Contra-hegemonía:

Plataforma teórica revolucionaria

No basta luchar contra el neoliberalismo. Esto es indispensable y urgente. Tampoco basta luchar contra el imperialismo y el colonialismo. Esto es todavía más indispensable y urgente. Pero hay actividades que además de urgentes, son fundamentales. Luchar contra el capitalismo moderno-colonial, por ejemplo.

Se escuchan voces que demandan una “teoría” y una “práctica” revolucionarias. Por cierto, esta demanda tiene un grano de validez. Cada vez es más necesaria una praxis revolucionaria consistente para el siglo XXI. Pero el asunto es que la vieja teoría revolucionaria no es ni deseable ni adecuada para enfrentar los retos revolucionarios del siglo XXI.

Tampoco podemos esperar un nuevo socialismo factible desde una voz profética que genere una amalgama o bricolaje revolucionario. Puede llegar a ser eficaz como mito movilizador, pero no como programa teórico revolucionario. Ningún líder, por mayores cualidades que tenga, sustituye la responsabilidad colectiva de construir una plataforma teórica revolucionaria. Más aún cuando el gran relato teórico que articulaba la emancipación social en el siglo XX luce derruido.

Ya no es posible esperar de estas ruinas ideológicas un catálogo de dogmas a ser aplicados. Ninguna impostura revolucionaria, como la mitología marxista-leninista (Diamat/Hismat), puede ser ya resucitada, sin prefigurar un terrible fracaso colectivo. No hay ni pre-diseño ni prefabricación, no hay teoría disponible para ser ensamblada y aplicada, no hay “cadena de montaje en el terreno teórico (metáfora del fordismo periférico o ensamblaje descalificado, una suerte de trasvase de teoría revolucionaria por “sustitución de importaciones”).

Se requiere de un esfuerzo de originalidad, creatividad y cualificación, de potencia intelectual colectiva, para construir la plataforma teórica revolucionaria. Cualquier escuela de cuadros debe darse por enterada. La historia de la izquierda venezolana muestra en el ámbito de sus organizaciones políticas, con notables excepciones de intelectuales, que la problemática teórica ha jugado el papel de vagón de cola de la revolución venezolana. No son casuales sus resultados prácticos para proponer alternativas históricas deseables, factibles y posibles. Desde la recepción más o menos refleja de la codificación bolchevique del pensamiento socialista revolucionario a principios del siglo XX, hasta el revisionismo marxista venezolano, producto del desprendimiento crítico de la tutela del marxismo soviético, no existen bloques intelectuales orgánicos que prefiguren un programa teórico-revolucionario para Venezuela. Hay marxistas críticos notables, pensadores socialistas realengos, trabajos puntuales de alto valor intelectual y político, pero no existe una red de trabajo intelectual orgánico al bloque nacional-popular que esté prefigurando una agenda teórica revolucionaria con incidencia estratégica.En Venezuela la consigna ha sido: “sin teoría revolucionaria, échele bolas a la praxis revolucionaria”. Los resultados son evidentes.

Ojo, no se esta llamando a la resurrección de desgastadas fórmulas de divertimiento académico. Una praxis revolucionaria vaciada de planos teóricos mínimos se vacía del espíritu crítico que condensa y hace posible condiciones prácticas para una sociedad-otra frente al capital. No hay carta teórico-revolucionaria bajo la manga. No hay doctrina filosófica-política, ni a la derecha ni a la izquierda, ni en las academias del Norte o del Sur, que no esté sufriendo los demoledores síntomas de las crisis de fundamentos de la modernidad occidental. La ciencia del siglo XIX ha sufrido una conmoción de sus cimientos epistémicos, dando lugar a formas de pensamiento complejo que luchan contra los dispositivos tecno-científicos que domina la producción oligopolica de conocimientos. En esos escenarios de lucha, no juega un pito el llamado “socialismo científico”.

Por tanto, el escenario es otro y las soluciones requieren algo distinto a guiones prefabricados. Se requiere una plataforma de diálogo, conjunción e inclusión de pensamientos revolucionarios, sin mayor exigencia que el rigor, la consistencia, la criticidad de los saberes. Nada de jerarquías ni argumentos de autoridad. Las corrientes que se reclaman de un marxismo crítico y revolucionario son un legado ineludible. Las ciencias sociales e históricas críticas, desde opciones epistemológicas, teóricas y metodológicas que cuestionan el modo dominante de producción de conocimientos son fundamentales. La teoría crítica radical, moderna o posmoderna, cuestionando las bases burocrático-instrumentales de las ciencias funcionales a la dominación es indispensable. Las ciencias llamadas “duras”, formales y fácticas, apropiadas desde una racionalidad crítico-dialógica cumplen un papel privilegiado en tiempos crisis ecológica. Las diferentes legados y herramientas teóricas que construyen los movimientos sociales y nacional-populares desde sectores estudiantiles, campesinos, obreros, indígenas, ecologistas, religiosos, militares o profesionales críticos son mucho mas que necesarias. Finalmente, el legado de los saberes populares, las etnociencias, los conocimientos milenarios descalificados en la clasificación dominante del saber, requieren inclusión, reconocimiento y valorización en una plataforma teórica revolucionaria que asume abiertamente la interculturalidad.

Se trata de la articulación de actividades práctico-sensibles e intelectuales, nodos de diálogo crítico, conjunción e inclusión de saberes, conocimientos y teorías de resistencia e insurgencia contra-hegemónica. Allí se juega la posibilidad y viabilidad de la plataforma teórica revolucionaria, la posibilidad misma de socavar el saber-conocimiento hegemónico, de la crítica-dialógica del pensamiento orgánico socialista, democrático, intercultural y ecológico para el siglo XXI.


jbiardeau@gmail.com


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Javier Biardeau R

Articulista de opinión. Sociología Política. Planificación del Desarrollo. Estudios Latinoamericanos. Desde la izquierda en favor del Poder constituyente y del Pensamiento Crítico

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