Profundizar en el estudio de las transiciones:
No estamos de acuerdo con un formato de socialismo entubado por un pequeño grupo de decisión política. Hay que abrir el debate a múltiples voces, al amplio espectro de fuerzas sociales y políticas, a los movimientos sociales y populares. En términos teórico-ideológicos, no estamos de acuerdo con el monismo ideológico-doctrinario, que exista una única y verdadera teoría socialista basada en el marxismo-leninismo ortodoxo, fruto de Stalin y legitimada por toda la ortodoxia bolchevique. No hay un solo ABC del socialismo. Hay una pluralidad de puntos de vista e interpretaciones críticas a la luz del colapso del campo del socialismo burocrático.
Así mismo, hay que profundizar en el análisis del pensamiento crítico marxiano y socialista, someterlo a profundas críticas, a profundos análisis y revisiones, contextualizarlo, comprenderlo en sus circunstancias, para lograr interpretarlo en su historicidad concreta. Por tanto, es necesario leer críticamente los escritos de Marx, Engels, Luxemburgo, Labriola, Plejanov, Korsch, Lukacs, Korsch, Gramsci, Gorter, Pannekoek, Kollontai, Trotsky, Lenin, Bujarin. Des-dogmatizar todo el patrimonio intelectual del pensamiento socialista. Evitar las indigestiones doctrinarias y los vocabularios de secta. Revisar las razones del colapso temprano de la URSS como polo socialista, los factores objetivos y subjetivos de su deformación temprana (la cual ubicamos mucho antes de la NEP), su dinámica histórica, sus rasgos característicos, su crisis, sus posteriores intervenciones militares de gran potencia en países que intentaron construir un socialismo con particularidades nacionales. Pero sin historias de aparato, sin cuentos de burócratas, sin relatos complacientes.
También, hay que comprender los avances sociales de países de la orbita capitalista luego de la segunda guerra mundial, de aquellos países que lograron construir capitalismos regulados, con democracias liberales, con altos niveles de desarrollo humano, con políticas distributivas y redistributivas activas con fuerte intervención y planificación estatal en sus economías.. Esos no son cuentos, son hechos históricos completamente verificables en cualquier estadística del desarrollo humano. Cualquier estrechez mental en este terreno impedirá comprender las razones del fracaso u éxito en la conquista de mayores oportunidades sociales, culturales, económicas y políticas para las mayorías populares de un país. Cualquier dogmatismo impedirá un análisis descarnado de los Capitalismo (s) y de los Socialismo (s) históricos, sus características, semejanzas y diferencias, logros y fallas. No es lo mismo EE.UU que Noruega, ni Cuba que Corea del Norte. Hay que comprender diferencias específicas.
Pero tan importante como todo esto, hay que descolonizar el patrimonio intelectual del pensamiento socialista, democrático y libertario. Esto quiere decir comprender su inculturación, a partir de recepciones diversas en América Latina y el Caribe. No somos una simple prolongación espiritual de Occidente, somos mucho más que Occidente, de allí la riqueza de las civilizaciones, culturas y naciones africanas, árabes, orientales y sobre todo, de los pueblos originarios que mueven heterogéneas y entrecruzadas configuraciones culturales, en el interior de las matrices simbólicas e imaginarias de la América profunda. Es en este trasfondo político-cultural, donde se comprende la inculturación del pensamiento socialista europeo. Revisar las circunstancias que impusieron una versión dominante del marxismo-leninismo de la III internacional en la región desde 1930, así como analizar los focos de pensamiento crítico socialista que plantearon divergencias con el seguidismo ideológico a Moscú. Estudiar a los herejes como Mariátegui, que pensaron con cabeza propia y para la problemática específica de sus realidades nacionales. Reconocer sus alcances y límites como pensamiento crítico, sus aportes y falencias.
En fin, realizar lecturas abiertas, sin dogmas, comprendiendo que el asunto es la reinvención del patrimonio crítico del ideario socialista, democrático y libertario en su conjunto, pero en función de proyectos hegemónicos específicos, que apuntan a una agenda de reconstrucción de pueblos-naciones dislocados, fracturados y empobrecidos, tanto por el efecto de las políticas neoliberales, en el continente latinoamericano y en los países del Sur, como por la dominación histórica del imperio norteamericano sobre el planeta desde el siglo XX. Comprender que la mundialización capitalista ha generado una nueva modalidad imperial-colonial, que no estamos en el mismo contexto internacional de la Rusia de 1917 ni de Cuba en 1959.
La alternativa de salida a la hegemonía del pensamiento único neoliberal no puede ser una recaída en los códigos ideológicos del socialismo burocrático, otro pensamiento único de izquierda. Se trata de construir alternativas históricas más allá del neoliberalismo y del estalinismo como símbolo del estatismo autoritario. Superando los chantajes, los epítetos y estigmatizaciones: disidentes, reformistas, anarquistas, salta-talanqueras y pequeño-burgueses, síntomas de las inercias dele estalinismo en el procesamiento de diferencias, y de la liquidación de la diversidad revolucionaria en el propio campo del proceso por parte de pequeños grupos de decisión burocrático-despóticos.
Por tanto, hay que atreverse a desarticular la trampa estalinista, su chantaje despótico, pues no hay ni un camino único de socialismo ni un pensamiento único revolucionario. Tienen razón el PPT cuando hablan de construir el socialismo desde múltiples voces, o incluso el PCV cuando afirma autonomía política y su aporte específico a la revolución bolivariana, junto a otras organizaciones políticas, en función de la construcción de un frente único socialista o revolucionario. Es conveniente la diversidad revolucionaria porque enriquece el debate, además porque manifiesta la necesidad de que la transición al socialismo no sea entubada autoritariamente.
Dado que Stalin es impresentable como símbolo revolucionario, se viene utilizando de modo dogmático la figura de Guevara. Sin embargo Guevara llamó al debate sin cerrazones dogmáticas, participó en debates abiertos con Mandel, con Bettelheim, con Carlos Rafael Rodríguez. Pero se nutrió de los manuales marxista-leninistas disponibles, y allí están sus referencias a ellos en diversos temas. Guevara y Raúl Castro ya se movían en las aguas de la cultura política marxista de la época, antes que el propio Fidel, antes de abordar el Granma en 1956. Pero Guevara fue desplazándose hacia una actitud crítica y anti-dogmática en el seno de esta cultura política marxista, sin romper de fondo con las matrices ideológicas del marxismo-leninismo ortodoxo. De allí sus limitaciones a la luz de la crisis de representación teórica y de legitimación política del marxismo-leninismo ortodoxo en el seno del debate contemporáneo sobre el pensamiento crítico socialista. Para nadie es un secreto hoy, que el debate socialista y marxista se ha hecho mucho más amplio, en algunos aspectos más fecundo, y en otros más “babélico”, producto de la complejidad de sub-ideologías que se reclaman del tronco común del marxismo. En este marco, resulta paradójica la emergencia de una tentativa de dogmatizar, de adoctrinar, de disciplinar el pensamiento socialista con una única voz, lo cual supone ignorar el clima ideológico de las izquierda(s) realmente existentes.
No hay posibilidad de pasar de contrabando ideas típicas del marxismo-leninismo más rancio, donde se sintetizan los códigos ideológicos de significación del “Socialismo Burocrático”. No hay posibilidad para pasar de contrabando un estalinismo sin Stalin, como ocurre con algunos de los sectores más conservadores del propio Partido Comunista de Cuba, vinculados a la llamada tecno-burocracia militar, policial y política. Frente a estas iniciativas incluso reaccionarias hay que profundizar en Marx, ya que en Marx hay un pensamiento anti-estatista y anti-despótico. Un Marx contestatario, que habla de autonomía de masas, de democracia radical, de Comuna y no de forma-Estatismo, de propiedad social pero no de monopolio de la propiedad estatal, que reconocía la existencia de múltiples partidos obreros, democráticos, junto al partido comunista de su época, y no el monolitismo ideológico y organizativo de los socialismos reales. Obviamente, ese Carlos Marx está prohibido para el pensamiento único de la izquierda despótica. También es un fantasma para el estalinismo.