La socialdemocracia revolucionaria explicada a “Debate Socialista”, con el perdón de Flora Tristán y Rosa Luxemburgo


La emancipación de los trabajadores debe ser obra de los trabajadores mismos”. Esta frase retumba aún desde los Estatutos de la Primera Asociación Internacional de los trabajadores (1864) hasta la actualidad. El enunciado sigue colocando el poder del polo asalariado, el control obrero y los consejos de trabajadores como eslabones claves de la socialización económica frente a las estatizaciones, mal llamadas “nacionalizaciones”. Trotsky es su Programa de Transición (1938) vuelve sobre el punto, ya metabolizada la contra-revolución estalinista y su famosa Constitución de 1936:La elaboración de un plan económico, así sea el más elemental, desde el punto de vista de los intereses de los trabajadores y no de los explotadores, es inconcebible sin control obrero, sin que la mirada de los obreros penetre a través de los resortes aparentes y ocultos de la economía capitalista. Los comités de las diversas empresas deben elegir, en reuniones oportunas, comités de trusts, de ramas de la industria, de regiones económicas, en fin, de toda la industria nacional, en conjunto. En esa forma, el control obrero pasará a ser la escuela de la economía planificada. Por la experiencia del control, el proletariado se preparará para dirigir directamente la industria nacionalizada cuando la hora haya sonado”.  

Quedaba clara la diferencia entre las nacionalizaciones reformistas de las expropiaciones socialistas: “La diferencia entre estas reivindicaciones y la consigna reformista demasiado vieja de “nacionalización” consiste en que: 1) Nosotros rechazamos la indemnización; 2) Prevenimos a las masas contra los charlatanes del Frente Popular que, mientras proponen la nacionalización en palabras, siguen siendo, en los hechos, los agentes del capital; 3) Aconsejamos a las masas a contar solamente con su fuerza revolucionaria; 4) ligamos el problema de la expropiación a la cuestión del poder obrero y campesino”.   

No profundizaremos aquí  sobre las propuestas de Korsch, Adler o Pannekoek sobre la socialización económica, ni sobre el correlato político sugerido por Cerroni: auto-gobierno de las masas, nada de sustituciones burocráticas, ni aparatos despóticos. El debate sobre la relación Poder del Estado-Carácter de clases en la temática de las socializaciones y nacionalizaciones queda claramente planteado. Un enfoque contra-hegemónico plantea una radical transformación democratizadora del Estado como condición necesaria para que la nacionalización no se vaya por el camino del estatismo, sino por el camino de la socialización, por el control directo de las clases subalternas de la gestión económica.  

Pero apreciemos la vulgar maniobra de montaje textual (típica de los Equipos de Operaciones Psicológicas-OPSYS) que se utiliza para descalificar a quienes participamos en el debate del CIM: Intelectuales, Democracia y Socialismo en el reciente número de “Debate Socialista”. Con referencia  al tema de LA PROPIEDAD PRIVADA DE LOS MEDIOS DE PRODUCCIÓN plantean:

 

UNT JAVIER BIARDEAU (¿CIM?)
… los demócratas sociales buscamos aproximación a la justicia en el marco de la economía mixta, independientemente de que la forma de propiedad predominante sea pública o privada. La cooperación entre ambas se regirá por reglas de juego confiables, sólidas y la propiedad privada será respetada. ¿Dónde se está discutiendo sobre el tránsito de la propiedad privada de los grandes medios de producción a las diferentes modalidades de propiedad social? Hay que distinguir que nacionalizaciones no son socializaciones.  
 

Estimado lector, usted compare. Para los camaradas del “Debate Socialista”, allí se esconde la semilla del mal socialdemócrata. ¡En atreverse a preguntar! Y si usted encuentran una similitud allí, entonces, peligro, alerta, cuidado! Estos paranoicos caza-fantasmas socialdemócratas experimentan un agudo sectarismo de capilla, reviviendo los estilos de tratamiento de matices, diversidad y diferencias de criterios que rememoran los peores momentos de la izquierda sin futuro del siglo XX. Camaradas, asuman la diversidad de pensamientos críticos y revolucionarios en la construcción de la unidad de acción revolucionaria. No estigmaticen el debate, no asuman funciones policiales. No debo recordarles a los camaradas las implicaciones del artículo 131 de la constitución estalinista de 1936:  

Todo ciudadano de la URSS tiene el deber de cuidar y fortalecer la propiedad social, socialista, como base sagrada e inviolable del régimen soviético, como origen de la riqueza y del poderío de la patria, como fuente de una vida acomodada y culta para todos los trabajadores. Los individuos que atentan contra la propiedad social, socialista, son enemigos del pueblo.”  

Esta conciencia compulsiva del deber (¿recuerdan el código moral del constructor del comunismo del XXI Congreso del PCUS?) hace del “socialismo de Estado” un socialismo policial, despótico y proclive a la criminalización. No es hora de contrabandos ideológicos del siglo XX. O inventamos o erramos. 

Trotsky, que conocía perfectamente lo que significaba una “revolución traicionada” y los métodos policiales del camarada Stalin, agregaba al debate sobre nacionalizaciones lo siguiente: Para rehabilitar el programa socialista a los ojos de los campesinos es preciso desenmascarar implacablemente los métodos stalinistas de colectivización, dictados por intereses de la burocracia y no los intereses de los campesinos y de los obreros. 

Ya sabía Trotsky lo que significaba estatización autoritaria y poder de la burocracia, frente al poder de los obreros y campesinos. Marx, Engels, Korsch, Adler, Trotsky y Pannenkoek desde perspectivas distintas tenían claridad sobre una cuestión estratégica: ¿Son equivalentes la socialización de las nacionalizaciones-estatizaciones? Socializaciones, control obrero, autogestión, consejos de fabrica, consejos obreros no equivalen a “nacionalizaciones”. No teman a la subjetividad antagonista de la estructura de mando del capital. Meszaros lo dice con lucidez. El sovietismo fue una personificación del Capital, del capitalismo colectivo ideal, con explotación salarial incorporada.  

Mucho antes, Engels lo decía con extraordinaria ironía: (…) desde que Bismarck emprendió el camino de la nacionalización, ha surgido una especie de falso socialismo, que degenera alguna que otra vez en un tipo especial de socialismo, sumiso y servil, que en todo acto de nacionalización, hasta en los dictados por Bismarck, ve una medida socialista. Si la nacionalización de la industria del tabaco fuese socialismo, habría que incluir entre los fundadores del socialismo a Napoleón y a Metternich. Cuando el Estado belga, por razones políticas y financieras perfectamente vulgares, decidió construir por su cuenta las principales líneas férreas del país, o cuando Bismarck, sin que ninguna necesidad económica le impulsase a ello, nacionalizó las líneas más importantes de la red ferroviaria de Prusia, pura y simplemente para así poder manejarlas y aprovecharlas mejor en caso de guerra, para convertir al personal de ferrocarriles en ganado electoral sumiso al gobierno y, sobre todo, para procurarse una nueva fuente de ingresos sustraída a la fiscalización del Parlamento, todas estas medidas no tenían, ni directa ni indirectamente, ni consciente ni inconscientemente nada de socialistas. De otro modo, habría que clasificar también entre las instituciones socialistas a la Real Compañía de Comercio Marítimo, la Real Manufactura de Porcelanas, y hasta los sastres de compañía del ejército, sin olvidar la nacionalización de los prostíbulos propuesta muy en serio, allá por el año treinta y tantos, bajo Federico Guillermo III, por un hombre muy listo.”(Del socialismo Utópico al Socialismo Científico).  

El propio Engels coloca la distinción Socialización/Nacionalización en el debate socialista. Si, el socialdemócrata revolucionario Engels, tanto como Rosa Luxemburgo, o como Lenin, en aquel partido obrero socialdemócrata ruso hasta su séptimo congreso en 1918. ¡Oh sorpresa, la palabra socialdemócrata!  

No haremos un montaje deliberado de enunciados sobre la democracia social y la socialdemocracia en 1890 con los adecos del UNT en Venezuela. Ese tipo de operaciones-montaje la realizan los equipos de operaciones psicológicas, tipo Globovisión o CNN, por ejemplo. No somos tan ingenuos, sabemos el objetivo, el método y las técnicas de “propaganda liberadora”: edición, descontextualización, asociación, manipulación de percepciones, segmentación arbitraria, encuadramiento comunicativo, etc. Todo para diseminar una tesis con claro propósito de liquidación política: hay intelectuales asociados a la “fracción política del CIM” que son tan socialdemócratas como los hijastros de Manuel  Rosales y Ramos Allup. La vieja táctica del social-fascismo del estalinismo.  

Por ese camino llegaremos a la siguiente conclusión: el Primer Plan Socialista del Gobierno Revolucionario del Comandante-Presidente Chávez (le sugiero que lo lean), lo elaboró la Comisión de doctrina de UNT; es decir, lo hizo Demetrio Boersner y su equipo; y la AN que lo aprobó le pasaron una bola de humo. ¡Que estupidez! 

Engels, mas preclaro que nuestros camaradas, planteaba que las fuerzas productivas no pierden su condición de capital al convertirse en propiedad del Estado. Pues el Estado capitalista moderno es una organización creada por la sociedad burguesa para defender las condiciones exteriores generales de reproducción del modo capitalista de producción. El Estado capitalista moderno, cualquiera que sea su forma, es el capitalista colectivo ideal. Y cuantas más fuerzas productivas asuma en propiedad, tanto más se convertirá en capitalista colectivo y tanta mayor cantidad de ciudadanos explotará. Allí, los obreros siguen siendo obreros asalariados, proletarios. La relación capitalista, lejos de abolirse con estas medidas, se agudiza, llega al extremo, a la cúspide.  

Engels, con su particular visión de la dialéctica histórica objetiva suponía que al llegar a la cúspide, se derrumba (Algo semejante pensaba Lenin del Capitalismo Monopolista de Estado). Decía Engels (desde nuestro punto de vista, ingenuamente): “La propiedad del Estado sobre las fuerzas productivas no es solución del conflicto, pero alberga ya en su seno el medio formal, el resorte para llegar a la solución”.  

Engels no conocía ni el Planismo, ni el Keynesianismo, ni el corporativismo fascista. El capitalismo de estado no era la antesala del socialismo, sino su liquidación por parte de la tecno-estructura (Galbraith). Para evitar esto, no hay más que un camino: que la sociedad, abiertamente y sin rodeos, a través de una nueva hegemonía popular, democrática y revolucionaria tome posesión de esas fuerzas productivas. Esto es la socialización desde abajo, con control obrero, con consejos obreros y comunas campesinas. ¿Socialdemocracia?  

Lo que los caza-fantasmas socialdemócratas no encuentran es la solidaridad estrecha entre el estalinismo y el reformismo socialdemócrata con relación al capitalismo colectivo ideal: la tecno-burocracia. Aunque ciertamente, la socialdemocracia reformista conservó la cascara legitimadora de la democracia representativa y su legalidad burguesa (algo que la regresión estalinista convirtió en deformación despótico-burocrática, en “legalidad socialista” y crisis permanente de legitimidad).  

El asunto clave sigue siendo la composición social y de clase del bloque social dominante que controla el poder del Estado, o en palabras más sencillas: ¿Cuales clases controlan efectivamente las “nacionalizaciones” administradas por el Estado?, ¿Cuál es el carácter de clase del Estado que impulsa la lucha por la “propiedad social”?  

Finalmente, para que no quede duda. Vuelvo a plantear un tema-tabú para muchos revolucionarios en Venezuela: ¿vamos a copiar el guión revolucionario y el modelo socialista de Cuba? Yo insisto, no creo necesario que nosotros carguemos con la defensa del legado histórico de la Revolución Cubana, que vive una profunda encrucijada histórica en su renovación socialista. La solidaridad no implica un espíritu a-crítico, ciego, sordo y mudo. Las fallas o debilidades de la revolución cubana no deben convertirse en lastres de la revolución venezolana. Ni Cuba es una sociedad que ha culminado el tránsito socialista ni Venezuela tiene que copiar modelos.  

Nuestro peor enemigo de siempre se esconde en la falta de voluntad para construir un pensamiento crítico socialista, creador, heterodoxo, radical, que permita construir una amplia hegemonía democrática y socialista. Y esto implica alianzas sociales y políticas amplias en la construcción de un nuevo bloque histórico nacional-popular, bolivariano y revolucionario. El nuevo socialismo del siglo XXI no se construirá desde una sola vox, sino desde múltiples voces. El Debate esta abierto, y que la  revolución de nuevas practicas y discursos nos permitan superar el lastre del socialismo burocrático del siglo XX. ¡Insumisos e insumisas del mundo, Uníos! ¡Democracia socialista o barbarie!



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Javier Biardeau R.

Articulista de opinión. Sociología Política. Planificación del Desarrollo. Estudios Latinoamericanos. Desde la izquierda en favor del Poder constituyente y del Pensamiento Crítico

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