En momentos en que se debate el quiebre de los grandes relatos de la modernidad euro-céntrica y del globalismo neoliberal, es conveniente pasearse por una revisión radical del Imaginario socialista hegemónico, tributario de la polémica de las mayores formaciones ideológicas del sistema mundo, de acuerdo al científico social Inmanuel Wallerstein: a) el conservadurismo, b) el liberalismo, y c) el marxismo. Pero así mismo, habrá que comprender el papel de la cuarta constelación discursiva del sistema capitalista moderno-occidental: d) el colonialismo (Mignolo dixit). Hay que ir más allá de Marx y de los doctrinarismos marxistas si se pretenden construir imaginarios críticos de justicia social, alteridad, democracia y emancipación. Cuando se habla de Socialismo-siglo XXI, ¿cual es su relación con el debate sobre la crisis de la modernidad euro-céntrica? Las codificaciones marxistas fueron en gran medida tributarias del horizonte de comprensión europeo y moderno de las sociedades. El productivismo y el consumismo son parte del utilitarismo presente en el propio Karl Marx, y en la cuestionable creencia en el papel unilateralmente positivo de la relación entre tecno-ciencia y fuerzas productivas. Es imprescindible una desconexión selectiva de la visión laminada del progreso occidental, si se quiere plantear proyectos políticos ecológicamente viables. Ludovico Silva llego a decirlo con extrema claridad: el capitalismo tardo-moderno también desarrolla “fuerzas destructivas” (tema afín a la reflexión crítica del industrialismo y de la racionalidad instrumental de la teoría crítica alemana) Ir más allá de la modernidad euro-céntrica, implica dejar atrás las escatologías marxista-leninistas y sus gramáticas político-culturales (lo que significó realmente la fórmula “soviets más electrificación”, fue el “régimen de partido único” más la “destrucción ambiental”). No hay nuevo socialismo desde el neo-desarrollismo, pues la catástrofe ecológica está directamente vinculada a esta visión hegemónica. Criticar los riesgos del industrialismo o la explotación intensiva de materias primas, no implica evocar pasados idílicos, sino desmontar la falacia desarrollista; es decir, que más bienes y servicios no equivalen a una mejor calidad de vida, a la buena-vida. Así mismo, los debates sobre eco-política y sobre la modernidad/colonialidad, permiten complejizar la polémica acerca de la modernidad/posmodernidad. El asunto queda re-significado, pues las teorías críticas de la liberación (diversidad de nodos teóricos críticos) no podrían ser simplemente anti-modernas, buscando la restauración del pasado pre-hispánico y pre-industrial. Tampoco podrán adoptar acríticamente la propuesta de consumación del proyecto de la Modernidad (Habermas, Giddens y demás modernizadores), porque presupondría la adopción del modelo de desarrollo de los países de capitalismo tardo-moderno; es decir, el desarrollismo más el euro-centrismo. En tercer lugar, no podría adoptar las actitudes nihilistas, escépticas y relativistas de la postmodernidad, de la sociedad del hiper-consumo y sus simulacros mediáticos, en un contexto histórico caracterizado por el hambre, exclusión y miseria. No hay opciones dentro del callejón modernidad/posmodernidad en clave euro-céntrica. La proyección de la transmodernidad abriría el espacio para articular lo excluido, reivindicar lo oprimido, revelar y reconocer al Otro, pensar la alteridad que realice las potencialidades ocultas, negadas y reprimidas en la Modernidad occidental, a fin de liberar la vida de la humanidad como comunidad política planetaria. El planteo de la transmodernidad se inscribiría en una ana-dialéctica (Dussel) o en nuevas hermeneúticas (Boaventura dos Santos , Mignolo) de estos espacios, como superación y síntesis, desacoplándose de la matriz epistémica de la racionalidad moderna-colonial. Por tanto, superar el imaginario socialista euro-céntrico implica reconocer que la colonialidad es constitutiva de la modernidad occidental, que conservadurismo, liberalismo, marxismo y colonialismo son parte del problema y no de la solución. Implica entonces descolonizar el pensamiento crítico socialista. Para superar el racismo, el sexismo, el clasismo y el etnocentrismo. Para además comprender que sin eco-política cualquier socialismo será un nuevo desarrollismo.