La noticia corrió como pólvora incendiada, iba delante de la táctica pero detrás de la estrategia. Murió físicamente Mario Benedetti para siempre para que para siempre viva su alma en la poesía. Cuando hay luto por el cuerpo muerto en la Tierra hay alegría en la Pradera donde las almas de poetas hacen sus eternos coloquios de poesías vivas y reciben la del difunto que fue poeta en la Tierra y lo seguirá siendo en la Pradera. Los cantores y cantoras entonan los himnos que dan la bienvenida. Ya nunca más volverá a conocerse de la muerte o la tristeza. Durante muchas noches volarán alto los halcones y galoparán los caballos mientras las ardillas guardarán reposo entre los árboles frutales de la selva extasiadas mirando el arco iris que une la Tierra con el Cielo por donde caminará el alma de Mario Benedetti hasta la Pradera, donde vivirá la eternidad de su inmortalidad. Así guarda su luto la naturaleza cuando hace su largo viaje un gran poeta muerto para que infinito sea el tiempo de su poesía en la Tierra.
Ya Mario Benedetti, al este escrito ser publicado, debe estar en la Pradera junto a esa luminaria de almas de quienes fueron grandes poetas en la Tierra y entre coloquio y coloquio vivos de poetas muertos la poesía de Mario Benedetti siga haciendo su camino al andar. Posiblemente, ya debe haber declamado en versos sus múltiples palabras para decirnos: En la Pradera se pueden mirar todas las orillas de los ríos sin que ninguna hierba tenga que temblar. No hay almas con culpas ni penas; los destinos fueron cambiados y se expresan todas las creencias y un amor que sublima la vida eterna de las almas en la Pradera. Las nubes no son fugaces, viven enamoradas del perfume de las selvas y no existe el loco delirio que no tenga alas de la esperanza conquistada. No hay seducción por lisonja ni envenenamiento por engaño, porque no existen las ideas enlutadas. No existe campana que salude a tiniebla oscura o gris, todos los votos son cumplidos; cada alma lleva en su pecho todas las almas de la Pradera.
La luna no le niega ni un solo rayo de luz a la Pradera, porque la poesía es esa luz sin fin que nace para todas las almas. No hay necesidad de recordar una noche trágica ni de ataúdes heráldicos. Todo beso enamorado de una mano de nieve es realismo y no utopía, porque no existe lirio desmayado ni suspiro que se extinga en el invierno. En la Pradera existe Dios pero no en la hostia sino en cada parábola excelsa del amor y nadie tiene necesidad de azotarse, porque los pecados sólo tienen espacios en la Tierra. Cada ojo amuebla su mirada para ver más allá de la prolongación de las rosas; las lanzas son de luces y no de metales y todo cruce deja de ser una aventura, porque los arroyos son tan cristalinos como las aguas del Cielo y las primeras que nacieron en la Tierra.
En la Pradera no hay ramas de hojas caídas ni flores tristes; no existen los pueblos fúnebres ni almas melancólicas, porque las palomas, como las ovejas, han dejado de ser pastoreadas y nadie las lleva inocente al matadero que tampoco existe. Toda alma lleva una playa en su ser, en el amor y en el tiempo. La luz del fuego la gobiernan los luceros y en cada hoguera hay un pecho derramando su alegría. Todas las almas siembran granos y todas recogen las cosechas; no hay burocracia donde reina la administración ejercida por todos; nadie utiliza una vega de río para pescar tortugas ni robarle los huevos a las golondrinas.
En la Pradera nadie cree que todas las cosas están enseñadas, pero lo misterioso se descubre en el juego de los dialectos. No reflorece la carne, porque lo mágico queda en el alma; ningún tiempo se opaca, porque las sonrisas son eternas como aquel. Nadie es olvidado, no existe la hora mortal, porque toda ternura está hecha de sonido y color. No existe la poesía de renunciación, nada pasa en silencio, todo es accesible, ninguna lágrima denuncia un dolor porque todo amor es advertido.
En la Pradera no existen letras antiguas invocando mejor pasado que futuro, todo tiene su respuesta, peces y aves se escoltan en la amigable solidaridad de las aguas con los aires. Todo amor llega con las manos y las palabras, son de luces como los ojos y jardines como las flores. Para nada vale ese tiempo que divide entre lo que fue, lo que es y lo que será. Toda espuma profetiza el devenir en las olas del inmenso mar que bordea a la Pradera, como si ésta fuese una isla perdida y encantada en el universo más arriba de la Tierra y más abajo del Cielo.
En la Pradera nadie lanza puñados de olvido, no hay mordedores de piedras, toda raíz es una verdad que se reconoce y nadie tiene necesidad de embriagarse de errores. No existe odio que se atraviese en la disidencia entre los que creen que la realidad es múltiple y los que la creen como única. En toda inspiración el morral lleva dentro de sí un porvenir como con toda pluma se plasma escrita la realidad en la conciencia.
El la Pradera toda alma es razonable como las demás, no existe adiós capaz de confundirse con la eternidad, todo día comienza con la aurora que nace el día anterior. Todo árbol teje su vestido para primavera. Toda calle se parece a un teatro donde ninguna poesía pierde la magia de su poeta. Nadie tiene necesidad de mentira para ocultar un sentimiento. La soledad se queda detrás de las paredes y los vientos la llevan al mar para que se extinga en las piruetas de las gaviotas.
En la Pradera nadie está lejos de las cosas verdaderas, con las mismas manos que se escribe un poema se talla una flor y se compone un dulce de miel. Nadie reparte las tierras, porque todas las pieles del alma llevan un corazón por dentro. En la Pradera todo coloquio de poesía, todo concierto de canto y toda danza van precedidos de estallidos de hilaridad, todo arte es multifacético, no se producen las heridas desgarradas, nadie quema vivo a un vecino, no se materializa ningún sonar grávido de campanas, nunca truena la tormenta y jamás se alborotan los vientos, las buenas palabras extinguieron hace siglos el torbellino de los incendios, ningún pecho es oprimido ni existen trágicos monumentos donde recordar un sentimiento de odio personal.
Mario Benedetti se marchó en la táctica para que su poesía viva en la estrategia. ¡Que nadie llore a Mario! ¡Que nadie guarde silencio por Benedetti! ¡Que los aplausos y los vítores no descansen en las manos de proletarios! ¡Que no lo nombren los neutrales, los que se desentienden, los que se lavan las manos y evaden el compromiso y menos los que no toman partido hasta marcharse!
Tal vez o quizá, el último poema que quiso escribir Mario Benedetti y no lo hizo, porque lo guardó para anunciarlo en la Pradera, pudo haber sido una nueva versión de la táctica y la estrategia: “Fusiles y libros, más balas que flores en manos de proletarios, y una rebelión de esclavos decididos a ser libres del capitalismo salvaje. ¡He allí la táctica que un día triunfando morirá para no volver! Derrota del capitalismo, construcción del socialismo, renacer de todas las flores, de la vida y la libertad, de la alegría y la solidaridad, y vayan todas al comunismo. ¡He allí la estrategia que un día triunfará para vivir en ella, con ella y por ella!”
No hay luto en la poesía sino en el corazón de los sobrevivientes al poeta muerto. Mario Benedetti se marchó en la táctica para que su poesía viva en la estrategia.