No se puede arrojar contra los obreros insulto más grosero ni calumnia más
indigna que la frase “las polémicas teóricas son sólo para los académicos”.
Rosa Luxemburgo: Reforma o revolución
¿Es el proyecto socialista la mayor ampliación de la hegemonía democrática, o es la liquidación de toda democracia, en manos de una hegemonía autoritaria y burocrática? Esta pregunta encierra una polémica teórica con profundas consecuencias en la praxis política de cualquier proceso revolucionario. Los doctrinarismos llevan agua al molino de la disciplina compulsiva y de los estereotipos negativos, al descalificar a quienes osen con problematizar, preguntar y cuestionar sobre aspectos del proceso de transformación. Olvidan aquella frase del cubano Jorge Fraga en su polémica de 1963 contra la ortodoxia en el terreno de las formas ideológicas y expresiones culturales: “El «culto a la personalidad» no es otra cosa que la fase superior del sectarismo”. Una cosa es el apoyo crítico al liderazgo político (si es amplio, crítico-dialógico y colectivo, mejor), otra el fanatismo y el establecimiento del culto a la infalibilidad del liderazgo político, mucho más si se concentra en un sola persona. Tal vez omite esta “fase superior del sectarismo”, que todas las expresiones del marxismo crítico destacaron la impugnación al personalismo, al bonapartismo y a cualquier culto del “principio del líder”, de cuño populista, despótico y fascistoide.
Lo hemos planteado reiteradamente: la exaltación ideológica de cualquier mito cesarista es un componente central de una tendencia de pensamiento reaccionario. El estalinismo puede transfigurarse en cualquier figura de “grandes timoneles” y “padres providenciales”, reposando en el desconocimiento de una teoría crítica de la subjetividad social, reforzando la profunda debilidad de un proceso revolucionario que no se sustente en el protagonismo popular, organizado, movilizado y con conciencia crítica del proyecto de emancipación social, articulado a centros de dirección política y liderazgo ético-cultural, incluso encarnado en rostros visibles, pero no a “personajes totémicos”, que se proyectan “más allá de lo humano y lo divino”. No hacemos concesiones a la adulancia, ni a la sumisión ni a los promotores de un mito reaccionario. Una revolución socialista es un inédito acto de liberación del cuerpo y la palabra, de la subjetividad y de la intersubjetividad histórica, de multitudes en movimiento. Es la más profunda subversión de las cadenas de la dominación, la represión y la opresión social, sedimentadas en la memoria de los cuerpos. “La vida socialista exige una completa transformación espiritual de las masas degradadas por siglos de dominio de la clase burguesa.
Los instintos sociales en lugar de los egoístas, la iniciativa de las masas en lugar de la inercia, el idealismo que supera todo sufrimiento.” Que todo esto encalle en formas de estadolatría o en cultos a la personalidad, constituyen tragedias no ausentes de la experiencia histórica. De allí la importancia del pensamiento crítico de Rosa Luxemburgo como aporte para animar una cultura socialista democrática. Sin una amplia democracia socialista, como base de la vida política creciente de las masas trabajadoras, sólo resta la consolidación de una burocracia estatal. Esa democracia socialista no es algo que comienza después de construidas las bases de la economía socialista, sino que se desarrolla simultáneamente en la construcción del socialismo. Decía Luxemburgo: “[...] la democracia socialista no es algo que recién comienza en la tierra prometida después de creados los fundamentos de la economía socialista, no llega como una suerte de regalo de Navidad para los ricos... La democracia socialista comienza simultáneamente con la destrucción del dominio de clase y la construcción del socialismo.
Comienza en el momento mismo de la toma del poder por el partido socialista. Es lo mismo que la dictadura del proletariado.” Confiaba Luxemburgo en aquel momento, que la “dictadura revolucionaria del proletariado”, como la denominó en una ocasión Marx, no se transformaría en una dictadura sobre el proletariado. Muchas lecciones se han acumulado desde aquel momento. A diferencia de quienes contraponían con simpleza la dictadura del proletariado a la democracia liberal-burguesa (Lenin contra Kautsky, y viceversa), Luxemburgo planteó: “[...] siempre hemos diferenciado el contenido social de la forma política de la democracia burguesa; siempre hemos denunciado el duro contenido de desigualdad social y falta de libertad que se esconde bajo la dulce cobertura de la igualdad y la libertad formales. Y no lo hicimos para repudiar a éstas sino para impulsar a la clase obrera a no contentarse con la cobertura sino a conquistar el poder político, para crear una democracia socialista en reemplazo de la democracia burguesa, no para eliminar la democracia.” Para Luxemburgo, la democracia es un valor sustancial que no puede comprenderse en el sentido abstracto de la tradición liberal, en el que la universalización de la ciudadanía y el voto bastarían para constituir una entidad política en “democrática”. La crítica de Rosa está configurada como advertencia a los riesgos derivados de una revolución que suprime derechos y libertades, no ya para los restos de la burguesía, sino incluso para los miembros de las clases subalternas que esa revolución encarna: “La libertad sólo para los que apoyan al gobierno, sólo para los miembros de un partido (por numeroso que este sea) no es libertad en absoluto.
La libertad es siempre y exclusivamente libertad para el que piensa de manera diferente. No a causa de ningún concepto fanático de la “justicia”, sino porque todo lo que es instructivo, totalizador y purificante en la libertad política depende de esta característica esencial, y su efectividad desaparece tan pronto como la “libertad” se convierte en un privilegio especial.” ¿Cómo debe desenvolverse, entonces, la vida pública en el socialismo? Elecciones generales, irrestricta libertad de prensa y reunión, libre debate de opiniones... Lo contrario es la muerte de la vida política y la entrega del poder, por omisión, a una burocracia formada por unos pocos dirigentes, con una parte de la clase obrera sometida al rol de “órgano de aclamación”, habilitado únicamente para aprobar por unanimidad las decisiones de los jefes. Para Luxemburgo, se trataría de una dictadura de un grupo de políticos, es decir una dictadura en el sentido burgués, en el sentido del gobierno de los jacobinos... Democracia socialista es construcción de una economía socialista junto al gobierno de multitudes, gobierno de mayorías populares, con pleno ejercicio de garantías, libertades políticas y derechos democráticos.
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