La pregunta es difícil
y no me propongo responderla con un si o un no rotundo. Prefiero
analizar
los hechos y su evolución.
Ciertamente hubo un
impasse
entre el comandante Chávez y Leonel Fernández en las relaciones
intergubernamentales
y en los vínculos políticos derivados de ellas.
El distanciamiento se
reflejó sobre todo en una excesiva prolongación –con varios
plantones a Leonel de parte del presidente Chávez- del acuerdo mediante
el cual Venezuela compraría el 49% de las acciones del a Refinería
Dominicana de Petróleo (REFIDOM), que antes controló la Shell Company.
De por medio estuvo la
actitud mediante la cual el mandatario dominicano contribuyó a legitimar
la continuidad del régimen golpista hondureño y las elecciones
fraudulentas
que montaron a Lobo en la presidencia de ese país.
Pero no solo.
Leonel apretó la
mancuerna
con el presidente colombiano Álvaro Uribe Vélez y con el régimen
narco-para-terrorista de ese país y, en consecuencia, complació en
grande los designios de la Administración Obama-Clinton en momentos
que en los diferendos Colombo-Venezolano y Venezolano-Estadounidense
crecían con la instalación de las siete bases militares gringas en
Colombia y el incremento de sus planes desestabilizadores de la
revolución
bolivariana.
A Chávez al parecer
además le disgustó el manejo que quiso hacer el gobierno dominicano
con la ayuda venezolana a Haití a raíz del terremoto, llegando incluso
a advertir que ésta debía llegar a su destino y también a propiciar
una resolución de los países del Alba precisando que el respaldo de
ese grupo al pueblo haitiano se haría directamente sin pasar por
territorio
dominicano.
Todo eso estuvo presente
en aquel embrollo.
Es posible que algunos
de esos motivos se hayan atenuado en el devenir de los acontecimientos
y en el curso las negociaciones bilaterales.
- Algunas variaciones a tener en cuenta
Uribe pronto dejará
de ser presidente y todo pinta que los continuadores de su corriente
pueden perder las próximas elecciones. Posiblemente habrá cambio,
pero no de fondo. Cambio de caras y de estilo de gobierno con
continuación
de las políticas esenciales derivadas del dominio
oligárquico-estadounidense.
Lobo es ya presidente
de Honduras en medio de una cierta “normalización” y es evidente
que el frente de gobiernos latino-caribeños en contra de la continuidad
golpista se ha debilitado, salvo en lo relativo a exigir garantías
para el retorno de Mel Zelaya a su país.
Venezuela y otros
gobiernos
avanzados siguen sosteniendo las posiciones más radicales, aunque sin
llegar a impugnar totalmente el gobierno de Lobo ni a reconocer al
Frente
de la Resistencia como fuerza beligerante. El propio Zelaya moderó
su línea frente a ese régimen, a pesar de su esencia reaccionaria
y sus profundas debilidades.
El flujo de ayuda
venezolana
a Haití se ejecutó y al parecer se regularizó sin nuevas controversias.
Estas variaciones parecen
haber influido en el reciente cambio de actitud del gobierno venezolano
respecto al dominicano, aunque sigan latentes y puedan reactivarse las
causas de fondo del referido distanciamiento.
- El valor del acuerdo sobre la refinería
Venezuela, con la
concreción
del acuerdo sobre REFIDOM, garantiza que República Dominicana le pague
parte de la deuda petrolera más presionante y logra además una
co-participación
significativa en un proyecto energético de largo aliento y mucha
importancia
estratégica para la zona caribeña; sobre todo agregado al impacto
regional de PETROCARIBE. Esto sin contar el valor que tiene dejar fuera
de esa Refinería, sujeta a ampliación y modernización, a las
corporaciones
transnacionales y a la oligarquía dominicana. Esto también debe haber
gravitado a la luz de inflexiones señaladas.
Las empresas mixtas
interestatales
a nivel latinoamericano y caribeño constituyen una modalidad preferible
al monopolio extranjero y a la asociación Estado-capital privado
transnacional
o criollo. Siempre hemos sostenido ese punto de vista y en ese aspecto
coincidimos con muchas de las iniciativas integradoras venezolanas.
En sentido general la
Venezuela bolivariana bajo al liderazgo de Chávez ha tenido una política
de Estado visionaria, solidaria, integradora, respecto al resto de los
países de América Latina y del Caribe, extensiva al llamado Tercer
Mundo. Y esto es muy positivo y ha tenido múltiples expresiones en
Suramérica y Centroamérica y el Caribe.
- La motivación de Leonel y ciertas concesiones de su parte.
El Estado Dominicano
bajo la conducción de Leonel Fernández no acepta las generosas y
solidarias
ofertas venezolanas porque comparta esa visión. Lo hace por
conveniencia,
por oportunismo y por necesidades económicas imperiosas que sus aliados
“carnales” (EEUU y Colombia) no pueden suplir.
Lo hace porque oxigena
su capacidad de simulación, porque le conviene políticamente para
mantener la dualidad y la doble moral: Porque le ayuda en un momento
en que el descrédito interno de su régimen asume escalas mayores.
Porque le sirve a su política electoral y a sus afanes de perpetuación.
Por eso resistió
pacientemente las dilaciones, esperó todo el tiempo necesario e hizo
ciertas concesiones para lograrlo.
El acuerdo para
establecer
TELESUR en República Dominicana es una muestra que avala lo que digo
y habría además que examinar con detenimiento los convenios no
petroleros
que se firmaron en esta ocasión; no sin advertir, que en cuanto al
que se refiere al narco-tráfico, el gobierno venezolano debería tener
muy en cuenta que la contrapartida es un narco-gobierno presidido, en
todo el sentido del término, por Leonel Fernández.
- Chávez y sus contrapartes.
No tengo la menor duda
del valor de los conceptos e intenciones que animan la política de
Estado, cara a nuestra América y al mundo, del gobierno que preside
el comandante Chávez.
El problema complicado
en este caso no es ni el Estado ni el gobierno actual de Venezuela.
El problema es que las concesiones interestatales o
inter-gubernamentales
bilaterales, siempre tiene dos partes.
Las dos pueden ser buenas
u óptimas como son los casos de los acuerdos de Venezuela con Cuba,
o con Bolivia, o con Ecuador, para citar algunos.
Pero no siempre es así.
- El caso dominicano es otra cosa
Existen receptáculos
de las políticas solidarias venezolanas que realmente son muy malos.
Hay partes que fungen
de intermediarias en esas relaciones de cooperación (desde su condición
de Estados o gobierno) entre países, que por naturaleza tienden a
degradarlas,
a mal usarlas, a pervertirlas, a corromperlas… Y ese es el caso de
la parte dominicana, del actual gobierno y del actual Estado de la
República
Dominicana, y específicamente del presidente Fernández.
Eso ha pasado con la
generosidad que ánima a PETROCARIBE, con los beneficios que de ese
acuerdo podrían derivarse a favor del pueblo dominicano. Porque la
verdad es que éstos han sido escamoteados, que no se han reflejado
ni en el precio de los combustibles ni en el de la electricidad. Que
ni siquiera ha servido para paliar la crisis energética que golpea
a nuestra sociedad.
Y a sido así porque
el gobierno de Leonel Fernández y el PLD lo ha manejado a su favor,
en función de su política corrupta y clientelista, en función del
modelo neoliberal que ha aupado la privatización de las plantas
generadoras.
Eso podría también
pasar con los beneficios que se deriven de la asociación de ambos
Estados
en esa Refinería, independientemente de que el actual presidente de
esa entidad sea una persona honesta y con sensibilidad social y de que
sus actuales administradores lo estén haciendo con eficiencia y sin
manchas, de acuerdo a las informaciones que poseo.
El problema grave es
que las ganancias fluirán hacia el gobierno central donde la corrupción,
la alianza con la oligarquía y la perversión política imperan sin
competencia; lo que exige vigilancia y estado de alerta tanto del
gobierno
venezolano como socio y, sobre todo, del pueblo dominicano y sus fuerzas
críticas y transformadoras.
- Las profundidades del problema
Este tema es más
profundo,
porque una cosa son las relaciones de cooperación entre Estados y
gobiernos,
los vínculos consulares y diplomáticos, las reglas de juego de ese
tipo de relación; y otra es la realidad que viven los pueblos, las
organizaciones revolucionarias y los movimientos sociales al interior
de los países y de los Estado interrelacionados.
Obviamente la realidad
interna venezolana es muy distinta en sentido positivo a la dominicana.
El Estado y el gobierno
dominicano son de derecha, no de derechos. Son entidades bajo control
de la oligarquía, de la partidocracia corrompida, del generalato
delincuente,
de las narco-mafias y del poder imperial estadounidense.
El pueblo y quienes
luchamos
contra este estado de cosas necesitamos que se entienda esa realidad
y que independientemente de las relaciones de gobierno a gobierno o
de Estado a Estado, existan relaciones solidarias intensas de pueblo
a pueblo, de movimientos a movimientos, de partidos revolucionarios
a partidos revolucionarios, de izquierda a izquierda.
- Sensible déficit en cuanto a internacionalismo revolucionario.
Los gobiernos
revolucionarios
y progresistas del continente padecen de serias limitaciones en este
importante aspecto de la práctica latinoamericanista e
internacionalista.
Son considerablemente unilaterales en su política exterior, no manejan
con el debido cuidado, con la necesaria separación, ambas vertientes
de las relaciones internacionales.
En su política exterior
gravitan demasiado sus relaciones de Estado y entonces sus partidos
de gobierno no diferencian debidamente ambas líneas de acción en el
plano internacional.
Venezuela no es una
excepción
y en realidad la revolución bolivariana acusa de serios déficit en
cuanto a la solidaridad internacionalista de sus partidos y
organizaciones
sociales y de sus liderazgos para con los movimientos en lucha, las
fuerzas revolucionarias y la oposición a los gobiernos de derecha con
los cuales ellos tienen relaciones normales de cooperación.
Esto tiene que ver con
los procesos de creciente fusión de los partidos revolucionarios y
progresistas con sus respectivos Estado, con la ausencia o la débil
separación de funciones y roles entre ellos, con falta de autonomía
de los movimiento sociales y con la tendencia a darle mayor peso en
materia de política exterior al rol del Estadista o del gobernante
que al rol del liderazgo revolucionario.
Esto es un tema político
de vital importancia que está afectando las potencialidades de la actual
ola transformadora continental y limitando sensiblemente la posibilidad
de crear una internacional revolucionaria mas allá de las políticas
e intereses de Estado y de los relaciones de convivencia entre estados
y gobiernos, aunque la misma pueda ser armónica con la de los Estados
más avanzados.
No se trata de conductas
personales, sino de concepciones, de modelos de gestión política y
de situaciones estructurales que ameritan ser repensadas y superadas.
En lo que se refiere
a las relaciones entre la Revolución Bolivariana de Venezuela en la
República Dominicana, ese déficit es tan notorio que por momento
pareciera
que las relaciones prioritarias de ese hermano país y de ese proceso
revolucionario fueran con Leonel Fernández y el PLD y no con las fuerzas
revolucionarias, bolivarianas, caamañistas, populares y las izquierdas
de nuestro país. Pasa también algo parecido con las relaciones
dominico-cubanas.
Esto crea confusión,
oxigena un régimen oprobioso y mella la acumulación de fuerzas para
el necesario cambio revolucionario.
Además, el predominio de los intereses de Estado y de las políticas diplomáticas en materia de relaciones solidarias y de cooperación entre países, por muy positivas que sean, es una traba a otras expresiones de solidaridad y da lugar a una política exterior insuficiente cuando se trata de fuerzas que se proponen hacer revoluciones, liberar la Patria Grande y avanzar hacia el socialismo del siglo XXI. Esto exige un internacionalismo revolucionario que priorice la unidad y el mutuo apoyo entre los pueblos y sus organizaciones sociales y políticas comprometidas con las transformaciones revolucionarias, con la lucha anticapitalista y anti-imperialista y con el proyecto socialista de nuevo tipo.