Es
tiempo de profundizar en la recopilación de trabajos del texto: “Ecce
Comu: como se llega a ser lo que se era” (Vattimo; 2009), para comprender
que cosa no es el comunismo posmoderno que propone el filósofo
italiano Gianni Vattimo. Evaluar la obra abierta, creativa y crítica
de quién se ha hecho no sólo portavoz del “pensamiento débil”,
sino de un modo distinto de imaginar la esperanza comunista,
asimilando las implicaciones del nihilismo activo para la reflexión
de la izquierda post-68.
La radicalización de su posición política
se comprende a partir de su toma de postura frente a la guerra imperial
contra Irak por parte de la administración Bush, ante los pre-textos
del “terrorismo” y las “armas de destrucción masiva”, así
como desde desacuerdo ante lo “políticamente correcto” del reformismo
italiano, que muestra su inoperancia política ante a el racismo, el
fascismo, asimilado a los “insuperables límites” de la economía
de mercado y la democracia en clave del Pentágono y de la OTAN. Como
ya había planteado Thatcher: “No hay alternativa al capitalismo”.
Para despecho de algunos, el Cristo-Comunismo de Vattimo aparece en
su más clara manifestación:
“(…) la iglesia que me transmite
la Biblia ya no es tanto la de la jerarquía católica (que solo en
1870 llegó a ser dogmáticamente infalible) sino más bien la de la
comunidad de los cristianos que (…) diverge de la manera misma de
vivir y concebir la práctica cristiana, de los palacios vaticanos”
(p.10).
Una ruptura desde la comunidad cristiana de la “santa alianza”
entre la Iglesia-jerarquía, el conservadurismo político y el orden
capitalista, que ha diseminado el espantapájaros del “ateísmo comunista”
para defender los estados de dominación y las desigualdades que ellos
perpetúan. Contra la retórica de neo-cons
como Samuel P. Huntington y la falaz tesis del “choque de las civilizaciones”,
que como lo dice Vattimo es:
“pura máscara ideológica de la lucha
por la defensa del dominio capitalista sobre los recursos del planeta”
(p.12).
La primera parte del trabajo de Vattimo, denominada “Una
larga marcha a través de las oposiciones”, retoma el tránsito
desde la izquierda reformista hacia lo que llama “subversivismo democrático”
(p. 59-73). Un claro rebasamiento de la sub-cultura estalinista-positivista
del marxismo burocrático:
“Tal vez la herencia marxista a la que
los socialistas no deberían renunciar es precisamente aquella que más
traicionaron las democracias populares de tipo soviético, la idea de
que la economía política no es una ciencia natural, y que por tanto,
no puede autorizar ninguna planificación rígida de la economía que
se pretenda científica.” (p.16).
El proyecto marxiano de la sociedad
des-alienada, lo reconoce Vattimo, es completamente antagónico del
marxismo-positivista y su mito industrialista-desarrollista; pues lo
que es humano y digno no es el apoyo a “esencias naturales”, “leyes
de la historia” o “esencias metafísicas”, sino el asumir la plena
responsabilidad de unas elecciones argumentadas y compartidas, en un
ambiente donde se gestionan políticamente desacuerdos. Para
Vattimo, no hay posibilidad de fundamentarse en el conocimiento preciso
de la “verdadera naturaleza” de los hombres y las cosas: Papas y
comités centrales mandan en nombre de “leyes” y “esencias naturales”
que no son accesibles a los simples fieles o los proletarios “empíricos”.
También los “derechos humanos” y la “democracia” aparecen como
“esencias objetivas” en la lucha contra el “terrorismo” y los
“bárbaros”. Vattimo desmantela la alianza metafísico-moderna entre
la verdad objetiva y el autoritarismo social (p.18).
La coherencia del
“pensamiento débil” se mantiene cuando afirma:
“Si como creo
que hay que hacer, sintetizamos estas conclusiones sumarias de Nietzsche
y Heidegger con el lema: No hay hechos, solo interpretaciones, y también
esta es una interpretación”, fundamentaremos el comunismo libertario
sobre una concepción hermenéutica de la sociedad; una sociedad para
la cual el conflicto de interpretaciones es un modo de funcionamiento
normal, que precisamente debe consistir en la lucha entre interpretaciones
diversas, que se presenten como tales. (p.160)” Contra el comunismo
moderno, positivista-cientificista, Vattimo afirma: “el revolucionario
comunista, al igual que su adversario burgués, siempre es parte interesada,
nunca un representante de lo humano auténtico”. No hay “universal
objetivo”, “las razones en conflicto no son una verdad contra
un error, sino interpretaciones contra otras interpretaciones (intereses
contra otros intereses)” (p.161).
La relación entre metafísica
y violencia (problematizada desde Nietzsche hasta Levinas), coloca en
un lugar problemático la reflexión sobre la subversión democrática
(la democracia de alta energía), sobre el término revolución y la
llamada “comadrona de la historia”. Vattimo lanza argumentos contra
las “burocracias de partido” que pretenden imponer una verdad privilegiada
o exclusiva. El comunismo democrático rompe con la última de las garantías
metafísicas, con el conocimiento “objetivo” de lo “real”, en
tanto que orden existente de los vencedores que busca asegurarse desde
la retórica del realismo filosófico.
Para Vattimo: “seguro que
para la electrificación es útil saber como funciona la pila, pero
solo el soviet decide que hacer con
la electricidad”. El soviet respeta la “naturaleza” en la
medida en que esta le sirve para construir una sociedad libre del poder
(p.156). El comunismo por-venir nada tiene que ver con los detractores
y sicofantes del horizonte libertario, es radicalmente distinto de la
liberal “tolerancia represiva”, asumiendo frente a la angelical
ética habermasiana el desacuerdo como piedra angular de la “democracia
de alta energía”.
Vattimo identifica como adversarios a la democracia
dictada desde el Pentágono, las relaciones de dominación y las estructuras
de propiedad. Sabemos que hay demasiados mitos sobre el ambiance
posmoderno. Uno de ellos es que neutraliza las emancipaciones. Pues
eso depende.
Vattimo reconoce que el comunismo posmoderno, con métodos
democráticos puede parecer fácticamente imposible, pero la historicidad
y artificiosidad de la “condición humana”, realza las opciones
ético-políticas para convencer con buenas razones incluso a los propios
adversarios. Vattimo retoma la lucha por la hegemonía ético-cultural,
rebasando la matriz de las “guerras religiosas y metafísicas” y
su meta-relato de la “violencia justa” (Obama dixit). Que
emerja rebosante de alegría de una nueva aurora: el comunismo libertario,
democrático y posmoderno.
Más allá de integrismos modernos y posmodernos
en clave conservadora.