Existen múltiples diseños de socialismo. Apostamos por el socialismo desde abajo, contra-hegemónico, radical-democrático, anclado en parámetros histórico-culturales específicos y a la vez aspirando a la conquista de una antro-política para el género humano; por tanto, plural, intercultural y libertario.
Más que del “marxismo en singular”, en clave burocrático-despótica, anclado en la “ortodoxia soviética” como dogma, se requiere una plataforma teórica de “pensamientos críticos socialistas” (no un nuevo pensamiento único), donde confluyan las ciencias sociales e históricas comprometidas con los intereses liberadores, los marxismos críticos, la eco-política radical y los saberes contra-hegemónicos.
Estalinismo no, pensamientos críticos socialistas, si. La democracia radical se resume en una consigna: socialización absoluta del poder social; en fin, lucha por el horizonte de la democratización social como proceso abierto, instituyente, de la inmensa mayoría en interés de la mayoría inmensa. Esta es una idea originaria de Marx, pero no solo de Marx.
Es una idea-fuerza que comparten quienes conciben el socialismo como una ampliación sin fin de los espacios de emancipación, colocando la igualdad y la justicia material, el fin de la explotación y de la estructura de mando capitalista, como contextos indispensables de la libertad política.
No se trata por tanto, de aquel “comunismo grosero” cuestionado por Marx en los Manuscritos de París. Se trata de un comunismo democrático, libertario, anti-capitalista de cabo a rabo. Pero también, se trata de un horizonte de pensamiento post-metafísico, post-cientificista, post-desarrollista, y como diría Mariátegui, post-racionalista. Obviamente, los anticomunistas ramplones son inhábiles para la tarea de imaginar y comprender este horizonte de sentido. Siguen anclados en la modernidad periférica, colonial, euro-céntrica, desarrollista y capitalista.
La perspectiva anticapitalista implica un más allá de la modernidad euro-céntrica, es decir, más allá del racismo y la conjunción de discriminaciones de etnia, color, género, edad y clase social. Se trata además, de una perspectiva anti-imperialista, de las actuales luchas de los explotados, dominados y oprimidos a escala mundial, que reconoce la multiplicidad de frentes de conflicto social, político y cultural. El carácter general de las luchas de clases en las formaciones sociales y sus modos de articulación en el orden capitalista internacional, no son suficientes para dar cuenta de los ensamblajes y dispositivos de dominación/sometimiento. El marxismo crítico es necesario, pero es insuficiente.
Algunas de las direcciones de las organizaciones partidarias de izquierda revolucionaria en Venezuela, por ejemplo, sostienen que en esta etapa la revolución venezolana tiene carácter de “liberación nacional” y no de clase. Es decir, que falta recorrer las tareas de una revolución democrático-burguesa para aspirar a realizar las tareas socialistas. Eso se llama “etapismo”. Pero las tareas socialistas desde la perspectiva de la democracia radical no solo son asuntos de clase y explotación económica. Son asunto de lucha contra diversas formas, ensamblajes y dispositivos de opresión social. No se trata exclusivamente de “clasismo” en sentido leninista, trotskista o gramsciano.
Se trata de mucho más que eso, pues la dominación social es un efecto de conjunto de relaciones jerárquicas de coerción política, explotación económica, hegemonía ideológica, exclusión social y negación cultural. El sujeto de la revolución es la confluencia constituyente de la multitud popular a escala de las sociedades nacionales, en primer lugar, conformada por las singularidades revolucionarias que se constituyen en cada frente de lucha. Pero es además, la multitud global a escala del sistema internacional. El enfrentamiento se hace contra el capital, las fracciones burguesas, sus comandos políticos y sus Estados. En esto consiste la revolución socialista.
No es hora entonces de burocratismos sectarios, ni de divisiones entre confesiones de aparato, en circunstancias decisivas para la reorientación y reagrupamiento político de las multitudes populares movilizadas. En estas condiciones de dispersión, el Estado Venezolano seguirá siendo un Estado burgués a mediano plazo. No se trata de deseos, y esto hay que aclararlo, sino de la evaluación de la precaria acumulación de fuerzas anti-sistémicas en sus aspectos cualitativos. Existe elementos nacionales, democráticos, populares y revolucionarios, pero falta mucho trecho para hablar de una revolución socialista. No es momento de sacar tajadas políticas de un proceso histórico de flujos y reflujos, que llamamos transición rumbo al socialismo. Se generan y acumulan puntos de bifurcación, pero no se trata de una lucha sin fricciones, retrocesos y operaciones de maniobra. No hay camino liso y sin dificultades hacia el socialismo, mucho más, si no se tiene claro el diseño de socialismo que se pretende impulsar en las luchas de cada día.
El siglo XX venezolano es un campo vasto de diversas iniciativas y experiencias revolucionarias. Más de 80 años de experiencias revolucionarias muestran que el desplazamiento de la burguesía de la propiedad y control de los medios estratégicos de producción y del Estado, no conduce siempre de modo inevitable o necesario al continuado proceso de socialización del poder en la sociedad. La pérdida en la articulación entre la revolución democrática, la revolución nacional y la revolución socialista ponen sobre la mesa que se trata una lucha que combina diversos aspectos y frentes de lucha. Más aún, si se toman en consideración las luchas ecologistas, feministas, anti-autoritarias y descolonizadoras de hoy.
Los problemas que de allí se desprenden son el terreno del revitalizado debate e investigación contemporáneos en el movimiento socialista, revolucionario y democrático-radical a escala mundial. Son muchos los sectores de la izquierda venezolana que omiten la renovación del estudio de fondo y el debate de estas cuestiones, acaso por considerar que ellas han sido ya resueltas por las ortodoxias y dogmas, de una vez para siempre, en modelos históricos a los que se presta una simplista adhesión. Pero esta posición es un error de graves consecuencias.
Por ejemplo, el problema de transformar la estructura de poder que la revolución socialista implica en general, e implicaría en el Venezuela en particular; sobre el modo de erradicar la explotación capitalista en particular; sobre la relación entre poder político y los partidos, y consecuentemente sobre el carácter y forma institucional de las organizaciones partidarias de las clases trabajadoras y la multitud como bloque histórico de las clases populares; así como acerca de la unidad o pluralidad de partidos en el seno de este nuevo bloque histórico en gestación, sobre todo en relación con los sindicatos y movimientos sociales, sobre el problema de la burocracia y de las tendencias a la reconstitución de nuevas sociedades de clase a partir del poder burocrático en el “capitalismo de estado” o en el “socialismo de estado”; acerca del inventario crítico de las experiencias del "socialismo realmente existente", de las condiciones de su constitución y desarrollo y de su revolución; sobre el problema de las alianzas de clases, grupos y sectores frente al poder político revolucionario, acerca de la cuestión del nacionalismo y de su relación con el internacionalismo; sobre los condicionamientos sobre el proceso socialista, provenientes de las bases históricas del capitalismo rentista y dependiente; sobre las relaciones entre nacionalismo y socialismo, y entre socialismo y democracia; en fin, sobre todas estas cruciales cuestiones el debate venezolano es aún incipiente.
Ninguna de las personas o grupos que se reclaman de la identidad de ser “revolucionarios socialistas” puede sostener, frente a la crisis actual del capitalismo y la de los modelos del "socialismo real", que esta descartada la necesidad de estudio y el debate de esas cuestiones, no solamente en la investigación teórica, sino mucho más aún en la práctica viva de las luchas diarias de los dominados, explotados y oprimidos. El problema de la estructura de poder en la revolución socialista es fundamental, y esto requiere explicitar que se imagina y piensa acerca de la relación entre democracia y socialismo. En esto consistirán las próximas entregas.
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