Las primeras revoluciones
democráticas burguesas se iniciaron en lo que se conoce hoy como el
Renacimiento. Durante seiscientos años, hasta bien entrado el siglo
XX, el sistema de libertades de propiedad y comercio del capitalismo
se abrió paso rompiendo con el viejo sistema económico y político
del feudalismo. Ese cambio, con toda clase de formas y experiencias
distintas de paso del feudalismo al capitalismo, estuvo lleno de grandes
hazañas y rápidos progresos, pero también de duros reveses, errores
de todo tipo y largos periodos de retroceso.
Comparado con ese proceso
histórico, el socialismo moderno, es un fenómeno relativamente reciente,
cuya primera experiencia en el poder -la Revolución rusa de 1917- se
produce hace menos de cien años. Este joven movimiento histórico apenas
ha empezado a echar los dientes.
En esa lucha a escala
mundial por la superación del viejo régimen capitalista, por el socialismo,
los comunistas han sido la fuerza más consecuente, más decidida y
la que ha realizado mayores sacrificios. Mientras los socialdemócratas
se dedicaban a aceptar el capitalismo y su lógica, limitándose a limar
sus aspectos más repugnantes, y como ya había señalado Marx en el
Manifiesto del Partido Comunista, “los comunistas apoyan en todas
partes, como se ve, cuantos movimientos revolucionarios se planteen
contra el régimen social y político imperante”.
Cuando en 1914 irrumpe
en el escenario europeo la llamada I Guerra Mundial, los socialdemócratas
se posicionan a favor de que los trabajadores “defiendan” a su país.
Son los comunistas los que se oponen a la guerra, pagando un alto precio
por ello. Este es el origen de la ruptura entre “socialistas” y
comunistas. Unos “socialistas” que, por cierto, no han realizado
nunca el socialismo en ningún país.
Por el contrario, los
comunistas son los que, con mayor o menor acierto, han puesto en pie
Estados socialistas. Y han sido claves en la descolonización de la
mayor parte del mundo. Han estado en primera línea en China, en Vietnam,
en Cuba, en la inmensa mayoría de los movimientos de descolonización
de África y Asia. Donde quiera que miremos, están los comunistas en
primera línea de combate por hacer que la historia avance, por hacer
más corta la era del sufrimiento y de la explotación. Y pagando un
alto precio por ello.
En las dos últimas
décadas, con el fracaso de las experiencias rusa y de Europa del Este,
los ideólogos del capitalismo dieron por muerto el socialismo y nos
vendieron la bola de la eternidad del capitalismo por siempre jamás.
Apenas un instante histórico después, es el capitalismo el que aparece
agónico, mientras las fuerzas partidarias del socialismo cobran nuevos
bríos en todo el mundo, desde Latinoamérica hasta Nepal. Y los comunistas,
de nuevo, a la cabeza de ese impulso, empujando para avanzar de verdad
hacia un mundo que supere la explotación del hombre por el hombre.
Al fin y al cabo, la
historia no está escrita, no existen manuales detallados sobre el futuro.
Pero sí ha quedado claro que el capitalismo ya no da más de sí, salvo
guerras, miseria, hambre y dolor humano. Frente a la barbarie del capitalismo,
los comunistas son la fuerza más decidida a conquistar el porvenir.
Y sin medias tintas:
“Los comunistas no tienen por qué guardar encubiertas sus ideas e
intenciones. Abiertamente declaran que sus objetivos sólo pueden alcanzarse
derrocando por la violencia todo el orden social existente. Tiemblen,
si quieren, las clases gobernantes, ante la perspectiva de una revolución
comunista. Los proletarios, con ella, no tienen nada que perder, como
no sea sus cadenas. Tienen, en cambio, un mundo entero que ganar”.
En eso estamos.
*Militante del Partido Revolucionario de los Comunistas de Canarias (PRCC)