Vuelve Marx.
Mientras nacionalizan bancos, todas las fuerzas del viejo capitalismo
se han unido en santa cruzada para evitar reconocer abiertamente la
vigencia del marxismo. Hasta los republicanos norteamericanos acusan
a Obama de querer implantar la Unión de Estados Socialistas de América.
¿Qué podemos pensar cuando hasta el moderadísimo Lula da Silva reúne
a los más importantes capitalistas brasileños para exigirles que lean
el Manifiesto Comunista?
Vuelve Marx.
Se agotan las ediciones del Manifiesto y de El Capital.
Marx está de moda. La cosa llega al extremo de que el coordinador de
la IU española se inventa las citas de Marx para dar autoridad a sus
palabras. La pregunta, por tanto, es: ¿qué Marx? O dicho de otra manera:
¿vuelve el científico social y revolucionario comunista, o bien el
señor de barbas que nadie se molesta en leer y mucho menos en estudiar?
En un reciente
debate televisivo, uno de los intervinientes afirmaba que, en El
Capital, Marx predijo el paso inexorable del capitalismo al socialismo.
Lástima que en ninguna parte de El Capital hable del socialismo.
La obra principal de Marx se dedica a estudiar y desvelar los entresijos
del capitalismo. Comprendo lo decepcionante que es, máxime cuando los
que pretenden presentarse como grandes líderes de la izquierda afirman
que “hay que ser utópicos” y que “no hay que perder de vista
la utopía”. Marx los hubiese corrido a gorrazos. Tenía ese poco
utópico criterio de que lo que no hay que perder de vista es la realidad.
Como refutar
a Marx es harto imposible, los intelectuales burgueses se dedicaron
a caricaturizarlo. Lo patético es que muchos que alardean de marxistas,
en vez de estudiar su obra -o siquiera leerla-, cosa que requiere dedicación
y esfuerzo, se limitan a repetir esa caricaturización del marxismo.
Banalización que sufren también desde Lenin a Deng Xiaping. Sirva
como síntoma que cuando el compañero Artemi Semidán publicó en septiembre
del año pasado su artículo “Un
comunista llamado Ernesto Che Guevara“, en ciertos foros aparecieron comentarios
negándolo. “¿Pero cómo va a ser el Ché
comunista?”
Cabría decir
lo mismo de Marx: ¿cómo va a ser Marx comunista? Y así estamos
obligados a oír disparate tras disparate: que Marx “propugnaba”
la lucha de clases, que el proletariado del que hablaba eran los obreros
fabriles en alpargatas, que defendía a los obreros por lo que estos
sufrían, que estaba en contra del mercado y defendía la “planificación”,
que en el socialismo todos cobrarán igual, que la avaricia es lo que
hace que los capitalistas exploten a los trabajadores, que lo colectivo
es más importante que lo individual, que nunca entendió la opresión
de las mujeres… Y hasta que (¡oh, pecador!) dejó embarazada a una
empleada de su casa (de lo que debería desprenderse, por lo visto,
que toda su obra ya no vale y que dos más dos ya no son cuatro).
Para no cansarles
punto por punto, y dado que como muestra vale un botón, permítanme
reproducir parte de una carta que Marx escribió a Joseph Weydemeyer
el 5 de marzo de 1852: “Por lo que a mí se refiere, no me cabe el
mérito de haber descubierto la existencia de las clases en la sociedad
moderna ni la lucha entre ellas. Mucho antes que yo, algunos historiadores
burgueses habían expuesto ya el desarrollo histórico de esta lucha
de clases y algunos economistas burgueses la anatomía económica de
éstas. Lo que yo he aportado de nuevo ha sido demostrar: 1) que
la existencia de las clases sólo va unida a determinadas fases históricas
de desarrollo de la producción; 2) que la lucha de clases conduce,
necesariamente, a la dictadura del proletariado; 3) que esta
misma dictadura no es de por sí más que el tránsito hacia la abolición
de todas las clases y hacia una sociedad sin clases“.
Lo que me recuerda
la rimbombante afirmación que hizo Santiago Carrillo, secretario general
de PC español durante décadas, al poco de legalizarse su partido:
“Dictadura, ni la del proletariado“. Por no estudiar a Marx, Carrillo
no sabía que el genial alemán había demostrado que todo Estado,
sea cual sea su forma (democrática, monárquica, dictadura militar),
es una dictadura, un poder que administra a las personas y que,
con el monopolio de la violencia, no admite competencia alguna.
Como explicaba
Lenin, “no hay Estado, incluso el más democrático, cuya Constitución
no ofrezca algún escape o reserva que permita a la burguesía lanzar
las tropas contra los obreros, declarar el estado de guerra, etc., ‘en
caso de alteración del orden’, en realidad, en caso de que la clase
explotada ‘altere’ su situación de esclava e intente hacer algo
que no sea propio de esclavos“. Claro que si algo tan sencillo (y
tan marxista) no es capaz de entenderlo el secretario general,
qué se le podía pedir a los demás.
Como esta,
miles de pifias. Es positivo que Marx vuelva a estar de actualidad,
que se hable de él y hasta que vuelva a verse su foto en los periódicos.
Ahora nos corresponde a los comunistas que lo que se ponga de actualidad
sea el marxismo, las ideas y conceptos que nos sirven para acabar con
la barbarie y construir un mundo nuevo.
(*) militante del Partido Revolucionario de los Comunistas de Canarias (PRCC)
independenciaysocialismo@hotmail.com