¿Socialismo “calco y copia”?

“CÓDIGO MORAL DEL CONSTRUCTOR DEL COMUNISMO: Compilación de los principios- científicamente fundamentados– de la moral comunista, contenidos en el Programa del Partido adoptado en el XXII Congreso del P.C.U.S., en octubre de 1961. El código contiene los principios siguientes: fidelidad a la causa del comunismo, amor a la patria socialista, a los países socialistas; trabajo consciente en bien de la sociedad –quien no trabaja, no come–; preocupación de cada individuo por conservar y multiplicar el bien común; elevada conciencia del deber social, intolerancia con cuanto represente un perjuicio para los intereses sociales (…)” (Rosental-Ludin; 1965)

¿Puede el esbozo de un proyecto de revolución democrática, descolonizadora y eco-socialista ser una reproducción del socialismo burocrático del siglo XX? La respuesta es un no rotundo, lo cual significa que la imposibilidad de construir estrategias socialistas democráticas innovadoras, pueden derivar en un colapso de la vía venezolana al socialismo. Invocar las viejas retóricas revolucionarias del estalinismo o del marxismo soviético, no califican a ningún discurso para la construcción de una “democracia social y participativa”, como fue el propósito originario del poder constituyente en 1999. Puede ocurrir todo lo contrario, y debe evitarse un camino de fracasos. Tanto el capitalismo neoliberal como el socialismo burocrático de tipo soviético, son expresiones de barbarie. El análisis de la constitución política de los sentidos y significaciones sociales es una herramienta importante para el comprender las redes imaginarias y simbólicas de los proyectos hegemónicos y contra-hegemónicos. La construcción del proyecto socialista venezolano no escapa a estas consideraciones. Hay quienes han llamado a este proceso: “batalla de las ideas”, otros “ideologización”, también “hegemonía ideológica y comunicacional”, pero sin duda existe tanto una dialéctica de los valores en conflicto como una polémica dialógica, que atraviesan el campo de las señales, signos y símbolos. Nadie duda que el Presidente Chávez ha colocado un conjunto de significaciones en los procesos de comunicación política del país: prenociones, consignas, términos, conceptos acerca del socialismo bolivariano.

El debate ha comenzado y las diversas voces y corrientes, tanto del campo opositor como bolivarianos, es sus expresiones radicales o moderadas, así como los nada insignificantes segmentos no alineados, han participado en la polémica dialógica sobre el socialismo que se está construyendo. Pero la realidad del debate socialista no puede ignorar un episodio histórico que lo condiciona en gran medida: el colapso del socialismo burocrático en el campo soviético Diversos actores, movimientos y fuerzas sociales comienzan a apelar a repertorios simbólicos y marcos conceptuales para dar cuenta de la situación y para legitimar sus acciones. Desde el anticomunismo más ramplón hasta la más recalcitrante sovietología tropical, existe toda una suerte de redistribución de posturas que se asumen en la arena pública. Hemos intentado desenmascarar y desmantelar el contrabando del “marxismo soviético”, al cuestionar sin ambigüedades una moral compulsiva de tipo soviético calcada del XXII Congreso del PCUS de 1961, como una comprensión de la propiedad social socialista limitada a la estatización-nacionalización de la propiedad de los medios de producción. Así mismo, hemos cuestionado cualquier dogmatica ideológica, así sea perversamente justificada a través de la figura histórica del Che Guevara.

Por ese camino, se le da fuerza a la campaña de satanización que desde diferentes frentes de batalla opera la ofensiva imperial-oligárquica contra la insurgencia contra-hegemónica y democratizadora de los movimientos nacional-populares en América Latina y el Caribe. Pero adicionalmente, hay un frente de batalla en el propio pensamiento crítico socialista. No puede confundirse una modalidad de polémica de ideas en el propio campo democrático, nacional-popular y socialista, con la imposición de una versión vulgarizada y simplona de la ideología revolucionaria. Una cosa es administrar consignas, otra cosa es repensar las concepciones del socialismo.

Lo diremos de manera muy sintética: existe evidencia histórica irrefutable que prueba que la tesis de la llamada “elevada conciencia del deber social” es una frase-consigna que corresponde a la llamada concepción marxista-leninista soviética en el período de Kruschov, y del llamado “Código moral del edificador del comunismo”. Datos: materiales del XXII Congreso del PCUS (1961), elaboraciones filosóficas de Shishkin (1955,1959, 1961) y Sharia, Tugarinov, referidos por la investigación de Kamenka (1962), hasta llegar al Diccionario de filosofía de Rosental-Ludin (1965) y los textos de Afanasiev (1977). Cuando el Che manejó el termino “conciencia del deber social” lo hizo sobre un suelo de prenociones dominados por la literatura soviética (Sobre el sistema presupuestario de financiamiento; 1964). No basta el calco y copia; necesaria es la creación heroica, sobre todo para una lucha con eficacia política y calidad revolucionaria ante la ofensiva del imperio..

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Javier Biardeau R.

Articulista de opinión. Sociología Política. Planificación del Desarrollo. Estudios Latinoamericanos. Desde la izquierda en favor del Poder constituyente y del Pensamiento Crítico

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