Entrevistando imaginariamente a Engels sobre lo tratado en:

El prólogo a la edición inglesa de “El Capital”

¿Qué dificultades tuvo para asumir la responsabilidad por la traducción completa del primer volumen de esta obra de Marx?

Estas dificultades nacieron fundamentalmente como consecuencia de que hubo que tomar en cuenta algunos otros pasajes de la edición francesa, a pesar de que la tercera edición alemana íntegramente ha servido de base a nuestro trabajo, pero como estas notas eran anteriores en muchos años a las instrucciones formuladas por el autor para la tercera edición, no me creí autorizado a hacer uso de ellas más allá de un carácter excepcional, sobre todo en aquellos casos en que nos ayudaban a salvar las dificultades.

¿A qué se debe el carácter fundamental que usted le asigna a las dificultades de la traducción?

Al hecho de que hubo una dificultad que no era posible ahorrar al lector: el empleo de ciertos términos en un sentido que difiere, no sólo del lenguaje usual de la vida diaria, sino del que se acostumbraba a usar en la economía política corriente.

¿Y cual es la razón que lo obligó a utilizar estos discrepantes términos?

El hecho de que una nueva concepción de cualquier disciplina revoluciona siempre la terminología técnica en ella empleada. La mejor prueba de esto la tenemos en la química, cuya nomenclatura la cambiado radicalmente cada más o menos veinte años, sin que pueda señalarse apenas una sola combinación orgánica que no haya pasado por una serie de nombres. La economía política se había contentado, en general, con tomar los términos corrientes en la vida comercial e industrial y operar con ellos tal y como los encontró, sin advertir que de este modo quedaba encerrada dentro de los estrechos horizontes de las ideas expresadas por aquellas palabras.

¿Podría darme un ejemplo de esta limitación del horizonte cognoscitivo que genera el uso de términos corrientes?

Un ejemplo es el hecho de que la economía política clásica no llegara a remontarse jamás sobre los conceptos habituales de ganancia y de renta, ni a investigar en conjunto, como un todo, esta parte no retribuida del producto (a la que Marx da el nombre de plus-producto), ni llegó tampoco, por consiguiente, a formarse una idea clara acerca de sus orígenes y carácter, ni acerca de las leyes que presiden luego la distribución de su valor., aún cuando sabían perfectamente que tanto la ganancia como la renta del suelo no son más que modalidades, fracciones, de la parte no retribuida del producto que el obrero se ve obligado a entregar a su patrono.

Otro tanto ocurre con la industria que, al dejar a un lado la agricultura, los economistas clásicos ingleses engloban indistintamente bajo el nombre de manufactura, con lo cual borran la distinción entre dos grandes períodos fundamentalmente distintos de la historia económica: el período de la verdadera manufactura, basada en la división del trabajo manual, y el de la industria moderna, basada en la maquinaria.

¿Qué subyace detrás de esta resistencia a utilizar términos nuevos?

Es evidente que una teoría que concibe la producción capitalista moderna como una simple estación de tránsito en la historia económica de la humanidad, tiene necesariamente que emplear términos distintos de los que emplean aquellos autores para quienes esta forma de producción es definitiva e imperecedera.


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Nicolás Urdaneta Núñez


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