Como toda sociedad apodada balanceada y balanceante por su esencia no clasista, el socialismo está necesariamente signado por la interdependencia no dual a la que están sometidos los componentes del entorno ambiental, las individualidades y los grupos humanos, en virtud de la mutua responsabilidad y de la comunión de un conjunto principios que caracteriza a las personas que disfrutan la condición interdependiente a través de la cual pueden valerse por sí mismos, en virtud del grado elevado de capacidad y funcionalidad aportado por las estrechas, eficientes y concurrentes interacciones con el entorno que las envuelve, contiene y trasciende y les exime del concurso, de la intervención, de la ayuda, del soporte y del auxilio de condicionantes elementos exógenos, al satisfacer las condiciones necesarias y suficientes para llevar a feliz término el proceso de producción, distribución y consumo de los bienes y servicios socialistas.
Interdependencia ésta que resulta de la adecuada integración de las funciones ejercidas por las personas en el proceso metabólico social en aras de establecer y practicar un estilo de vida que garantice el pleno despliegue del potencial integral de los seres humanos y la preservación ecológica del medio ambiente.
Esto que hemos expuesto en el párrafo anterior se refiere al escenario endógeno de los países socialistas y, por tanto, se hace necesario abordar el exógeno terreno geopolítico en el cual se entiende la interdependencia como el estado de un país que coopera armónica, equitativa y complementariamente con las restantes naciones. Como concepto geopolítico esta condición fue iniciada por Marx quién lo utilizó en el Manifiesto Comunista en 1848 para describir la interdependencia universal de las naciones capitalistas en comparación a la pasada exclusión y autosuficiencia local y nacional del feudalismo y en 1929, Mahatma Gandhi afirmó que la interdependencia era y debía ser el ideal de la individualidad humana, entendiéndola como autosuficiencia, ya que, al conformarse como ser social, sin la interrelación con la sociedad no puede notar su unicidad con el universo ni suprimir su egoísmo. El talante beneficioso de la interdependencia resulta de una mutua dependencia que coadyuva a ambos partícipes a conquistar logros que individualmente se les hace inaccesibles, tal y como sucedería en un proceso social donde las interacciones de la congregación humana con los recursos naturales marcadas por el logro del pleno desarrollo integral de sus potenciales individuales y colectivos que además de subsanar los pasivos ambientales generados, restituya los hasta ahora producidos.