“Vivir
de muerte, morir de vida” (Heráclito)
El debate modernidad-posmodernidad cruza la posibilidad de repensar y renovar el ideario socialista, transformando el paisaje del vocabulario del progreso, modernización y desarrollo. Nuevo socialismo implica escapar de las trampas del desarrollismo.
El imaginario socialista vive una profunda des-fundamentación, que impide pensar desde algún lugar epistemológicamente privilegiado, sentenciar las “leyes de la historia” en nombre de “el” socialismo “moderno”.
Ni Engels, ni Kaustky, ni Lenin, pueden servir ya para asegurar que algún estrato de intelectuales es epistemológicamente privilegiado para acceder el curso de un “proceso natural” de la Historia. Algún día se disiparán las premisas darwinistas en la propia mecánica de voluntades ciegas del socialismo cientificista. La “verdad objetiva” y las “leyes de la historia” no acompañan ya al proletariado en la marcha triunfal sobre el capitalismo, liberando las “fuerzas productivas” de las trabas de las vetustas “relaciones de producción”, de todas las inercias de una caduca “superestructura jurídico-política”, con sus correspondientes “formas ideológicas”. Silencio absoluto sobre las “fuerzas destructivas” del Capital. Tampoco el “progreso”, ni la “verdad”, ni el cógito cartesiano ni el a priori kantiano, ni la distinción “hecho/valor”, ni el “individuo soberano”, ni la “epistemología neopositivista”, ni una sacrosanta “tecno-ciencia”, ni el “libre mercado”, acompañan ya al proyecto capitalista.
El capitalismo mundial de las corporaciones y de sus grandes Estados de control social, no viven de estas ilusiones. Sabe muy bien lo que significa el ejercicio del poder-saber, tanto del suave y aparentemente refinado, como del duro y brutal dominio. Saben lo que significa guerra por “recursos”, por la “escasez manufacturada”. (Cuando a la ONU en Palestina le echan bombas de fósforo en racimo, no hay que perder tiempo en cursitos para jugar a ser miembro de la diplomacia internacional). Los meta-relatos de legitimación del “socialismo” y del “capitalismo” en clave moderna, productivista y consumista, han hecho aguas. ¿Socialismos posmodernos? ¿transmodernos? ¿post-materialismo? Quizás. Como nos sugiere Rigoberto Lanz, las lógicas de sentido dinamizan los tejidos intersubjetivos donde se juega lo que deviene en prácticas (políticas, económicas, culturales, etc.), donde se afincan los contenidos que caracterizan a una sociedad concreta.
El pensamiento socialista burocrático de tipo soviético hundió todo un ideario revolucionario que había sido acumulado en las experiencias de lucha del pensamiento libertario, de los movimientos radicales que desfilaron las lógicas de la dominación. El “dominio de la naturaleza” no es ajeno al Socialismo burocrático, a su “ingeniería del alma”. Son palpables las causas profundas de los desastres del socialismo burocrático como para seguir haciéndole morisquetas especulares a esta racionalidad laminada del progreso. No hay posibilidad de estafar a las sociedades con una presentación publi-propagandística del “socialismo del siglo XXI”. No hay espacio para manuales desempolvados, para vitrinas de capitalismos de estado, para devociones cavernícolas ni a partidos únicos ni a grandes timoneles. Wilheim Reich definió el fascismo como una emoción revolucionaria soldada a conceptos reaccionarios. ¿Que ocurre cuando el entusiasmo revolucionario se queda sin ideas, sin conceptos, sin categorías? Hay que tomarse en serio lo que significa construir alternativas a la barbarie capitalista, a su “realismo y pragmatismo político”, a su “principio de rendimiento” (llamar racional a esta época plagada de cinismo y de irracionalidad es parte de la destructividad mundializada). La necesaria recuperación teórica e histórica de las mejores prácticas de las luchas revolucionarias en todo el mundo no debe hacerle concesión alguna al despotismo burocrático, ni a su matriz anti-ecológica de pensamiento. De campañas de “reeducación de intelectuales”, de “control de incidentes sociales”, de “vigilancia de disidentes”, esta empedrado el colectivismo despótico. No hay geometría correcta del socialismo, como no la hay del mundo natural.
Si no hay creación de multitudes que vibren en resonancia con la posibilidad de vivir con plena existencia sensorial, afectiva, estética, no habrá revolución. No cuestionar estas pequeñas tiranías del espíritu, sería permitir que cualquier variedad del “marxismo soviético” sea el verdadero “virus gusano” que se empodere de las estrategias de emancipación. Está en juego la posibilidad misma de la crítica radical en el pensamiento de la revolución, sin la cual, solo habrá monótona melodía de justificación a cualquier “nueva clase” en el poder. No nos hagamos los locos, producto de las urgencias que surgen en la administración del conflicto entre gobierno y oposición. El asunto es que nadie discute lo importante (¿Cuál socialismo? ¿Cuál desarrollo? ¿Cuál democracia? ¿Cuál calidad de vida?), ni asume el debate de fondo con consecuencias políticas concretas. Si lo importante es construir alternativas contra-sistémicas, darle consistencia a un debate socialista, (actualmente no es ni debate ni socialista), sin hacerse mascarada al capitalismo de Estado, al desarrollismos con muecas de izquierda, al mismo productivismo, consumismo y patrón de valores que aniquila la vida del planeta, sin hacerle juego a la malnutrición y engorde de la nueva clase de funcionarios-empresarios del Estado, entonces habrá chance para la crítica radical.
Allá aquellos que encallen en una “crítica revolucionaria”, concertada con las instrucciones apegadas a la subcultura de la línea y la cadena de mando. No habrá derrumbe alguno del capitalismo, ni triunfo más o menos inevitable del proletariado, ni desmantelamiento de todos los dogmatismos en el terreno estético, cognitivo y ético-moral si no hay crítica radical, si cada quién no se hace cargo del pesado fardo del “sentido común”, de las congeladas “creencias compartidas” que amenazan la vida del planeta. No habrá ninguna posibilidad de hacer avanzar la caracterización de un proyecto socialista utilizando los viejos conceptos que quedaron estampados en los manuales de un marxismo escatológico. No habrá crítica radical, desconociendo la polémica entre modernidad-posmodernidad-transmodernidad.
No habrá nuevo socialismo, sin asumir una revolución epistemológica, estética, ética, afectiva que sacuda los cimientos espirituales de una civilización en ruinas. Sin asumir la eco-política que sacude la ego-política.
Si vale la pena alguna devoción, no es a la encarnación de la voluntad de dominio, sino al esplendor de la naturaleza y su voluntad de vivir.