Nada nos indica que el mundo sea en el año 2015 una esfera geográfica poblacional socialista. Cada, no sé cuántos años, se produce un eclipse de sol o de luna, pero eso no tiene absolutamente nada que ver con el fenómeno eclíptico-espiritual que sacudirá el mundo en el año 2015. El Manifiesto Comunista fue un fenómeno eclíptico-espiritual que quiso borrar de la faz de la Tierra el capitalismo europeo en 1848. Este, fue considerado por algunos historiadores y políticos como un año loco. Ciertamente, el Manifiesto Comunista quiso hacer luz en la oscuridad del caos. Eso es cosa de locos, pero en ese momento no se pudo lograr el objetivo estratégico político. Lamentablemente, la revolución de 1848 –como unas cuantas anteriores a ella- tuvo un destino bien extraño: “Los mismos que las habían aplastado se convirtieron, como solía decir Marx, en sus albaceas testamentarias. Luis Napoleón se vio obligado a crear la Italia una e independiente. Bismarck tuvo que revolucionar Alemania a su manera y devolver a Hungría cierta independencia; y a los fabricantes ingleses no les quedaba por hacer nada mejor que dar fuerza de ley a la Carta del Pueblo” (Engels). Sin embargo, el Manifiesto Comunista fue un fenómeno revolucionario eclíptico-espiritual de mucha relevancia que actualmente mantiene mayor vigencia histórica que antes.
¿Qué sucederá en el 2015?
Las generaciones ya viejas –de 60 años en adelante- de alguna manera algo conocen del nazismo y alguna idea, por lo menos, se tiene del célebre y triste libro Mein Kampf de Hitler. Tal vez, no lo sé, cuánto de esa obra y de su autor conocen las generaciones más jóvenes de este tiempo o de comienzo del siglo XXI. En estos años de efervescencia en que la palabra socialismo ha vuelto al lenguaje popular y cuando hasta un borracho –a manera de agradable humor- grita que en el bar donde se mete sus peas sólo allí se vende “caña revolucionaria” es necesario recordar –una y todas las veces necesarias hasta que se grabe de memoria- que el imperialismo jamás y nunca entregará su poder al proletariado sin recurrir a todos sus métodos de opresión social y a todas sus armas sofisticadas de exterminio masivo. Esto es un abc de la política. Todo imperio que aspire a dominar el mundo siempre tendrá a la mano una filosofía o una teoría que le justifique sus crímenes. El imperialismo alemán se alimentó del nazismo (nacionalsocialismo) cuya ideología se recoge, de la manera más repugnante pero argumentada, en ese célebre y triste libro que se conoce como Mein Kampf.
Mein Kampf es un libro apocalíptico, inspirador de violencia racista, de odio vulgar antisemita, perfilador de ideas tomadas de los protocolos de los sabios de Sion, alentador de victorias por espacios vitales, invoca el militarismo más burocrático que se conozca en la política, es visceral en su anticomunismo y antijudaísmo, fomenta el “Übermensch” (superhombre) para el crimen pero no para control de impulso y energía hacia lo creativo, sustenta que los “arios” (raza maestra de cabello rubio y ojos azules) es lo máximo de la jerarquía humana y por tanto deben ser quienes gobiernen el mundo. ¿Imaginémonos la calidad de libro?
Mein Kampf, junto a 611 nazis, también fue juzgado y condenado después de la derrota del nazismo como el principal elemento ideológico culpable espiritual de guerras y crímenes contra la paz, crímenes de guerra, crímenes contra la humanidad o exterminio y complot. Se declaró ilegal su publicación, circulación y venta por ser una apología al odio racial. Sin embargo, nadie duda que se publica, circula, se vende y hasta se puede consultar en internet. En vez de educar a la población en la lectura para que tenga una idea o conocimiento del significado de esa oprobiosa ideología nazista, racista, lo que se hace es despertar la curiosidad como oposición al miedo que se impone –desde arriba- para evitar leerlo. Así se mutila la historia. ¿Cómo se puede tener conocimiento del papel del nazismo en la Segunda Guerra Mundial y sus principales personajes que la iniciaron si se prohíbe leer el libro Mein Kampf?
El derecho exclusivo o del editor de autor para la publicación del libro Mein Kampf, salvo la inglesa y la neerlandesa, son propiedad del Estado de Baviera y expira el 31 de diciembre de 2015. Al comenzar el año 2016 el mercado del libro será inundado, con ediciones desde papel periódico hasta de lujo, con el libro Mein Kampf. Un sobrino segundo del extinto Führer y que no sé si vive, se sabe renunció a recibir dinero por derecho de autor. Las librerías alemanas que hasta ahora se han negado a tener en sus estantes el libro Mein Kampf, pretenderán monopolizar la venta. Todos los que tienen escondido ese libro en los Países Bajos se vanagloriarán de la conservación del mismo. Habrá mucho fusilamiento del libro, es decir, ediciones clandestinas como lo dijera cualquier colombiano. En Estados Unidos algunas editoriales, alterándole algo esencial del contenido, lo publicarán como un aporte para que los pueblos entiendan que los seres “superiores” deben gobernar sobre los “inferiores” y que los monopolios económicos son los que tienen la potestad divina de manejar a su antojo el mercado mundial. Pasarán agachados, para no dar explicación, el ingrato episodio –para el racismo blanco- que un negro se haya acostado en la misma cama y sentado en la misma silla de la Casa Blanca donde durmieron y ordenaron todas sus tropelías muchos de los blancos que han sido la máxima autoridad política y de gobierno de Estados Unidos. No faltará algún obispo descarrilado del camino de Cristo que considere a Mein Kampf una Biblia de la política interesante para hipnotizar de ignorancia a los esclavos. Algún psicoanalista intentará protestar contra la enseñanza o el aprendizaje del nazismo, pero seguramente callará ante el rugido de las ametralladoras. Algunos ecologistas recordarán el injusto asesinato de la perrita Blondi por Hitler para condenarlo. Algunos pintores adquirirán fortunas dibujando a Hitler con un libro Mein Kampf en la mano derecha sobre un fondo azul verdoso. Algún loco gritará Kampf Mein y lo lanzará al basurero para luego comerse sus hojas como si fueran ingredientes de una hamburguesa. No faltará el comunista, que recordando los horribles genocidios del nazismo, lo analizará cuidadosamente para refutarlo línea por línea desde su comienzo hasta su final. Se disputarán fabricantes la mayor elaboración y venta de franelas con la efigie del Führer por delante y por detrás una inscripción que diga: “¡Sálvanos Hitler de las chusmas comunistas!”. No fallará el atorrante usurero que al lado del Führer coloque a Fidel con la consigna: “¡Son igualitos!”. Habrá trifulca en los mercados exigiendo el abaratamiento del precio del libro. Algunos fanáticos justificarán su apología de odio racial argumentando la legal circulación y venta del libro. No quedará ausente el proletario que oponga las virtudes emancipadoras del Manifiesto Comunista a las perversiones oprobiosas de Mein Kampf. Quizás, en lo que queda del partido árabe Ba-tah se decida deslastrarse de todo vestigio de admiración por Mein Kampf. Tal vez, el hueso parietal de su caja craneana que se encuentra en un museo ruso hará recordar a Hitler que no debe hacer desde la muerte ningún movimiento de rebeldía para evitar una cremación completa en manos de sus archienemigos, los ya seniles comunistas que siguen creyendo en Marx y en Lenin.
Sin duda, aunque duela a muchos y despierte ansias del mal en otros, el libro Mein Kampf se convertirá en un fenómeno publicitario al siguiente día de concluir el año 2015. Sólo hay que tener millones de millones de ejemplares listos del Manifiesto Comunista para lanzarlos al mercado –gratis o a precio de ganga- aun cuando haya gobiernos bonapartistas manejando los destinos del mundo.