Una de los modos más habituales de encubrir los errores del marxismo soviético y del socialismo burocrático, es confundir y amalgamar los nombres e las ideas de Marx, Engels, Lenin, Luxemburgo, Pannekoek, Stalin, Mao y Trotsky. Se trata de algo más que de una ensalada rusa mental. Se trata de una verdadera trampa ideológica que impide cuestionar la genealogía de las prácticas discursivas del despotismo burocrático y del marxismo soviético, a la vez que impide localizar las condiciones para repensar el talante crítico-radical del socialismo revolucionario iniciado por Marx y Engels.
El socialismo burocrático se convirtió en la mayor estafa ideológica de las ideas de quiénes construyeron la primera Asociación Internacional del Trabajo a mediados del siglo XIX. Sin embargo, no se trata de presuponer que Marx y Engels no se equivocaron en muchos planteamientos o que sus ideas perdieran su validez de acuerdo a la modificación de las circunstancias históricas, pero lo extraño es que sus planteamientos se transfiguraran, por una suerte de astucia dialéctica de la voluntad de saber de Stalin, en proposiciones completamente antagónicas a las de los fundadores del llamado “socialismo científico”.
Adicionalmente, llama la atención que se trasvasen ideas típicas del marxismo burocrático de la URSS en ciertos espacios de difusión del ideario socialista en Venezuela, como si fuesen botijas nuevas, cuando pueden leerse con facilidad en toda la subcultura de los manuales de la escatología marxista-leninistas de Rosenthal, Iudin y Afanasiev, entre otros. Frente a los desafíos civilizatorios del siglo XXI, deben abordarse las críticas de raíz contra todas las imposturas del marxismo soviético, que sirvieron para silenciar el ideario profundamente libertario del socialismo revolucionario de Marx y Engels, profundamente democrático en el más estricto sentido de una revolución de mayorías, desde abajo, autogestionario, desde los poderes creadores de las clases trabajadoras y del pueblo.
El colectivismo oligárquico, resume las tendencias más vulgares del Socialismo y del Comunismo de Estado. Esta Estadolatria no logró diferenciar entre la propiedad social y la propiedad estatal, entre la socialización y la estatización, algo elementalmente claro, preciso y sin ambigüedades en Marx y Engels. Tampoco logran diferenciar entre el reconocimiento del pluripartidismo presente en las posiciones de Marx y Engels, aún justificando la centralidad del partido comunista para el movimiento proletario, de los “sistemas políticos de partido único”, que fueron los modos de regimentación política del socialismo burocrático en todas las latitudes donde se ensayó. Así mismo, el socialismo burocrático y el marxismo soviético no lograron diferenciar entre la “ética de la liberación” en Marx, de las modalidades compulsivas y autoritarias de moral burocrática que se instituyeron en nombre de la “Revolución” y el “Estado Socialista”.
La definición más sencilla del colectivismo burocrático-despótico la dio Engels, cuando habló de la “veneración supersticiosa del Estado”. Vale la pena citar en extenso toda la riqueza del planteamiento:
“Esta labor de destrucción del viejo Poder estatal y de su reemplazo por otro nuevo y verdaderamente democrático es descrita con todo detalle en el capítulo tercero de La Guerra Civil. Sin embargo, era necesario detenerse a examinar aquí brevemente algunos de los rasgos de este reemplazo por ser precisamente en Alemania donde la fe supersticiosa en el Estado se ha trasladado del campo filosófico a la conciencia general de la burguesía e incluso a la de muchos obreros. Según la concepción filosófica, el Estado es la "realización de la idea", o esa, traducido al lenguaje filosófico, el reino de Dios en la tierra, el campo en que se hacen o deben hacerse realidad la verdad y la justicia eternas. De aquí nace una veneración supersticiosa hacia el Estado y hacia todo lo que con él se relaciona, veneración que va arraigando más fácilmente en la medida en que la gente se acostumbra desde la infancia a pensar que los asuntos e intereses comunes a toda la sociedad no pueden ser mirados de manera distinta a como han sido mirados hasta aquí, es decir, a través del Estado y de sus bien retribuidos funcionarios. Y la gente cree haber dado un paso enormemente audaz con librarse de la fe en la monarquía hereditaria y jurar por la República democrática. En realidad, el Estado no es más que una máquina para la opresión de una clase por otra, lo mismo en la República democrática que bajo la monarquía; y en el mejor de los casos, un mal que el proletariado hereda luego que triunfa en su lucha por la dominación de clase. El proletariado victorioso, tal como hizo la Comuna, no podrá por menos de amputar inmediatamente los peores lados de este mal, hasta que una generación futura, educada en condiciones sociales nuevas y libres, pueda deshacerse de todo ese trasto viejo del Estado.” (Introducción de Engels a la guerra civil en Francia de Marx-1891)
La voltereta del asunto; es decir, la impostura del marxismo soviético se condensa en la llamada “respuesta al camarada Jolopov” elaborada por Stalin en 1950 (El marxismo y los problemas de la lingüística). Plantea Stalin:
“Engels decía en su «Anti-Dühring» que, después del triunfo de la revolución socialista, el Estado había de extinguirse. Sobre esta base, después del triunfo de la Revolución Socialista en nuestro país, los dogmáticos y los talmudistas en nuestro Partido exigían que el Partido tomase medidas para acelerar la extinción de nuestro Estado, para disolver los organismos del Estado, para renunciar al ejército permanente. Sin embargo, el estudio de la situación mundial en nuestra época llevó a los marxistas soviéticos a la conclusión de que en las condiciones de cerco capitalista, cuando la revolución socialista ha triunfado en un solo país y en todos los demás domina el capitalismo, el país de la revolución triunfante no debe debilitar, sino reforzar por todos los medios su estado, los organismos del Estado, el servicio de inteligencia y el ejército, si no quiere ser aplastado por el cerco capitalista.”
Y añade: “Los marxistas rusos llegaron a la conclusión de que la fórmula de Engels se refiere al triunfo del socialismo en todos los países o en la mayoría de los países y es inaplicable cuando el socialismo triunfa en un solo país, mientras en todos los demás países domina el capitalismo.”
Stalin, como todos sus herederos ideológicos, habla de “revolución triunfante” en medio del cerco capitalista; es decir, un claro “contrasentido”, evadiendo la crítica de fondo a la veneración supersticiosa del Estado, veneración (reforzar por todos los medios su Estado) que comienza a ser justificada y completamente consistente con la tesis del “Socialismo en un solo país”. En este punto será necesario comprender si Lenin y Trotsky pensaban exactamente lo mismo que Stalin:
“Marx y Engels llegaron a la conclusión de que la revolución socialista no podría triunfar en un solo país y únicamente podía vencer mediante un golpe conjunto en todos o en la mayoría de los países civilizados. Esta conclusión pasó a ser una tesis rectora para todos los marxistas. Sin embargo, en los albores del siglo XX, especialmente en el período de la primera guerra mundial, cuando para todos se hizo evidente que el capitalismo pre-monopolista se había transformado de manera manifiesta en capitalismo monopolista, cuando el capitalismo ascendente se convirtió en capitalismo moribundo, y cuando la guerra puso de relieve las incurables debilidades del frente imperialista mundial y la ley de la desigualdad del desarrollo predeterminó el que la revolución proletaria maduraría en épocas diferentes en los distintos países, Lenin, partiendo de la teoría marxista, llegó a la conclusión de que en las nuevas condiciones del desarrollo la revolución socialista podía perfectamente triunfar en un solo país; de que el triunfo simultáneo de la revolución socialista en todos los países o en la mayoría de los países civilizados era imposible debido a que la revolución no maduraba por igual en dichos países; de que la vieja fórmula de Marx y Engels no correspondía ya a las nuevas condiciones históricas.”
La revolución socialista, para Stalin, “solo podía triunfar en un solo país”, a pesar de las “incurables debilidades del frente imperialista”. Estas son las volteretas de la nueva voluntad de saber/poder del estalinismo, una verdadera impostura e inversión de los enunciados de Marx y Engels, bajo la astucia de las acrobacias del subjetivismo estalinista. A esta astucia, Rosa Luxemburgo le otorgaba, antes incluso de la existencia del propio Stalin, un nombre emblemático: el “acróbata audaz”. En “Detrás del ultra-centralismo: el subjetivismo intelectual” (Crítica a la socialdemocracia rusa), plantea Rosa Luxemburgo:
“El "Yo" del revolucionario ruso aprovecha para dar un viraje rápido y declararse de nuevo dirigente todopoderoso de la historia, esta vez bajo la forma de la majestad suprema de un comité central del movimiento obrero socialdemócrata. Este acróbata audaz olvida que el único sujeto al que corresponde esta función dirigente es el Yo-masa de la clase obrera, empeñada por todas partes en cometer errores y en aprender por sí misma la dialéctica de la historia. Por último, digámoslo claramente: desde el punto de vista de la historia, los errores cometidos por un movimiento obrero verdaderamente revolucionario son infinitamente más fructíferos y valiosos que la infalibilidad del mejor "comité central".
Hoy sabemos el destino de quienes pretenden encarnar la función de “acróbata audaz”, por encima y sobre-imponiéndose al “Yo-masa” de la clase obrera como fuerza colectiva; o en palabras más actuales, quienes pretenden sustituir la iniciativa de la multitud popular, por la iniciativa del voluntarismo político, encarnado en el ultra-centralismo.
El socialismo desde arriba, desde el comité central, desde la minoría selecta de revolucionarios, es parte del imaginario jacobino-blanquista, no es parte de la tradición del Socialismo Revolucionario de Marx y Engels. Sustitúyase la revolución democrática por el vanguardismo, y allí encontrará la genealogía del socialismo burocrático, pues como ha puesto en evidencia la dialéctica de lo instituyente y lo instituido, sin protagonismo de multitudes, la revolución tiene a esclerotizarse; es decir, a dejar ver solo el rostro del aparato burocrático, de sus funcionarios, con su veneración supersticiosa por el Estado.
Algo distinto, por cierto, a la "sociedad regulada" de Gramsci. ¿Serán Marx, Engels, y Gramsci unos anarquistas?
Volteretas del "acróbata audaz"...
Una de los modos más habituales de encubrir los errores del marxismo soviético y del socialismo burocrático, es confundir y amalgamar los nombres e las ideas de Marx, Engels, Lenin, Luxemburgo, Pannekoek, Stalin, Mao y Trotsky. Se trata de algo más que de una ensalada rusa mental. Se trata de una verdadera trampa ideológica que impide cuestionar la genealogía de las prácticas discursivas del despotismo burocrático y del marxismo soviético, a la vez que impide localizar las condiciones para repensar el talante crítico-radical del socialismo revolucionario iniciado por Marx y Engels.
El socialismo burocrático se convirtió en la mayor estafa ideológica de las ideas de quiénes construyeron la primera Asociación Internacional del Trabajo a mediados del siglo XIX. Sin embargo, no se trata de presuponer que Marx y Engels no se equivocaron en muchos planteamientos o que sus ideas perdieran su validez de acuerdo a la modificación de las circunstancias históricas, pero lo extraño es que sus planteamientos se transfiguraran, por una suerte de astucia dialéctica de la voluntad de saber de Stalin, en proposiciones completamente antagónicas a las de los fundadores del llamado “socialismo científico”.
Adicionalmente, llama la atención que se trasvasen ideas típicas del marxismo burocrático de la URSS en ciertos espacios de difusión del ideario socialista en Venezuela, como si fuesen botijas nuevas, cuando pueden leerse con facilidad en toda la subcultura de los manuales de la escatología marxista-leninistas de Rosenthal, Iudin y Afanasiev, entre otros. Frente a los desafíos civilizatorios del siglo XXI, deben abordarse las críticas de raíz contra todas las imposturas del marxismo soviético, que sirvieron para silenciar el ideario profundamente libertario del socialismo revolucionario de Marx y Engels, profundamente democrático en el más estricto sentido de una revolución de mayorías, desde abajo, autogestionario, desde los poderes creadores de las clases trabajadoras y del pueblo.
El colectivismo oligárquico, resume las tendencias más vulgares del Socialismo y del Comunismo de Estado. Esta Estadolatria no logró diferenciar entre la propiedad social y la propiedad estatal, entre la socialización y la estatización, algo elementalmente claro, preciso y sin ambigüedades en Marx y Engels. Tampoco logran diferenciar entre el reconocimiento del pluripartidismo presente en las posiciones de Marx y Engels, aún justificando la centralidad del partido comunista para el movimiento proletario, de los “sistemas políticos de partido único”, que fueron los modos de regimentación política del socialismo burocrático en todas las latitudes donde se ensayó. Así mismo, el socialismo burocrático y el marxismo soviético no lograron diferenciar entre la “ética de la liberación” en Marx, de las modalidades compulsivas y autoritarias de moral burocrática que se instituyeron en nombre de la “Revolución” y el “Estado Socialista”.
La definición más sencilla del colectivismo burocrático-despótico la dio Engels, cuando habló de la “veneración supersticiosa del Estado”. Vale la pena citar en extenso toda la riqueza del planteamiento:
“Esta labor de destrucción del viejo Poder estatal y de su reemplazo por otro nuevo y verdaderamente democrático es descrita con todo detalle en el capítulo tercero de La Guerra Civil. Sin embargo, era necesario detenerse a examinar aquí brevemente algunos de los rasgos de este reemplazo por ser precisamente en Alemania donde la fe supersticiosa en el Estado se ha trasladado del campo filosófico a la conciencia general de la burguesía e incluso a la de muchos obreros. Según la concepción filosófica, el Estado es la "realización de la idea", o esa, traducido al lenguaje filosófico, el reino de Dios en la tierra, el campo en que se hacen o deben hacerse realidad la verdad y la justicia eternas. De aquí nace una veneración supersticiosa hacia el Estado y hacia todo lo que con él se relaciona, veneración que va arraigando más fácilmente en la medida en que la gente se acostumbra desde la infancia a pensar que los asuntos e intereses comunes a toda la sociedad no pueden ser mirados de manera distinta a como han sido mirados hasta aquí, es decir, a través del Estado y de sus bien retribuidos funcionarios. Y la gente cree haber dado un paso enormemente audaz con librarse de la fe en la monarquía hereditaria y jurar por la República democrática. En realidad, el Estado no es más que una máquina para la opresión de una clase por otra, lo mismo en la República democrática que bajo la monarquía; y en el mejor de los casos, un mal que el proletariado hereda luego que triunfa en su lucha por la dominación de clase. El proletariado victorioso, tal como hizo la Comuna, no podrá por menos de amputar inmediatamente los peores lados de este mal, hasta que una generación futura, educada en condiciones sociales nuevas y libres, pueda deshacerse de todo ese trasto viejo del Estado.” (Introducción de Engels a la guerra civil en Francia de Marx-1891)
La voltereta del asunto; es decir, la impostura del marxismo soviético se condensa en la llamada “respuesta al camarada Jolopov” elaborada por Stalin en 1950 (El marxismo y los problemas de la lingüística). Plantea Stalin:
“Engels decía en su «Anti-Dühring» que, después del triunfo de la revolución socialista, el Estado había de extinguirse. Sobre esta base, después del triunfo de la Revolución Socialista en nuestro país, los dogmáticos y los talmudistas en nuestro Partido exigían que el Partido tomase medidas para acelerar la extinción de nuestro Estado, para disolver los organismos del Estado, para renunciar al ejército permanente. Sin embargo, el estudio de la situación mundial en nuestra época llevó a los marxistas soviéticos a la conclusión de que en las condiciones de cerco capitalista, cuando la revolución socialista ha triunfado en un solo país y en todos los demás domina el capitalismo, el país de la revolución triunfante no debe debilitar, sino reforzar por todos los medios su estado, los organismos del Estado, el servicio de inteligencia y el ejército, si no quiere ser aplastado por el cerco capitalista.”
Y añade: “Los marxistas rusos llegaron a la conclusión de que la fórmula de Engels se refiere al triunfo del socialismo en todos los países o en la mayoría de los países y es inaplicable cuando el socialismo triunfa en un solo país, mientras en todos los demás países domina el capitalismo.”
Stalin, como todos sus herederos ideológicos, habla de “revolución triunfante” en medio del cerco capitalista; es decir, un claro “contrasentido”, evadiendo la crítica de fondo a la veneración supersticiosa del Estado, veneración (reforzar por todos los medios su Estado) que comienza a ser justificada y completamente consistente con la tesis del “Socialismo en un solo país”. En este punto será necesario comprender si Lenin y Trotsky pensaban exactamente lo mismo que Stalin:
“Marx y Engels llegaron a la conclusión de que la revolución socialista no podría triunfar en un solo país y únicamente podía vencer mediante un golpe conjunto en todos o en la mayoría de los países civilizados. Esta conclusión pasó a ser una tesis rectora para todos los marxistas. Sin embargo, en los albores del siglo XX, especialmente en el período de la primera guerra mundial, cuando para todos se hizo evidente que el capitalismo pre-monopolista se había transformado de manera manifiesta en capitalismo monopolista, cuando el capitalismo ascendente se convirtió en capitalismo moribundo, y cuando la guerra puso de relieve las incurables debilidades del frente imperialista mundial y la ley de la desigualdad del desarrollo predeterminó el que la revolución proletaria maduraría en épocas diferentes en los distintos países, Lenin, partiendo de la teoría marxista, llegó a la conclusión de que en las nuevas condiciones del desarrollo la revolución socialista podía perfectamente triunfar en un solo país; de que el triunfo simultáneo de la revolución socialista en todos los países o en la mayoría de los países civilizados era imposible debido a que la revolución no maduraba por igual en dichos países; de que la vieja fórmula de Marx y Engels no correspondía ya a las nuevas condiciones históricas.”
La revolución socialista, para Stalin, “solo podía triunfar en un solo país”, a pesar de las “incurables debilidades del frente imperialista”. Estas son las volteretas de la nueva voluntad de saber/poder del estalinismo, una verdadera impostura e inversión de los enunciados de Marx y Engels, bajo la astucia de las acrobacias del subjetivismo estalinista. A esta astucia, Rosa Luxemburgo le otorgaba, antes incluso de la existencia del propio Stalin, un nombre emblemático: el “acróbata audaz”. En “Detrás del ultra-centralismo: el subjetivismo intelectual” (Crítica a la socialdemocracia rusa), plantea Rosa Luxemburgo:
“El "Yo" del revolucionario ruso aprovecha para dar un viraje rápido y declararse de nuevo dirigente todopoderoso de la historia, esta vez bajo la forma de la majestad suprema de un comité central del movimiento obrero socialdemócrata. Este acróbata audaz olvida que el único sujeto al que corresponde esta función dirigente es el Yo-masa de la clase obrera, empeñada por todas partes en cometer errores y en aprender por sí misma la dialéctica de la historia. Por último, digámoslo claramente: desde el punto de vista de la historia, los errores cometidos por un movimiento obrero verdaderamente revolucionario son infinitamente más fructíferos y valiosos que la infalibilidad del mejor "comité central".
Hoy sabemos el destino de quienes pretenden encarnar la función de “acróbata audaz”, por encima y sobre-imponiéndose al “Yo-masa” de la clase obrera como fuerza colectiva; o en palabras más actuales, quienes pretenden sustituir la iniciativa de la multitud popular, por la iniciativa del voluntarismo político, encarnado en el ultra-centralismo.
El socialismo desde arriba, desde el comité central, desde la minoría selecta de revolucionarios es parte del imaginario jacobino-blanquista, no es parte de la tradición del Socialismo Revolucionario de Marx y Engels. Sustitúyase la revolución democrática por el vanguardismo, y allí encontrará la genealogía del socialismo burocrático, pues como ha puesto en evidencia la dialéctica de lo instituyente y lo instituido, sin protagonismo de multitudes, la revolución tiene a esclerotizarse; es decir, a dejar ver solo el rostro del aparato burocrático con su veneración supersticiosa por el Estado. Algo distinto a la sociedad regulada de Gramsci. ¿Serán Marx, Engels, y Gramsci unos anarquistas? Volteretas de los acróbatas audaces.
jbiardeau@gmail.com