Leer a Lenin, después de los cincuenta: ¿es perder el tiempo?

Escuché, en el programa “Aló Venezuela”, a un joven periodista, sin duda, talentoso, leído y de dominio del campo de las palabras, que dijo: “Leer a Lenin, después de los cincuenta años de edad, es perder el tiempo”. Y argumentó su conclusión, señalando que Lenin es el padre de todos los procesos autocráticos que se han dado en este mundo, seguramente, después de la revolución de octubre en 1917. Y un poco más adelante en su intervención reconoció que Lenin fue un estratega político pero un teórico intranscendente.

Tan pronto eso escuché, medité un poco, pensé en las obras escogidas de Lenin, en las tantas cosas donde reflejó, de manera inequívoca, su pensamiento doctrinario marxista –en general- y político –en lo particular-, por no decir de su elevadísimo nivel de cultura universal. Me senté frente al computador y me dije: algo debe decirse al respecto, no para polemizar con el joven periodista que posiblemente me lleva una morena en conocimientos, sino para medir cuánto de acierto o cuánto de desacierto contiene en sus aseveraciones.

No soy ningún ducho en el estudio del pensamiento y la obra de Lenin. Otros, muchos otros, pudieran hablar sobre la materia con mayor conocimiento de causa y con menor probabilidad de errar. Pero, de verdad verdad y sin que quede nada oscuro por dentro, Lenin no fue jamás, salvo lo de estratega político que sí lo fue también, lo que dijo el joven periodista en el programa “Aló Venezuela”.

Ciertamente, aunque sea desagradable decirlo, algo de verdad tiene ese dicho que dice: “Loro viejo no aprender a hablar”; es decir, no es lo mismo una persona comenzar a leer y estudiar una doctrina o teoría desde joven que hacerlo luego de cumplir los cincuenta años de edad o, en otros términos, no es lo mismo comenzar desde niño a aprender a leer y escribir que hacerlo estando viejo. Ahora, si durante toda la juventud y parte de la madurez hasta llegar a los cincuenta años de edad, el cerebro no se ha utilizado para nada de lectura o de estudio, cierto es que ya debe concebirse como un órgano atrofiado, pero si se ha leído y se ha estudiado ciencia social, teorías o doctrinas, no existe ningún fundamento científico para negarle a una persona, luego de cumplir sus cincuenta años de edad, que sea capaz de interpretar correctamente otra doctrina que antes no haya ni leído ni estudiado.

Existe un complemento que no debe ser olvidado a la hora de juzgar a personas que leen y estudian doctrina que anteriormente no fue de sus preocupaciones: hay cerebros excepcionales o privilegiados que, justamente, a partir de los cincuenta años de edad, cuando equilibra la persona sus fuerzas físicas y mentales, son capaces de acometer lo que en su juventud, por una u otra razón, no pudieron hacerlo o lograrlo. No creo, por muy enemigo que se sea y se rechace el ideal de Chávez, que exista alguien capaz de negar el talento, la inteligencia y la memoria del Presidente de la República Bolivariana de Venezuela. Esto no es ni jalar testículos ni lisonja. Es una verdad ampliamente reconocida y escuchada por medios de comunicación opositores. En todo caso, que Chávez se haya puesto a leer a Lenin luego de cumplir sus cinco décadas de existencia, no es, jamás, una acción o decisión de atraso sino de avance. Si Chávez se pusiera a leer, estudiar y lo anunciara públicamente, para aplicarlo en la realidad, el libro Mein Kampf de Hitler o las recomendaciones de Malthus sobre exterminio social para salvar la producción de bienes alimenticios en relación con el crecimiento demográfico, las ideas absurdas de Dewey , Nance, Gobineau, Nietzsche, Banze, Lapouge, Campbell, Spearkman, Weller, Eihuntington, Tarde y Worms, eso sí sería un caso profundamente preocupante y amenazante, digno de estudio por el psicoanálisis y de combate masivo de un pueblo.

Pero bueno, no se trata esta opinión de saber si Chávez estudió o no a Lenin en su juventud y si ahora lo hace luego de haber cumplido medio siglo de su vida. De lo que realmente se trata es de indagar o descubrir si Lenin fue un autócrata y un teórico intranscendente. Muchas personas juzgan al camarada Lenin, para tildarlo de autócrata, por su concepción sobre el partido político de vanguardia de la clase obrera, y eso es un craso error, aunque sigue siendo demostrable y vigente que sin una organización política proletaria, con por lo menos varias características de las señaladas por Lenin, no es posible que una lucha revolucionaria llegue a feliz término en el tiempo contra el capitalismo y por la construcción del socialismo. Recuérdese que Lenin, antes y después del triunfo de la revolución, no era el secretario general del partido bolchevique (posteriormente comunista), aunque sí su figura más respetada e influyente.

Lenin: ¿fue padre de autocracia?

Engels sostuvo que nada es más autoritario que una revolución y eso lo demostraron tanto la Burguesa de 1789 en Francia como la Proletaria de 1917 en Rusia, pero eso no significa, por sí mismo, la instauración de un régimen autocrático que gobierne supeditado a los intereses exclusivos de una persona, familia o partido político en particular como lo hicieron, por ejemplo, las monarquías y los zares en el feudalismo o el bonapartismo y el nazismo en el capitalismo. La historia de este mundo, desde cierto período de la comunidad primitiva hasta la actualidad (bajo el dominio de la llamada globalización capitalista salvaje) continúa siendo la historia de la lucha de clases, aunque pocos o bastantes ideólogos –esencialmente políticos- se empecinen en negarlo argumentando que el mundo ha cambiado y el proletariado perdió su protagonismo histórico.

Quienes hayan tenido oportunidad de leer o de estudiar los textos que tienen relación o analizan la obra y el pensamiento de Lenin encontrarán suficientes elementos que en vez de demostrar una conducta autocrática en él, se maravillarán de su profundo respeto por las libertades de expresión, de juicio, de disidencia en los órganos de un partido proletario como en las organizaciones del pueblo, del Estado y, especialmente, del gobierno revolucionario. Incluso, Lenin no sólo era un respetuoso del derecho a la libertad de cultos religiosos, sino que defendía ese derecho contra quienes en el partido bolchevique o en la revolución pretendieron negarlo o combatirlo con ideas de radicalismo político o sociológico. Que Lenin fue duro y contundente defendiendo su ideal, irreconciliable en cuestiones de principio, es otra cosa que nada tiene que ver con autoritarismo, pero cuando algunos de los que lo adversaban reconocían sus desaciertos, Lenin los abrazaba con la mayor hermandad y humildad posible. En el estudio de la relación de Lenin con el gran escritor Máximo Gorki podemos medir, sin equivocación alguna y con exactitud asombrosa, que el primero jamás se dejó influenciar por autocratismo alguno ni antes ni después de ejercer la primera magistratura del gobierno de los Comisarios del Pueblo. Téngase presente, igualmente, que Lenin siempre aceptó (sin remordimiento, con mucha conciencia y respeto) sus grandes errores cometidos de manera pública y no en privado como, también, los valores y méritos de los demás aunque fuesen sus enemigos.

Lenin fue, sin duda alguna, la figura más relevante de la política revolucionaria en la lucha contra el zarismo, contra la burguesía y su capitalismo como de la revolución proletaria en Rusia. Aun así, y esto sirve para medir cuánto tuvo o no de autocratismo, hubo de ser obligado a ocupar la Presidencia del Consejo de Comisarios del Pueblo al triunfo de la revolución de Octubre de 1917. El se negaba no por hacer que le imploraran que lo aceptara, sino porque reconocía el mérito de León Trotsky para ejercer ese cargo, pero éste igualmente sabía que Lenin era, nadie lo dudaba, el más capaz, de mayores virtudes y conocimientos para tan difícil y exigente compromiso en las circunstancias objetivas en que tocó desenvolverse a la revolución rusa rodeada y atacada por enemigos imperialistas y acosada por la violencia de sus adversarios internos.

Para Lenin, demostrando lo contrario al autocratismo, la organización fundamental de la sociedad de clases para avanzar hacia el socialismo, por lo menos en Rusia, no era el partido bolchevique sino el soviet, es decir, el organismo político de la clase trabajadora. Lo que sí era claro para Lenin es que su gobierno era el representante ejecutivo de la dictadura del proletariado; es decir: democracia para las clases y sectores populares y dictadura sobre la burguesía. En política, creo también como en la sociología, todo gobierno es expresión general de una dictadura de clase, defiende esencialmente los intereses económicos de la clase dominante y, además, todo presidente (como todo mandatario) es la expresión individual de una dictadura de clase. Lo importante es determinar ¿a quién y con qué fin le sirve el gobierno y el presidente o primer mandatario a la sociedad?

Quienes hayan tenido la oportunidad de leer –no estudiar- el comportamiento de Lenin durante su ejercicio gubernamental como Presidente del Consejo de Comisarios del Pueblo, sus preocupaciones por los trabajadores, por el carácter permanente de la revolución, por las organizaciones de los trabajadores y de los soldados, por el papel de los intelectuales en el proceso de transición, por la misión de los tecnólogos y los científicos, por la solidaridad internacionalista o proletaria, por los diversos problemas de sus camaradas y de quienes no siendo camaradas gozaban del derecho a la vida, su amor por los niños y las niñas, su afán por los logros de la juventud y su misión en la revolución, su claridad sobre el papel del partido político y del Estado en la transición del capitalismo al socialismo, su esmero por el desarrollo industrial, su pasión por la liberación de la mujer, su constante consulta a los órganos del Estado y del Partido sobre las políticas económicas de la revolución, su respeto por los artistas y los religiosos, su defensa apasionada por la verdad, su carácter afable y generoso, su visión grandiosa del futuro, su vocación de tomar en consideración las opiniones de los obreros y los campesinos y los soldados, su indeclinable respeto por el derecho a juicio, su apego a la disciplina consciente al servicio de la revolución, su majestuosa capacidad para entender las realidades del mundo y no procurar aislarse de ella sin afectar los principios de la revolución y otras cosas importantes, terminará convencido que nunca tuvo rasgos de autócrata. Precisamente, para evitar el florecimiento de la autocracia, es que Lenin se propuso una reestructuración en el Partido Comunista donde no fuese Stalin el secretario general. Lamentablemente, murió unos días antes del Congreso del Partido. En definitiva: si bien un Presidente debe poseer autoridad y Lenin sí la tuvo, nada nos indica que fue un autócrata y menos padre de autocracia alguna.

Lenin: ¿fue un teórico intranscendente?

En verdad, no se requiere de muchas líneas o palabras para demostrar la importancia y la transcendencia de Lenin en el campo de la teoría o pensamiento social. Lenin nunca se propuso ser creador de una doctrina, simplemente abrazó y asumió el marxismo como su ideal teórico. Lo que hizo Lenin fue enriquecer el marxismo aportándole notables conocimientos científicos, donde se destacan su obra “El imperialismo, fase superior del capitalismo” en el campo de la economía y “materialismo y empirocriticismo” en el campo de la filosofía. Pero esas no son las únicas obras de Lenin donde hace aportes a la doctrina proletaria sino que también lo hizo en materias concretas que son de vital importancia durante la lucha de clases contra el capitalismo, la transición de éste al socialismo y de la construcción de éste mismo, tales como la cuestión nacional, el derecho de las naciones a la autodeterminación, las clases y su definición científica, el partido, en el problema agrario, en el papel de los sindicatos, en la posición de un Estado proletario frente a los estamentos medios de la sociedad, en el papel de las organizaciones del pueblo en la revolución como la del partido político de vanguardia, en el papel de los artistas y sus tendencias de arte, en el rol de la burocracia y de las cooperativas de producción y de consumo y paremos de contar. Si esos elementos o aportes no tienen vigencia su estudio y hasta aplicación, por la revolución proletaria en este mundo capitalista que debe ser transformado en socialismo, entonces que nos agarre Dios confesados si se pretende evitar que el Diablo nos devore antes de entrar a su reino del Infierno.

Decir que Lenin fue un teórico intranscendente es pasar todo el siglo XX por debajo de la mesa, es como echar por la borda el contenido para destacar simplemente la forma, es como reducir todo el abecedario exclusivamente al valor de las cinco vocales. Es más: es como un marxista, convencido ciegamente en el triunfo del socialismo, termine diciendo que Montesquieu, Diderot, Beaumarchais, Condorcet, Diderot, Voltaire y Rousseau, fueron unos teóricos intranscendentes, porque ya el capitalismo nada tiene que ofrecer al mundo para su emancipación social de toda expresión de esclavitud social luego de haber cumplido más de dos siglos de existencia. Y sería, también, como si un general emocionado por sus triunfos en campos de batalla concluyera diciendo que Danton no tiene ninguna importancia para la historia de la violencia social. Por lo demás, si Lenin fue un teórico intranscendente, mucho más lo fueron Marx y Engels que no vivieron en la fase propiamente dicha de imperialismo y de una revolución de la magnitud de la de Rusia o de Octubre de 1917.

Decir que Lenin fue un teórico intranscendente es, en fin, como dejar las bibliotecas vacías cremando cien tomos gruesos que recogen sus escritos de diversas naturalezas o ciencias sociales de obligatorio estudio, por lo menos, para el proletariado y los intelectuales que abracen la causa de los trabajadores. No sé, en verdad, si Chávez, luego de ponerse a leer a Lenin, se ha complicado teóricamente, pero lo que sí sé y es un mérito incuestionable que no se le puede negar, que desde que comenzó a hablar del socialismo del siglo XXI, como nunca antes ha obligado a enemigos y amigos del socialismo a estudiar, especialmente, a Marx, a Engels, a Lenin para dar opiniones sobre la materia y otra cosa muy importante: ha puesto en la palestra pública la necesidad de estudiar a Trotsky, que, por cierto, hasta comunistas han negado su importancia en la lucha revolucionaria y en el pensamiento marxista. Chávez sí se la reconoce. ¿Acaso eso no es un valioso paso hacia delante?



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Freddy Yépez


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