver con las deformaciones grotescas y telenovelescas que se han hecho de sus obras. Dicen, por ejemplo, que Tolstói en “Ana Karénina” reflejó con suma claridad la transformación que se produjo en la historia rusa durante la segunda mitad del siglo XIX. Y grandes maestros del marxismo, como Lenin, se valieron de las obras de Tolstói para investigar y analizar situaciones rusas del pasado y de su tiempo, porque como decía Marx el valor de las críticas en el socialismo utópico “está en razón inversa al desarrollo histórico”.

Tal vez, no lo sé, Tolstói no leyó a Charles Fourier, un socialista utópico que fue el primero que proclamó diciendo que el grado o nivel de emancipación de la mujer en una sociedad era el barómetro original por el cual debía medirse la emancipación general, es decir, de toda la sociedad. Fourier, como ningún otro estudioso de la historia o de la ciencia social antes de Marx, veía en el “orden civilizado” (lo que hoy conocemos como época capitalista) la elevación “… a una forma compleja, ambigua, equívoca e hipócrita todos aquellos vicios que la barbarie practicaba en medio de la mayor sencillez”. Y entre esos vicios hay que destacar la discriminación, el maltrato, la humillación, la exigencia irrestricta por el hombre a la monogamia de la mujer, la explotación de la mujer no sólo por el modo de producción capitalista, sino también por el hombre en el hogar y, por si fuera poco, por los hijos que la hacen aceptar una esclavitud con la resignación más estoica del amor maternal. Es un mundo tan bárbaro y tan atroz que existen tendencias, como por ejemplo la talibán, que niega el derecho y el deber de la mujer a saber leer y escribir aun cuando por ella manifiesten todo el amor de madre o de esposa o de hija que se les pueda brindar.

Quizá, no lo sé, Tolstói no se interesó por la experiencia de la Comuna de París de 1871, donde la mujer –especialmente obrera- jugó un encomiable papel al lado de los proletarios que quisieron transformar Francia y enseñar al mundo los grandes beneficios de un régimen superior al capitalismo. Lamentablemente, no lo lograron, pero se constituyó en un hecho histórico de profunda relevancia y de enseñanzas para el proletariado mundial y de enriquecimiento para el marxismo. Tolstói no sólo no comprendió la revolución que estaba a las manos de los proletarios rusos, sino que también se inhibió de ella. Fue un cristiano fanático, ese que recomienda no hacer oposición al mal por la violencia, sufrió a veces de histerismo, pero fue protestario contra las falsedades y las hipocresías sociales, contra la explotación capitalista y las atrocidades del gobierno, contra el incremento de la riqueza en unos pocos y la miseria en los muchos. No se le podía exigir al ruso León Tolstói que fuera un Paúl Singer alemán. Lenin sostiene que Tolstói fue “… grande como portavoz de las ideas y el estado de ánimo de millones de campesinos rusos en vísperas de la revolución burguesa en Rusia…”; y, además, era original “… porque todas sus obras, tomadas en conjunto, expresan precisamente las peculiaridades de nuestra revolución como revolución burguesa campesina”.

De tal manera, sin ofender a nadie y mucho menos al camarada mencionado al comienzo, reducir toda la riqueza de las obras de Tolstói a la idea de haber dicho que la emancipación de la mujer está en el dormitorio, es hacer lo de un furibundo feminista de complotarse con el santísimo sínodo para que se mantenga la excomunión eterna de Tolstói en el Manifiesto Comunista. Sería como determinar un estado de oratismo de Tolstói por el hecho de haber dicho él mismo: “Yo soy malo, yo soy vil, pero trato de autoperfeccionarme moralmente; ya no como carne y ahora me alimento con albóndigas de arroz”. Sería como juzgar la voz de Gardel por la opinión de Jorge Luis Borges de que el tango tenía orígenes infames. Sería como reducir y desvalorizar toda la grandeza literaria de Máximo Gorki a su creencia idealista en querer inventar un nuevo Dios. Sería como negarse a reconocer la importancia de la obra literaria de Nietzsche alegando que fue un ideólogo del nazismo. Sería como tachar de atildada toda la maravillosa obra literaria de Víctor Hugo, porque no le gustaba pasar hambre conscientemente para que su piel se pusiera amarillenta y le agradaba vestirse bien. Sin embargo, nada, absolutamente, desviará la gran verdad dicha por Fourier sobre la emancipación de la mujer y que sólo el socialismo creará definitivamente las bases no sólo para ese preciado objetivo social, sino también para que en el comunismo desarrollado se complete la emancipación de toda la humanidad. Y en esa conquista, sin duda, el papel de la mujer será tan grandioso que habrá que reconocerle sin tapujos su protagonismo decisivo.



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Freddy Yépez


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