Hace años atrás era muy reducido el escenario de celebración de algunas fechas históricas. La del 19 de Abril de 1810, no pasaba más allá de simples recordatorios en algunas instituciones de la sociedad. Es verdad que, y mucho menos una revolución, nadie saca un buen provecho enamorándose del pasado, porque el presente exige un compromiso de voluntad o convicción de acierto con el futuro. Pero éste nunca se construye sin asimilar y aprovechar el legado valioso que viene dado sólo por el pasado. El socialismo, por ejemplo, sólo podrá construirse sobre ese rico legado de técnica y organización que ha alcanzado el capitalismo altamente desarrollado capaz de ser asimilado por el proletariado en el poder para extinguir el poder.
La celebración, de parte del gobierno bolivariano, del Bicentenario del 19 de Abril de 1810 ha despertado una polémica sobre el contenido histórico de esa fecha patria. Por vez primera, por ejemplo, me entero de la elevadísima preocupación –incluso- de los señores obispos en analizar el 19 de Abril de 1810, como también de algunas organizaciones políticas, para hacer público su rechazo a la forma de celebración que hizo de la misma el gobierno nacional. Ahora todos los opositores al presidente Chávez tienen su noción sobre esa fecha histórica y ninguna coincide con la del primer mandatario. Eso se respeta y tienen su derecho a expresarlo públicamente.
No me voy a ocupar de analizar la posición de nadie en relación con esa fecha histórica. Ojalá objetivos historiadores nos brinden el conocimiento más acertado sobre la misma. Permítaseme, simplemente sin ser ni pretender ser historiador, dar una opinión sobre lo que creo fue y representó el 19 de Abril de 1810 para la consecución de la independencia venezolana del poder colonialista español. No digo que sea la valedera pero, como producto de la polémica sobre esa fecha, no está demás opinar aun corriendo el riesgo de estar equivocado o de no ser aceptada por los historiadores esta opinión.
Napoleón había invadido a España y el débil monarca Carlos IV temblaba de espanto. Ni su dominante esposa ni su ministro Godoy, encontraban alternativas a la caótica situación que vivía la España feudal y colonialista. Los sectores poderosos de la economía española auspiciaban la sucesión de Fernando al trono, pero había desorden político, crisis fiscal y administrativa, depauperación económica y resistencia de los pobres a continuar sumidos en la desesperación y la inseguridad hacia una situación que les mejorara sus condiciones de vida. Los ideólogos admiradores de Fernando se apresuraron a propiciar el matrimonio de éste con una dama familiar de Napoleón. No aceptó esa propuesta el Emperador y eso complicó las cosas. Napoleón quería el trono para su hermano. Treinta mil soldados y oficiales de uno de los mejores ejércitos del mundo penetraron al corazón de España. El rey, su amada esposa y el ministro Godoy huyeron del torbellino. El pueblo español se levanta, hace prisionero a Godoy y obliga al rey a abdicar al trono en favor de Fernando VII. Mientras tanto, la Carmañola Americana con su “... bailen los sincamisas y viva el son del cañón. Si alguno quiere saber por qué estoy descamisado, porque los tributos del rey me ha desnudado…”, había llegado a la conciencia de muchos americanos para inspirarles una esperanza de Independencia. Y las ideas de Rousseau, Voltaire, Montesquieu y otros, galopaban por el ámbito universal con cañones de pensamientos de futuro alzando pechos por nuevas realidades para vivirlas.
Ya nada podía salvar a la otrora poderosa España colonialista. Napoleón vence y envía por su hermano José Bonaparte (rey de Nápoles) para instaurarlo en la “madre” patria del gran imperio decadente. El pueblo de Madrid se subleva en mayo de 1808 y queda declarada la guerra contra la temible Francia, ahora crecida por el rostro victorioso que en final del siglo XVIII le había aportado la Revolución Burguesa Francesa.
La monarquía española, sacudida en sus cimientos, se vuelve sumisa a los pies del Emperador y abandonan por siempre sus intenciones de una España completa para ella. El pueblo español no se rindió ante la superioridad militar del poderoso enemigo e implementa la famosa lucha de guerrillas que se convierte en una sorpresa peligrosa para el genio de las grandes batallas europeas. Se crea en España, bajo el auspicio de los patriotas españoles, la Junta Suprema Central Gubernativa del Reino para gobernar en nombre del rey Fernando VII. El avance de las fuerzas francesas acabó con esa pretensión y el gobierno provisional queda en manos de un Consejo de Regencia. En la desesperación de los gobernantes españoles, buscaban implementar reformas que fortalecieran de nuevo las raíces de la Metrópolis: ahora, consideraban a las colonias como provincias españolas con los mismos derechos que las metropolitanas.
19 de Abril de 1810 en Venezuela
Los acontecimientos de España penetraron el seno de la sociedad venezolana despertando conciencia, levantando posibilidades de futuro, irrumpiendo en los estados pasivos para abrirle los ojos por siglos adormecidos canalizando inquietudes que antes eran sumisas y serviles a los designios del poder español, alzando voces que antes fueron enmudecidas por el antiguo terror del colonialismo. El Cabildo jura fidelidad a Fernando VII y las muchedumbres, con esa carga de letargo perniciosa para las grandes acciones por el futuro, mostraron repulsión hacia los franceses. Sin la invasión de Napoleón a España, tal vez, no hubiese habido un 19 de Abril de 1810, pero tarde o temprano tenía que producirse una acción como la de ese día en otra fecha, quizá, no del mismo año pero, seguro, se produciría porque los factores de la corriente histórica conducían inevitablemente a que eso aconteciera.
Había indecisión en las voluntades de muchos de los dirigentes criollos; no existía una definición que siguiera la línea recta que conduce a quebrantar las bases de los sistemas de opresión y explotación; no existía una dirección previsiva de los acontecimientos que alimentara una esperanza radical para socavar los cimientos de la injusticia social. Los patriotas –en su mayoría- deseaban formar una Junta de Gobierno en nombre del rey Fernando VII, pero sin sujeción al Consejo de Regencia. En la declaración hecha por España sobre las colonias (ahora como provincias españolas) había una razón poderosa para que algunos pensaran en darse un gobierno propio hasta que pudiera restablecerse la monarquía española.
Se convoca el Cabildo de Caracas para el 19 de Abril de 1810. Los dirigentes más esclarecidos motivaban al pueblo para que se presentara en la Plaza Mayor; invitaron al Capitán General Vicente Emparan a estar presente en la sesión y éste, al parecer, sentía simpatía por los franceses. Se discute la situación política de España, la ausencia de un gobierno legítimo y la imperiosa urgencia de nombrar la Junta. Todos los presentes en el Cabildo planificaron sus intervenciones, deseaban expresar un sentimiento contenido desde hacía muchos años atrás. El canónigo José Cortés Madariaga y el prebístero Francisco José de Ribas, asisten por el clero; Juan Germán Roscio y José Félix Sosa asistieron y que por el pueblo; el intrépido y valeroso José Félix Ribas lo hizo por los pardos. Mientras tanto la gente se concentró en la Plaza Mayor esperando impaciente, aunque muchos de sus miembros no tuvieran conciencia de ello, el desenlace de lo que acontecía en Europa y en la propia Venezuela.
El Capitán General es de la opinión que debe reconocerse, como gobierno legítimo, al Consejo de Regencia. La mayoría de los presentes es partidaria de nombrar la Junta, presidida por Emparan, mantener la Audiencia y las demás autoridades coloniales. Madariaga se opone con fuerza a esa posición, objeta la candidatura de Emparan y exige su inmediata destitución. Emparan, contesta: “No quiero ningún mando”. Salen al grueso y viejo balcón del Cabildo para notificarle al pueblo lo acontecido en la parte interior del Cabildo.
Era un jueves santo cuando aquel 19 de Abril de 1810 se convirtió en un paso clave para la continuidad del proceso evolutivo que conduciría a la Declaración de la Independencia venezolana de España el 5 de Julio de 1811. No pudieron las autoridades españolas distorsionar los espíritus cuando intentaron hacer acudir a todos a la catedral para rezar, porque un grupo de jóvenes convencieron a los demás que el camino correcto era “A Cabildo, a Cabildo” y el pueblo gritó “A Cabildo”. Y cuando los pueblos gritan en las calles empedradas o asfaltadas o de tierra, están desafiando a los cañones y las leyes de las metralletas y así los destinos pueden cambiar en poco tiempo. Y los fusiles del colonialismo se dispusieron para disparar, pero eso era un desafío y un compromiso histórico de envergadura, por lo que el Capitán de la Guardia, Luis de Ponte, ordena: “¡Descansen armas!”. Y la pregunta del Capitán General Vicente Emparan de que si vuestras mercedes quería que él siguiera gobernándolos, recibió el estallido de voces bien entonadas en gritos de “… fuera… fuera”.
Dos días después, 21 de abril de 1810, Vicente Emparan es escoltado por la generosidad de los revolucionarios hasta La Guaira, desde donde se embarca para Puerto Rico. Así eran los fusiles inexistentes de los revolucionarios, llenos de respeto por la vida de los adversarios rendidos o desarmados; bondadosos para no vejar ni herir al que ha comprendido que no debe continuar pisoteando la tierra de otros; sencillos y sensibles para no mancharse sus manos de sangre cuando no existe la necesidad de la acción armada. Poco tiempo después, el generalísimo Francisco de Miranda, recibiendo la descarga del odio que se siente vencedor pero que desconoce su pronta derrota porque no es de clase forjadora de porvenir, sería trasladado a España en calidad de preso político muriendo luego en la cárcel.
Nuevo Gobierno
Con la renuncia obligada de Vicente Emparan, el poder político pasa a manos del Cabildo de Caracas y se le incorporan diputados del clero, del “pueblo” y de los pardos, transformándose en gobierno el 25 de abril del mismo año con el nombre de Junta Suprema Conservadora de los Derechos de Fernando VII. La política adquirió un viraje pero la estructura económica quedó intacta. Sin embargo, los procesos revolucionarios requieren, primero, de poder político para luego echar a andar el andamiaje de las transformaciones económico-sociales que vayan como la estrategia de la política de cambios.
Si bien el 19 de Abril de 1810 no representó la verdadera alternativa revolucionaria por la Independencia de Venezuela de España, significó un paso indispensable en aquella época cuando, por muchas razones y motivos, no eran posibles ciertos saltos que pueden ser acelerados por los factores subjetivos. No existía una clase social con la envergadura que pudiera levantar las banderas y dirigir las acciones para ese cambio radical del colonialismo a la liberación nacional sin traumas ni curvas donde el peligro del volcamiento es tan latente como esos caminos emboscados esperando una presa fácil para derrotarla; no existía una dirigencia homogénea que garantizara técnicas y estrategia dialécticamente unificadas, que portaran un programa concientizador y que abriera perspectivas creíbles para las masas aterrorizadas, explotadas y oprimidas por colonizadores foráneos y criollos, dominantes en la economía venezolana; el factor organizado no llenaba las expectativas de formación de fuerzas para los grandes desafíos de la guerra; los recursos monetarios y de armamento no estaban a la disposición de los patriotas más esclarecidos y radicalizados en ese momento a favor de la Independencia.
¿Qué enseñó o aportó de valioso el 19 de Abril de 1810?
En verdad, tal vez por no ser historiador o no haber leído o estudiado correctamente a los historiadores, no me atrevo a decir muchas cosas sobre esa interrogante. Más por instinto o por entender algunos elementos de importancia del marxismo para el análisis, creo que puedo destacar tres factores primordiales de esa fecha histórica: 1.- que los pueblos deben continuar armándose y estar decididos, independiente de su nivel de conciencia o de cultura, para saber decirle NO a todo impostor que pretenda vulnerarles su indeclinable derecho a la autodeterminación o a la potestad de decidir su propio destino; 2.- que creó la necesidad de formarse una Junta Patriótica que reunió en su seno a hombres dispuestos firmemente a llevar la lucha por la Independencia venezolana de España hasta las últimas consecuencias, siendo uno de ellos el futuro Libertador, Simón Bolívar; 3.- que el concepto de independencia nacional en este tiempo debe estar supeditado al carácter de la revolución socialista permanente en beneficio de la emancipación de todos los explotados y oprimidos en la Tierra, como la única forma posible de hacer desaparecer las fronteras que separan pueblos y dividen el mundo en naciones diferentes para que vuelva a ser humanidad guiada por el más elevado espíritu de la solidaridad. Es todo, allí me tranqué.
Un poquito más sobre la polémica actual sobre el 19 de Abril de 1810
Ahora, sobre la polémica desatada en estos días por la celebración del Bicentenario del 19 de Abril de 1810, cada quien, de acuerdo a su nivel de formación, está en el deber de hacer su análisis sobre esa fecha y su importancia, pero, a favor de la memoria histórica del pueblo venezolano como elemento de impulso para sus futuras luchas por la redención social. Por eso bien vale la pena que se recuerde y se celebre todo lo que contribuya a inspirarlo en la búsqueda de su libertad derrotando a los forjadores de la ignorancia y la desmemoria histórica.
Sin embargo, en el más absoluto respeto a la verdad, no es cierto que las fechas históricas, hasta ahora, tengan el mismo significado por igual para toda una población, ya que vivimos en un mundo dividido en clases sociales (amén de naciones), donde unas tienen intereses totalmente contrarios a otras. Pongamos dos ejemplos inequívocos para la memoria venezolana: 1.- el triunfo de la gesta independentista venezolana contra España no tuvo el mismo significado para la oligarquía criolla que para el pueblo venezolano, porque la primera consiguió con ello la potestad no sólo de manejar la economía sino de disfrutar el poder político para así garantizar su dominio, su riqueza y sus privilegios, mientras que los explotados y oprimidos por la colonia continuaron siendo los explotados y oprimidos por la oligarquía criolla. El pueblo debe celebrar, sin duda, el hecho de la Independencia como un paso de avance en la lucha por ir hacia objetivos superiores a la misma, pero nunca la burla de los oligarcas ni de los caudillos que se apropiaron de la riqueza que pertenecía a todos los pobladores del país; 2.- el Tratado de Coche, que puso fin a la Guerra Federal, no tuvo el mismo significado para la oligarquía venezolana que para el pueblo descamisado, porque mientras la primera continuó ejerciendo su poder y obteniendo nuevos beneficios el segundo siguió siendo víctima de las tropelías del régimen económico-social imperante en la Venezuela de la década de los sesenta del siglo XIX. El pueblo está obligado es a recordar y celebrar la victoria militar de los descamisados, al mando de Zamora, sobre los godos pero jamás la derrota política que significó para la mayoría social el Tratado de Coche. ¿Festejará eso mismo la burguesía?
Ahora, es la verdad, cada clase, cada partido político, cada movimiento gremial e incluso cada persona celebran –están en su derecho- las fechas históricas en base a lo que le sirva de legado o de aporte para la continuidad de su pensamiento y su lucha por el sueño que quiere hacer realidad en el presente. El día en que la burguesía y el proletariado, con la misma pasión y en el mismo lugar, celebren la derrota de los estudiantes del Mayo Francés (1968) como una hazaña de progreso histórico, estaríamos frente a un fenómeno digno de ser estudiado no por los sicólogos o sicoanalistas sino, por los pacientes más afectados de problemas mentales. Seguramente la respuesta sería: ¡Abajo la burguesía y el proletariado y viva el tirar la toalla!. Es todo.