Crítica a “La Transición al Socialismo” del ministro Alí Rodriguez

I.- ¿Dijo usted ideas de Marx?

Me han llamado mucho la atención algunos aspectos de la fecunda ponencia de Alí Rodríguez Araque (al igual que aspectos del resto de los panelistas), actual Ministro del Poder Popular para la Energía Eléctrica, titulada “La Transición hacia al Socialismo”, publicada en Rebelión.org, además de discutida en una primera jornada con los delegados del PSUV (Junto a los Ministros Rodolfo Sanz y Elías Jaua).

Sin duda, se abre la oportunidad de conocer las ideas de destacados miembros del Gabinete de Chávez sobre la actual coyuntura crítica, que por cierto requiere de muchas definiciones.

Así  mismo, permite conocer abiertamente sus opiniones sobre el proceso de transición al socialismo, bajo las condiciones especificas de la sociedad venezolana, lo cual abre una discusión enriquecedora, hecho que debe ser saludado positivamente, si cerrarlo con verdades absolutas o dogmáticas.

Sin embargo, en este brevísimo artículo comentaré críticamente lo que considero algunas imprecisiones sobre ideas atribuidas por Alí Rodríguez Araque al pensamiento de Marx.

Se trata de discusiones trascendentales en momentos donde se requiere poner sobre la mesa las distintas posturas intelectuales y matices ideológicos, que apalancan el proceso revolucionario venezolano. Comencemos.

Alí  Rodríguez, plantea lo siguiente iniciando de su ponencia sobre "La transición al Socialismo":

“¿Cómo concibió Marx el socialismo? Para Marx, el socialismo era la transición entre la sociedad capitalista y la sociedad comunista. Es decir, entre una sociedad clasista caracterizada en la explotación del hombre por el hombre, hacia una sociedad sin clases, donde incluso el Estado se extingue, desaparece el Estado, porque según la tesis de Marx, si no hay la clase que ejerza violencia, el dominio sobre otra clase, pues ya el Estado pasa a ser un factor innecesario, irrelevante. En consecuencia, utiliza la frase de "extinción del Estado."”. 

Considero que aquí hay dos afirmaciones inexactas sobre lo que concibió Marx. En primer lugar, Marx no definió el socialismo como la transición entre la sociedad capitalista y la sociedad comunista.  

Esta perspectiva no aparece en ningún lugar en la obra abierta y crítica de Marx. Tampoco Marx escribió frase semejante acerca de la llamada “extinción del Estado”. 

Lo que Marx planteó acerca de la transición son solo indicaciones extremadamente puntuales, breves, acotadas; que aún así, siguen siendo distorsionadas por el lente leninista de la interpretación del pensamiento marxiano, pues Marx no hablo de socialismo y de comunismo como fases separadas (Ver: Crítica al Programa de Gotha). 

En su crítica al punto 3 del programa de Gotha que planteaba: 3. "La emancipación del trabajo exige que los medios de trabajo se eleven a patrimonio común de la sociedad y que todo el trabajo sea regulado colectivamente, con un reparto equitativo del fruto del trabajo"; lo que Marx aborda es la relación entre el llamado reparto de la totalidad de la producto social, luego de hechas las obligadas deducciones a partir de la llamada “cuota individual de trabajo” (Lo que posteriormente será interpretado como el principio de la fase de transición: “A cada quién según sus necesidades, de cada quién según su trabajo”).  

Allí  Marx plantea lo siguiente: 

“De lo que aquí se trata no es de una sociedad comunista que se ha desarrollado sobre su propia base, sino, al contrario, de una que acaba de salir precisamente de la sociedad capitalista y que, por tanto, presenta todavía en todos sus aspectos, en el económico, en el moral y en el intelectual, el sello de la vieja sociedad de cuya entraña procede.” 

Por tanto, Marx distingue entre una sociedad comunista que se ha desarrollado sobre su propia base, de una sociedad comunista que acaba de salir precisamente de la sociedad capitalista, que presenta en todos sus aspectos, el sello de la vieja sociedad de cuya entraña procede

Marx plantea literalmente dos fases de la “sociedad comunista”, no menciona nunca una sociedad socialista primero, y una sociedad comunista después. Lo que si plantea son las dificultades propias de la primera fase, pues ese tránsito exige desprenderse de los elementos, relaciones o aspectos de la vieja sociedad capitalista: 

“Pero estos defectos son inevitables en la primera fase de la sociedad comunista, tal y como brota de la sociedad capitalista después de un largo y doloroso alumbramiento. El derecho no puede ser nunca superior a la estructura económica ni al desarrollo cultural de la sociedad por ella condicionado. En una fase superior de la sociedad comunista, cuando haya desaparecido la subordinación esclavizadora de los individuos a la división del trabajo, y con ella, el contraste entre el trabajo intelectual y el trabajo manual; cuando el trabajo no sea solamente un medio de vida, sino la primera necesidad vital; cuando, con el desarrollo de los individuos en todos sus aspectos, crezcan también las fuerzas productivas y corran a chorro lleno los manantiales de la riqueza colectiva, sólo entonces podrá rebasarse totalmente el estrecho horizonte del derecho burgués y la sociedad podrá escribir en sus banderas: ¡De cada cual, según sus capacidades; a cada cual según sus necesidades!". 

Pueden parecer poco importantes estas observaciones, pero se relacionan con la concepción marxiana de la transición del capitalismo al comunismo, se trata de dos fases, con temporalidades distintas, con principios de apropiación, reparto o distribución distintos que afectan el modo en que se abordan aspectos que relacionan la vida social con la totalidad del producto social. 

Si se trata de transición en el pensamiento de Marx, debe hablarse es de una fase inferior y de una fase superior de la sociedad comunista, no de socialismo primero y de comunismo después, cosa de la que escribirá extensamente Lenin. ¡Hablar de una fase socialista y otra fase comunista remite al marxismo bolchevique, no al pensamiento de Marx! 

Incluso, al referirse a la crítica de la frase “Estado libre” en la crítica al programa de Gotha, Marx plantea: 

“Cabe, entonces, preguntarse: ¿que transformación sufrirá el régimen estatal en la sociedad comunista? O, en otros términos: ¿qué funciones sociales, análogas a las actuales funciones del Estado, subsistirán entonces? Esta pregunta sólo puede contestarse científicamente, y por más que acoplemos de mil maneras la palabra pueblo y la palabra Estado, no nos acercaremos ni un pelo a la solución del problema. Entre la sociedad capitalista y la sociedad comunista, media el período de la transformación revolucionaria de la primera en la segunda. A este período corresponde también un período político de transición, cuyo Estado no puede ser otro que la dictadura revolucionaria del proletariado.” 

La riqueza de este párrafo se ha perdido por completo en muchas discusiones que sólo hacen referencia a la cuestión de la “Dictadura Revolucionaria del Proletariado”, cuando se habla de dos asuntos: a) existe un período de transformación revolucionaria que media entre la sociedad capitalista y la sociedad comunista, b) a éste período corresponde un período político de transición, cuyo Estado no puede ser otro que la Dictadura revolucionaria del proletariado. 

Tenemos entonces un período de transformación revolucionaria que constituye una transición de una a otra sociedad; y además, el período político de transición, un “Estado de transición” que no puede ser otro, según palabra de Marx, que la Dictadura revolucionaria del Proletariado. 

Esta distinción se encuentra en el mismo texto donde se habla de fase inferior y fase superior de la sociedad comunista, y allí tampoco hace referencia a la sociedad socialista como etapa anterior a la sociedad comunista. La conclusión es clara: Marx no habla de socialismo como etapa inferior de la transición. 

Pueden analizarse la coherencia de ambas críticas en diferentes pasajes de la Crítica al Programa de Gotha, e incluso con el prólogo de Engels elaborado en 1891 para la introducción del texto: “Trabajo asalariado y Capital”: 

“Es posible un nuevo orden social en el que desaparecerán las actuales diferencias de clase y en el que —tal vez después de un breve período de transición acompañado de ciertas privaciones, pero en todo caso muy provechoso moralmente—, mediante el aprovechamiento y el desarrollo armónico y proporcional de las inmensas fuerzas productivas ya existentes de todos los individuos de la sociedad, con el deber general de trabajar, se dispondrá por igual para todos, en proporciones cada vez mayores, de los medios necesarios para vivir, para disfrutar de la vida y para educar y ejercer todas las facultades físicas y espirituales. Que los obreros van estando cada vez más resueltos a conquistar, luchando, este nuevo orden social, lo patentizarán, en ambos lados del Océano, el día de mañana, 1 de mayo, y el domingo, 3 de mayo.” (Engels: 1891; prólogo a trabajo asalariado y capital de Marx) 

Aquí  Engels hace referencia a un breve período de transición acompañado de ciertas privaciones, pero en todo caso muy provechoso moralmente

Contrasta esta afirmación, con el largo y doloroso alumbramiento del que habla Marx. Donde si coincide Engels con Marx, en que habrá inevitables defectos en la primera fase de transición de la sociedad comunista. 

Incluso entre Marx y Engels, hay no pocas diferencias de matiz sobre cuestiones esenciales. Por ejemplo, Engels, en su carta al partido socialista en Italia (la venidera revolución italiana y el partido socialista-1894), sustituye la palabra comunista por la palabra socialista. Podríamos aventurar la hipótesis de que Marx y Engels intervinieron en el terreno de debate del pensamiento y el imaginario socialista que los precedía, de allí sus criticas a diversos socialismos, afirmando sí su posición comunista. Pero no es accidental, que Engels fuese quién mas referencia hiciera a lo largo de sus escritos al término “socialismo obrero moderno”, al “socialismo moderno” y al “socialismo científico”. 

Con relación a la temática de la "extinción del Estado", no fue directamente Marx sino Engels quién planteó: 

“Cuando el Estado se convierta finalmente en representante efectivo de toda la sociedad será por sí mismo superfluo. Cuando ya no exista ninguna clase social a la que haya que mantener sometida; cuando desaparezcan, junto con la dominación de clase, junto con la lucha por la existencia individual, engendrada por la actual anarquía de la producción, los choques y los excesos resultantes de esto, no habrá ya nada que reprimir ni hará falta, por tanto, esa fuerza especial de represión que es el Estado. El primer acto en que el Estado se manifiesta efectivamente como representante de toda la sociedad: la toma de posesión de los medios de producción en nombre de la sociedad, es a la par su último acto independiente como Estado. La intervención de la autoridad del Estado en las relaciones sociales se hará superflua en un campo tras otro de la vida social y cesará por sí misma. El gobierno sobre las personas es sustituido por la administración de las cosas y por la dirección de los procesos de producción. El Estado no es «abolido»; se extinge” (Del Socialismo Utópico al Socialismo Científico; Cap. III-1880) 

Cuando Engels habla frente a la abolición del Estado, efectivamente, se refería a las posiciones de Bakunin, quién plantaba abiertamente la tesis de la abolición violenta del Estado. Pero ante una interpretación que sugiere cierta espera pasiva de la extinción del Estado (lo que excluye la centralidad de la praxis revolucionaria en Marx), en la Introducción a la Guerra civil en Francia (1891), el mismo Engels (y no Marx) plantea: 

“Esta labor de destrucción del viejo Poder estatal y de su reemplazo por otro nuevo y verdaderamente democrático es descrita con todo detalle en el capítulo tercero de La Guerra Civil (escrito por Marx). Sin embargo, era necesario detenerse a examinar aquí brevemente algunos de los rasgos de este reemplazo por ser precisamente en Alemania donde la fe supersticiosa en el Estado se ha trasladado del campo filosófico a la conciencia general de la burguesía e incluso a la de muchos obreros. Según la concepción filosófica, el Estado es la "realización de la idea", o esa, traducido al lenguaje filosófico, el reino de Dios en la tierra, el campo en que se hacen o deben hacerse realidad la verdad y la justicia eternas. De aquí nace una veneración supersticiosa hacia el Estado y hacia todo lo que con él se relaciona, veneración que va arraigando más fácilmente en la medida en que la gente se acostumbra desde la infancia a pensar que los asuntos e intereses comunes a toda la sociedad no pueden ser mirados de manera distinta a como han sido mirados hasta aquí, es decir, a través del Estado y de sus bien retribuidos funcionarios. Y la gente cree haber dado un paso enormemente audaz con librarse de la fe en la monarquía hereditaria y jurar por la República democrática. En realidad, el Estado no es más que una máquina para la opresión de una clase por otra, lo mismo en la República democrática que bajo la monarquía; y en el mejor de los casos, un mal que el proletariado hereda luego que triunfa en su lucha por la dominación de clase. El proletariado victorioso, tal como hizo la Comuna, no podrá por menos de amputar inmediatamente los peores lados de este mal, hasta que una generación futura, educada en condiciones sociales nuevas y libres, pueda deshacerse de todo ese trasto viejo del Estado. Últimamente las palabras "dictadura del proletariado" han vuelto a sumir en santo terror al filisteo socialdemócrata. Pues bien, caballeros, ¿queréis saber qué faz presenta esta dictadura? Mirad a la Comuna de París: ¡he ahí la dictadura del proletariado!”. 

Que una generación futura, educada en condiciones sociales nuevas y libres, pueda deshacerse de todo ese "trasto viejo del Estado". Esta frase de Engels, no de Marx, considera que no desaparece ni se extingue porque se vuelve un factor innecesario, sino porque el período político de transición ha amputado los peores lados de este mal, hasta que nuevas condiciones económicas, políticas y culturales, permitan que se pueda deshacerse del “trasto viejo”, transformando las funciones de represión y de gobierno sobre las personas, en funciones de administración y de dirección del proceso económico. 

Que el Estado se extinga no significa lo mismo que deshacerse del trasto viejo del Estado, son matices importantes, pues la intervención de la praxis revolucionaria es decisiva en el segundo caso. 

Sobre estos puntos, entonces, no hay que atribuirle a Marx ideas que no planteó. Si quisiéramos meternos de lleno en el asunto de la extinción del Estado y su relación con los problemas de la transición, tendríamos que seguir extrayendo conclusiones de la perspectiva de Lenin, quién planteó (El Estado y la Revolución; 1917): 

“Sin temor a equivocarnos, podemos decir que de estos pensamientos sobremanera ricos, expuestos aquí por Engels, lo único que ha pasado a ser verdadero patrimonio del pensamiento socialista, en los partidos socialistas actuales, es la tesis de que el Estado, según Marx, "se extingue", a diferencia de la doctrina anarquista de la "abolición" del Estado. Truncar así el marxismo equivale a reducirlo al oportunismo, pues con esta "interpretación" no queda en pie más que una noción confusa de un cambio lento, paulatino, gradual, sin saltos ni tormentas, sin revoluciones. Hablar de "extinción" del Estado, en un sentido corriente, generalizado, de masas, si cabe decirlo así, equivale indudablemente a esfumar, si no a negar, la revolución. Además, semejante "interpretación" es la más tosca tergiversación del marxismo, tergiversación que sólo favorece a la burguesía y que descansa teóricamente en la omisión de circunstancias y consideraciones importantísimas que se indican, por ejemplo, en el "resumen" contenido en el pasaje de Engels, citado aquí por nosotros en su integridad. En primer lugar, Engels dice en el comienzo mismo de este pasaje que, al tomar el Poder del Estado, el proletariado "destruye, con ello mismo, el Estado como tal". "No es uso" pararse a pensar qué significa esto. Lo corriente es ignorarlo en absoluto o considerarlo algo así como una "debilidad hegeliana" de Engels. En realidad, en estas palabras se expresa concisamente la experiencia de una de las más grandes revoluciones proletarias, la experiencia de la Comuna de París de 1871, de la cual hablaremos detalladamente en su lugar. En realidad, Engels habla aquí de la "destrucción" del Estado de la burguesía por la revolución proletaria, mientras que las palabras relativas a la extinción del Estado se refieren a los restos del Estado proletario después de la revolución socialista. El Estado burgués no se "extingue", según Engels, sino que “es destruido” por el proletariado en la revolución. El que se extingue, después de esta revolución, es el Estado o semi-Estado proletario.” 

Tremendas implicaciones puede tener no detenerse a analizar los matices en las perspectivas de Marx, Engels y Lenin; o suponer que los tres pensaban exactamente igual. ¿Que diría Lenin del siguiente párrafo de Alí Rodriguez?: 

“Fue un debate muy fuerte, muy interesante -se lo recomiendo a quienes les interesen estas cosas históricas- entre Marx y Bakunin, porque Bakunin quien es el gran ideólogo del anarquismo sostenía la abolición violenta del Estado. Marx criticaba esa tesis señalando que el comunismo precisamente era la desaparición de las clases sociales, y en consecuencia el Estado se convertía en algo innecesario que se extinguía por sí mismo.” 

A buen lector, pocas palabras. Marx no habló nunca de que el Estado se convertía en algo innecesario que se extinguía por si mismo. Engels planteó una ambigüedad entre un Estado que se extinguía en un proceso histórico, y un trasto viejo del cual una nueva generación educada en condiciones sociales distintas y libres podía deshacerse. Y Lenin llegó a decir que: 

“Sin temor a equivocarnos, podemos decir que de estos pensamientos sobremanera ricos, expuestos aquí por Engels, lo único que ha pasado a ser verdadero patrimonio del pensamiento socialista, en los partidos socialistas actuales, es la tesis de que el Estado, según Marx, "se extingue", a diferencia de la doctrina anarquista de la "abolición" del Estado. Truncar así el marxismo equivale a reducirlo al oportunismo, pues con esta "interpretación" no queda en pie más que una noción confusa de un cambio lento, paulatino, gradual, sin saltos ni tormentas, sin revoluciones. Además, semejante "interpretación" es la más tosca tergiversación del marxismo, tergiversación que sólo favorece a la burguesía y que descansa teóricamente en la omisión de circunstancias y consideraciones importantísimas que se indican, por ejemplo, en el "resumen" contenido en el pasaje de Engels, citado aquí por nosotros en su integridad.” 

El debate sobre Marx, Engels y Lenin es muy rico en matices, e incluso re-significaciones, que generan tanto continuidades como discontinuidades entre las ideas de estos tres personajes históricos.  

A efectos de comprender e intervenir en las transiciones socialistas, hay que profundizar con rigor, criticidad y creatividad para seguir discutiendo lo que piensan las diferentes tendencias y corrientes que se mueven en el imaginario socialista venezolano. Pues hay muchas relaciones de continuidad/superación entre diferentes posturas. 

No sobra decir: ¡Que siga el debate!...continuará.

jbiardeau@gmail.com


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Javier Biardeau

Articulista de opinión. Sociología Política. Planificación del Desarrollo. Estudios Latinoamericanos. Desde la izquierda en favor del Poder constituyente y del Pensamiento Crítico

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