Al parecer
en Venezuela, el pensamiento crítico socialista (que desde ahora solo
podrá llamarse Eco-Socialista) comenzará a salir de su inmadurez
política y ético-cultural en la que se encuentra sumergido desde décadas,
cuando logre romper su lamentable seguidismo ideológico, su dependencia
y colonialismo intelectual, su infantilismo para consumir guiones, recetas
y tantos “calcos y copias”. Hasta ahora ha demostrado su inocultable
incompetencia para abordar las tendencias del presente histórico, que
afectan la configuración de pensamientos autónomos, consistentes y
con cierta profundidad. Se trata nada más y nada menos que confrontar
resistencias y censuras, que además impiden cuestionar y cuestionarse
hasta la raíz, que sirven a cualquier dogmatismo o vulgarización,
o a lo que es peor, a cualquier “programación ideológica”, de
acuerdo a lo revelado por una semiótica política de los registros
imaginarios y simbólicos. La historia de la izquierda revolucionaria
en América Latina es la historia de su primigenia bolchevización y
de su coloniaje histórico-cultural. Repetir a estas alturas, como reflejos
condicionados, creencias y consignas que giran en círculos viciosos
sobre la tesis de la “veneración supersticiosa del Estado”,
o sobre la llamada “moral de constructor del comunismo” propia
del “marxismo soviético”, sin comprender la necesaria transformación
democratizadora del Estado, o la reflexión crítica a fondo sobre el
carácter libertario de la ética eco-socialista labrada desde nuevos
imaginarios populares, hacer perder la mira sobre la urgente socialización
del poder (¡oh, el temido poder!), para ir demoliendo el sello
de dominación de clase, de negación cultural y discriminación social
que caracterizan a nuestros tejidos sociales y políticos. Para comprender
que hay un “más allá del Estado” en la gestión social
de modos alternativos de producción, apropiación, distribución e
intercambio, para un “más allá
del Capital” que deviene, ante la crisis ecológica mundial, necesariamente
post-productivista y post-consumista (¿Qué significa hoy “Desarrollo
Socialista”?...pues nada). Sin comprender finalmente, las líneas
de fuerza ni los campos de batalla que se perfilan bajo el colapso de
la matriz epistémica de la Modernidad occidental, de la cual los nombre
propios y singulares de Marx y Engels, bebieron, y también se intoxicaron
(Marx/Engels: ideólogos de la Modernidad euro-céntrica/apología de
las fuerzas productivas del Capital, podría ser el título de cualquier
foro). El horizonte eco-socialista no puede orientarse por derruidos
faros ideológicos que no llevan sino a naufragios colectivos. No basta
masticar alguna que otra frase extraída de cualquier manual que comience
con el rimbombante subtítulo: “Academia de Ciencias de la URSS”,
o con compilaciones estructuradas por una nada inocente mano política:
“Marx, Engels y Lenin-Fundadores del Socialismo Científico”.
Dejémonos de idioteces. Ni siquiera son banales ideologizaciones. Son
idiota-logiciales: “Socialismo-tips”. No nos hagamos los locos.
No es tiempo de citas de autoridad, sino de pensar de verdad-verdad,
de ejercer las soberanías cognitivas, sin las cuales las demás soberanías
son subterfugios de la sumisión. Se trata de desaprender casi todo
lo que significó el imaginario y el lenguaje del socialismo realmente
inexistente, que fabuló que existió “socialismo” por simple
mimetismo político-cultural, o por caligrafía literaria de un pensamiento
domesticado para cambiar la vida. No solo se trata de dar cuenta del
derrumbe del “socialismo real” (1989). El patético asunto es que
esos regímenes político-económicos no fueron nunca sino caricaturas
de socialismo, o a lo sumo auténticos “Socialismo de Estado”
(1920) (y la tragedia de muchos que se creyeron el relato o se lo siguen
creyendo); es decir, de electrificación sin soviets, sin democracia
socialista. Allí esta la clave, no en la propiedad estatal, ni en un
remix de la moral soviética. Esta en la cruda ausencia de democracia
socialista. Recordando para fines de polémica dialógica, palabras
del singular Pannekoek: “En
el sistema del socialismo de Estado, es esta burocracia de funcionarios
la que, considerablemente ampliada, dirige la producción. Estos disponen
de los medios de producción, tienen el comando supremo del trabajo.
Deben ocuparse de que todo marche bien, administran el proceso de producción
y determinan la distribución del producto. Así, los trabajadores han
encontrado nuevos dueños, que les asignan sus salarios y guardan a
su disposición el resto de la producción. Esto significa que los trabajadores
aún son explotados; el socialismo de Estado puede llamarse también
con razón capitalismo de Estado, de acuerdo con el
énfasis que se dé a sus diferentes partes, y con la mayor o menor
influencia que se adjudique a los trabajadores.” Pannenkoek lanzaba
su dardo contra la socialdemocracia y el llamado socialismo soviético:
“A la clase trabajadora no pueden liberarla otros; sólo puede
liberarse por sí misma”. Allí se juega la polémica sobre el
“Adiós al proletariado” (Gorz). ¿Fue un adiós o un hasta luego?
Apenas se asoma la muchedumbre: ¡Oh, peligrosa turba! ¡Oh, condenados
de la tierra! ¡Y además osan a gobernarse por si mismos! ¡Oh, cadáver
insepulto de la multitud!
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