¿Cuál es, en suma, la fórmula genérica del capital?
Como agente consciente del movimiento del capital, el poseedor de dinero se convierte en capitalista. El punto de partida y de retorno del dinero se halla en su persona, es decir, o por mejor decir en su bolsillo. El contenido objetivo de este proceso de circulación -la valorización del valor- es su fin subjetivo, y sólo actúa como capitalista, como capital personificado, dotado de conciencia y de voluntad, en la medida en que sus operaciones no tienen más motivo propulsor que la apropiación progresiva de riqueza abstracta. El valor de uso no puede, pues, considerarse jamás como fin directo del capitalista, Tampoco la ganancia aislada, sino el apetito insaciable de ganar. Este afán absoluto de enriquecimiento, esta carrera desenfrenada en pos del valor hermana al capitalista y al atesorador; pero, mientras que éste no es más que el capitalista trastornado, el capitalista es el atesorador racional. El incremento insaciable de valor que el atesorador persigue, pugnando por salvar a su dinero de la circulación, lo consigue, con más inteligencia, el capitalista lanzándolo una y otra vez, incesantemente, al torrente circulatorio.
Las formas autónomas, formas-dinero, que el valor de las mercancías asume en la circulación simple, se limitan a servir de mediadoras del intercambio de mercancías, para desaparecer en el resultado final del proceso. En cambio, en la circulación D – M – D, ambas formas, la mercancía y el dinero, funcionan como simples modalidades distintas de existencia del propio valor: el dinero como su modalidad específica o transfigurada, por decirlo así. El valor pasa constantemente de una forma a otra, sin perderse en estos tránsitos y convirtiéndose en sujeto automático. Si plasmamos las formas o manifestaciones específicas que el valor que se valoriza reviste sucesivamente a lo largo del ciclo de su vida, llegaremos a las siguientes definiciones: capital es dinero; capital es mercancía. En realidad, el valor se erige aquí en sujeto de un proceso en el que, bajo el cambio constante de las formas de dinero y mercancía, su magnitud varía automáticamente desprendiéndose como plusvalía de sí mismo como valor originario, o lo que tanto vale, valorizándose a sí mismo.
Comprar para vender, o dicho más exactamente, comprar para vender más caro, D – M – D’, parece a primera vista como si sólo fuese la fórmula propia de una modalidad del capital, del capital mercantil. Pero no es así: el capital industrial es también dinero que se convierte en mercancía, para convertirse nuevamente en más dinero, mediante la venta de aquélla. Los actos que puedan producirse entre la compra y la venta, fuera de la órbita de la circulación, no alteran en lo más mínimo esta forma del proceso. Finalmente, en el capital dado a interés la circulación D – M – D’ se presenta bajo una forma concentrada, sin fase intermedia ni mediador, en estilo lapidario por decirlo así, como D – D’, o sea dinero, que es a la par más dinero, valor superior a su propio volumen.
D – M – D’ es, pues, en suma, la fórmula genérica del capital, tal y como se nos presenta directamente en la órbita de la circulación.
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