Esta reflexión
es pertinente en función de pensar la transición rumbo al nuevo socialismo
para el siglo XXI, donde es imprescindible superar los modelos de socialismo,
caracterizados por su burocratización temprana y su despotismo, por
propensiones autoritarias que terminan fijando rasgos coactivos permanentes;
y finalmente, por la consolidación de una “nueva clase”, que impide
en la practica, el despliegue de las corrientes sociales y políticas
revolucionarias, para profundizar en la lucha contra la explotación
del trabajo, la coerción política, la hegemonía ideológica, la negación
cultural y la exclusión social. El dilema entre Socialismo o Barbarie
no solo se juega en la alternativa: capitalismo/socialismo; también
se juega en la alternativa entre democracia socialista, y cualquiera
de las figuras del estatismo o del despotismo burocrático-bonapartista.
Es la revolución democrática permanente, la deliberación crítica,
la multiplicidad de corrientes y tendencias, pueden ser antídotos eficaces
para neutralizar la contra-revolución en la propia revolución, en
anquilosamiento y la prefiguración de una “nueva clase”, que impide
avanzar en la construcción de una sociedad socialista, que crea las
condiciones para una restauración capitalista, incluso por la vía
mas violenta, bajo un régimen fascista. En el terreno de la libertad,
lo menos que pueden aspirar los demócratas socialistas es a lo máximo
conquistado por la más avanzada de las socialdemocracias del mundo.
Aun así, todavía no ha existido ruptura con la estructura de explotación
y mando sobre el mundo del trabajo asalariado. De allí que el consuelo
de tontos no sea la socialdemocracia reformista, pero tampoco el abismo
de cualquier figura del estalinismo.
La naturaleza
de la URSS, la “cuestión rusa”, el carácter de las luchas de clases
en la Unión Soviética, se ha debatido arduamente desde el mismo 1917.
En principio se partió de la premisa que la URSS posterior a la revolución
era una sociedad en transición entre el capitalismo y el socialismo,
que arrastraba una pesada carga capitalista, e incluso semi-feudal.
Se vertían supuestas interpretaciones sobre la obra de Marx, que eran
deformaciones interesadas de algunos textos sobre otros, para favorecer
una línea de acción política. Sin embargo, suponer que fue producto
del atraso de la estructura económico-social, y no del carácter de
las fuerzas sociales y políticas movilizadas, de sus proyectos y concepciones
ideológicas, es olvidar la dimensión subjetiva de la revolución rusa.
De allí que sea necesario articular explicaciones que comprendan factores
de diversa naturaleza y peso, relacionados en contextos más amplios
y complejos. Existen al menos cuatro interpretaciones sobre la naturaleza
de la URSS desde 1917 hasta el ascenso definitivo de la contra-revolución
burocrática encabezada por Stalin:
- La URSS era el Socialismo: Son dos las fuentes ideológicas que sostienen que Rusia fue, en el sentido pleno del término, un país socialista. Por un lado, la ideología liberal-capitalista que lo hace con el fin de “demostrar” el fracaso del intento de subvertir el “orden natural” del modo de producción capitalista. Por otra parte, toda la tradición estalinista ha arribado a la misma conclusión (todo orden produce su justificación), pero sustentándola en la desaparición de la propiedad privada de los medios de producción vía estatización y planificación coactiva, aún cuando no se haya alcanzado ni la socialización del proceso económico ni una mayor profundización democrática.
- La URSS era una forma de Capitalismo de Estado: Autores tan disímiles pertenecientes o a la tradición socialdemócrata europea (Kautsky, Bauer, Martov), o los llamados “izquierdistas” (Bórdiga, Pannenkoek, Mattick), arribaron a esta conclusión. Los puntos centrales sobre los que se sustenta son: 1. La estatización de los medios de producción no equivale a su socialización. Se trata más bien de un cambio jurídico que material; 2. Estos cambios jurídicos siguen oponiéndose al trabajador en tanto fuerza viva, lo que equivale a decir que las relaciones de producción, en sentido estricto no han variado; 3. Existiría en el plano estatal una “Burguesía de Estado”, que contendría a los funcionarios burocráticos y directores de empresa.
- La URSS era un Estado Obrero Degenerado, que mantenía enclaves capitalistas: La tesis central en este caso es que el proceso revolucionario no fue destruido sino congelado, es decir, fue detenido y degenerado en su potencialidad de producir cambios profundos en la sociedad rusa. Los últimos textos de Lenin, Trotsky (y con él eminentes trostkistas como Deutscher o Mandel), o incluso, un aliado inicial del estalinismo, como Mao Tse Tung sostuvieron este argumento. Se trataría entonces de una contrarrevolución política que, si bien se asienta sobre relaciones de producción de nuevo tipo, desarticula el poder de decisión de la clase obrera. La burocracia no sería una clase, sino una casta parasitaria surgida a partir del carácter atrasado de Rusia, y del fracaso de la revolución en Occidente, cuya expresión política es el estalinismo.
- La URSS era un Colectivismo Burocrático: En este caso se trataría de una forma opresiva de nuevo tipo que es leída como una formación social inédita no prevista por Marx. La URSS en particular, se emparenta con la emergencia de una “nueva clase”, cuya base de sustentación no es ya la propiedad privada de los medios de producción, sino el monopolio de su control burocrático. Esto puede leerse en autores como James Burnham, Bruno Rizzi, Milovan Djilas o, de manera quizás más crítica, en las reflexiones de Antonio Carlo y Melotti en Italia, en Castoriadis, Lefort y el grupo Socialismo o Barbarie, hasta llegar a las interpretaciones del totalitarismo de izquierda de Morin, e incluso de Marcuse.
Al llegar a
este punto, vemos que el debate se hace más complejo. La transición
al socialismo puede dar paso a una sociedad no típicamente capitalista
en términos liberales, ni a una democracia socialista en los términos
señalados por Marx. Lo fundamental reside en que se basan en la explotación
del trabajo asalariado por capas o clases gobernantes exteriores a los
trabajadores del campo y de la ciudad. Además constituyen estructuras
de dominación política, hegemonía ideológica y opresión social
que no permiten abrir el cauce a un horizonte de liberación social.
De allí la importancia de pasar a analizar las transiciones realmente
existentes en nombre del Socialismo. Para no repetir los errores, para
no olvidar la tragedia que emerge al defraudar las esperanzas de una
real transformación socialista.