Marx no solía hablar de sí mismo como filósofo, historiador o economista –pese a ser todo eso a la vez- sino como crítico de la sociedad y, por tanto, el método de investigación marxista es la crítica social dialéctica que en este artículo utilizamos para tratar el tema del desenmascaramiento de la mutilada libertad capitalista.
La libertad es un concepto muy amplio al que se le han dado numerosas interpretaciones por parte de diferentes filosofías y escuelas de pensamiento, entendiéndola como la facultad del ser humano que le permite llevar a cabo una determinada acción según su inteligencia o voluntad o aquella definición, propia de la sociedad o el Estado que obliga a las personas que ejercen dicha facultad, a cumplir los preceptos de una justicia que impone un modelo estándar de conducta de cuyo incumplimiento resulta el libertinaje.
El hecho irrefutable de que en la totalidad universal sólo la existencia de incontables aspectos opuestos y complementarios y la transformación permanente generada por la oscilación del influjo de los polos de estos duplos de semblantes no duales, tienen un carácter absoluto que refuerza el carácter relativo e individual de una libertad referida a las individualidades humanas y, por tanto, al capitalismo que enaltece el individualismo.
Ahora bien, la libertad socialista, cuyo término más apegado a la realidad es el libre albedrío, está referida a individualidades que, al cumplir responsable y conscientemente los deberes implícitos en el saludable despliegue de sus procesos biológico, síquico, espiritual y social, conquistan la categoría de seres humanos en virtud de la cual, como contraparte, acusa recibo de los derechos colectivos y personales que les garantiza la mancomunidad social surgida de su comunión con el entorno humano y ambiental que los envuelve, contiene y trasciende.
En consecuencia, la libertad socialista trasciende muy significativamente a su símil capitalista, ya que no sólo troncha significativamente las facultades a las que acceden los seres humanas cuando trascienden sus individualidades al convivir con sus semejantes, sino que también como individuo le mutila su integridad al marchitarle su semblante espiritual que lo faculta a vivenciar introspectivamente su encuentro con el entorno que lo envuelve, contiene y trasciende.
En la etapa decadente que actualmente vivencia el capitalismo, esta mutilación de la libertad llega al paroxismo que cotidianamente se estampa en los discursos de los dirigentes de la contrarrevolución de nuestro país donde, plenamente y en todas sus dimensiones, se le niega a los revolucionarios el ejercicio de dicha facultad, tal y como lo hace su máximo jefe Obama cuando descaradamente niega el derecho de Irán a desarrollar la energía nuclear con fines pacíficos, mientras su sanguinario imperio asigna recursos para la construcción de dos centrales nucleares mucho más grandes que las de dicho país. Y este descaro es una de las pruebas más evidentes de la declinación de una formación socio-económica que, por conveniencia, enmascara su naturaleza explotadora apelando al arte del engaño.
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