¿Cuál es la mercancía que funciona como medida de valor?
La mercancía que funciona como medida de valor y por tanto, sea en persona o a través de un representante, como medio de circulación, es el dinero. El oro o, en su caso, la plata, es por consiguiente dinero. El oro funciona como dinero de dos modos: las desempeña allí donde actúa en su corporeidad áurea, es decir, como mercancía dinero, sin reducirse, por tanto, a una forma puramente ideal, como cuando interviene como medida de valor, ni de un modo representativo, como en su papel de medio de circulación y las desempeña también allí donde su función, ya la ejecute en persona o por medio de un representante, lo plasma como configuración exclusiva de valor o única existencia adecuada de valor frente a todas las demás mercancías, consideradas como simples valores de uso.
¿Cuándo se convierte la moneda en dinero?
El constante movimiento cíclico de las dos metamorfosis antagónicas de las mercancías o la continua sucesión de ventas y compras se revela en la circulación infatigable del dinero o en su función de móvil perpetuo de la circulación. El dinero se inmoviliza o se convierte, como dice Boisguillebert, de mueble en inmueble, de moneda en dinero, tan pronto como se interrumpe la serie de metamorfosis, tan pronto como la venta no se complementa con la compra que normalmente la sigue.
En cuanto comienza a desarrollarse la circulación de mercancías, comienza a desarrollarse también la necesidad y la pasión de retener el producto de la primera metamorfosis, la forma transfigurada de la mercancía, o sea su crisálida dinero. Ahora, las mercancías se venden, no para comprar otras con su producto, sino para sustituir la forma mercancía por la forma dinero. De simple agente mediador del metabolismo, este cambio de forma se convierte en fin supremo. La forma enajenada de la mercancía tropieza con un obstáculo que le impide funcionar como su forma absolutamente enajenable, como su forma dinero, llamada constantemente a desaparecer. El dinero se petrifica, convirtiéndose en tesoro, y el vendedor de mercancías en atesorador.
Es precisamente en los comienzos de la circulación de mercancías cuando el mero sobrante de los valores de uso se convierte en dinero. De este modo, el oro y la plata se erigen por sí mismos en expresiones sociales de la abundancia o de la riqueza. De este modo, van surgiendo en todos los puntos del comercio tesoros de oro y plata. Con la posibilidad de retener la mercancía como valor de cambio o el valor de cambio como mercancía, se despierta la codicia del oro. Al extenderse la circulación de mercancías crece el poder del dinero, forma siempre presta y absolutamente social de la riqueza.
Como en el dinero desaparecen todas las diferencias cualitativas de las mercancías, este radical nivelador borra, a su vez, todas las diferencias, tal y como lo expresa Shakespeare en Timón de Atenas.
¿Oro? ¿Oro precioso, rojo, fascinante?
Con él, se torna blanco el negro y el feo hermoso,
Virtuoso el malo, joven el viejo, valeroso el cobarde, noble el ruin.
… ¡Oh Dioses! ¿Por qué esto? ¿Por qué es esto?
Y retira la almohada a quien yace enfermo;
Y aparta del altar al sacerdote;
Si, este esclavo rojo ata y desata
Vínculos consagrados; bendice al maldito;
Hace amable la lepra; honra al ladrón
Y le da rango, pleitesía e influencia
En el Consejo de los senadores; conquista pretendientes
A la viuda anciana y encorvada:
…. ¡Oh, maldito metal,
Vil ramera de los hombres!
nicolasurdaneta@gmail.com