AAquella expresión, “donde pise mi caballo no crecerá le hierba”, que escuché en mi casa desde muy pequeño, por haber tenido un padre que sabía muchas vainas, tanto como para tener unos hijos llamados Electra, Orlando, Urania y Atila, siempre estuvo en mis recuerdos. Cuando pude leer algo acerca de los hunos, dentro del tema del programa que correspondía a lo que aún llaman “invasiones bárbaras”, acogiendo el viejo concepto eurocèntrico, volví a encontrarme con Atila, caudillo de aquel pueblo hasta el año 453 de nuestra era. “El azote de Dios”, le llamaron también los europeos, por la ferocidad de sus ataques y tropelías. Según se cuenta, a menos que halla otra versión, el mismísimo rey de los hunos, tenido así por los europeos, pronunció esa como apocalíptica frase.
Por aquello, los efectos devastadores y desorganizadores que su presencia y curiosa manera de arreglar las cosas de la economía tiene, al Fondo Monetario Internacional (FMI), puede comparársele con el caudillo asiático, aún con la certeza que éste resultaría un niño de pecho, frente a la asociación de capitalistas agiotistas que han intentado, ya sin éxito, camuflarse en el ente financiero internacional.
Tiene un formulario, que mal parece una recetita de cocina barata, que la aplica sin importar tiempo, espacio ni los síntomas o características particulares del enfermo, como si fuese una pócima mágica o una media de nylon. Sólo interesan cosas como cobrar en demasía sus intereses, recuperar con velocidad lo que presta e imponer, a quienes caen en sus redes, condiciones leoninas, sobre todo afectando a trabajadores y todos los humildes para favorecer capitales y empresarios. Es un meter poco para sacar hasta los tuétanos.
En Venezuela hizo de las suyas varias veces. Obligó a Betancourt, a comienzos de la década del 60, a cambio de un pìrrico empréstito para nivelar las cuentas, afectadas por el bajo precio del petróleo, fenómeno debido al control que del mercado ejercían las petroleras gringas e inglesas, a devaluar la moneda, bajar los salarios a los trabajadores en un 10 por ciento, aumentar el precio de los servicios, impuestos y paremos de contar. Para aplicar esas medidas, el gobierno regó muertos por todos lados y desató una pequeña guerra en Venezuela.
Luego repitió sus imposiciones a los gobiernos posteriores, mientras se llevaban nuestro hidrocarburo a precios de gallina flaca. Pero donde intentó pasarse de raya fue en el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez. Habiendo ganado éste las elecciones con un margen abrumador, creyó el FMI, llegado el momento de hundir sus colmillos hasta el fondo, sin misericordia, y quiso aplicarnos aquel paquete, más cruel que el de la época betancouriana, mientras los precios del petróleo se envilecían y, de pronto, el mundo se le vino encima. Desató el fenómeno que marcó la historia de Venezuela en dos, conocido como el caracazo, que además de producir miles de muertos, se convirtió, para recordar a Allende, en la alameda que nos trajo hasta aquí.
Pero este Atila de nuevo cuño, no abandona sus resabios y todavía continúa con sus ofertas engañosas donde encuentre incautos que le escuchen o se dobleguen por las necesidades. Ahora mismo acaba de tentar a Grecia. Ha ofrecido prestar al gobierno de este país treinta mil millones de dólares, pero se ha asegurado que se aplique un paquete de medidas que entre otras cosas incluye disminución de salarios, congelación de la nómina de contratación del sector público, reducción de las pensiones y jubilaciones, aumento de impuestos y elevar el relativo al consumo en 10 por ciento adicional.
Todo lo anterior se aplicará en un país donde la inflación ha alcanzado límites inaguantables. Pero la devastación no se queda en los linderos de Grecia.
Las bolsas de los países europeos, empezando por España, con el sólo anuncio del paquete fondomonetarista a aplicarse en Grecia, han empezado a tambalearse. Según expertos, la reciente caída de los precios del petróleo en casi 4 dólares, está ligada a las medidas que se anuncian en la república helénica.
Pero para poner cierre necròtico a estos comentarios y dejar sentado el carácter destructivo del FMI, basta con señalar que lamentablemente, en un sólo día de manifestaciones, en un país donde se anuncian muchas, el miércoles pasado hubo tres muertos.
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