Recuerdo que hace como un año un camarada me habló o comentó sobre Yoani Sánchez, sobre sus críticas a la revolución y otras cosas, pero en ese momento no llegué a imaginarme ni tampoco me interesó en averiguar algo sobre sus escritos u opiniones sobre la revolución cubana, la política del Estado o, especialmente, sobre Fidel.
Yoani Sánchez, conocida vía internet en algunas regiones del mundo, acaba de lanzar a la luz pública su libro “Cuba Libre”.y que está siendo presentado en Venezuela. Creo, que ya lo hicieron en España. No me llamó tanto la atención la existencia del libro y respetándole el derecho que le asiste de publicar sus opiniones o pensamientos sobre lo que considere conveniente, sí me llamó mucho la atención que, unidos como un coro, Yoani Sánchez, dos periodistas venezolanos más el editor expresaron al mundo, por televisión, que en Cuba no existe libertad de expresión. Me pareció, no sé si esté equivocado o no, una gran contradicción que sosteniendo ese criterio la entrevistaran en directo, vía telefónica, desde otro país y nadie cortara la comunicación. Y eso lo relacioné, igualmente, con el hecho de haber visto, si mal no lo recuerdo fue por CNN, una entrevista que le hicieron en directo a un preso, desde un hospital, que estaba o está realizando una huelga de hambre por la libertad de sus compañeros y, pienso, de él mismo.
Yoani Sánchez, en la entrevista, se quejó que no tiene acceso a internet ni tampoco lo posee en su casa, que no tiene teléfono, pero aun así la entrevistaron vía telefónica. Alguien le prestó un teléfono para recibir la llamada. Lo que no sabemos es si ese alguien, de la misma manera, cree que en Cuba no existe libertad de expresión. Es lo más seguro.
Hace diez años que no visito a Cuba. Hace pocos días escuché una noticia que no entendí muy bien. Fue algo así como que en Cuba el gobierno del camarada Raúl Castro había entregado un millón de hectáreas de tierra para que las trabajen particulares; es decir, para que siembren, cultiven, recojan la cosecha y, al comercializarla, obtengan para ellos ganancia individual. Esa noticia fue publicitada con la intención de demostrar que en Cuba existe tanta hambre que el gobierno del camarada Raúl Castro está volviendo a implantar la propiedad privada sobre los medios de producción mientras en Venezuela, el gobierno del presidente Chávez, está expropiando y acabando con la propiedad privada.
Hace poco escuché el discurso que el camarada Fidel Castro pronunciara, hace unos años, en un Foro Social en Sao Paolo (Brasil). Confieso que me pareció una obra maestra de un estadista que domina, con mucha objetividad y conocimiento científico, las más profundas causas de este mundo que determinan a las realidades socioeconómicas, especialmente, de las naciones con menor número o posibilidades de riqueza natural, las más dependientes del mercado mundial, las realmente bloqueadas por la economía imperialista. En esa situación ha sobrevivido Cuba por más de cuatro décadas continuadas que en no pocas veces le ha hecho vivir duros y difíciles períodos especiales en su economía nacional.
A los sentidos de un sectario o dogmático ideológico del marxismo puede parecerle la Cuba actual como una revolución frustrada por obra y gracia de una dirección pequeñoburguesa y revisionista. Para modificar esa idea o manera de pensar sería bueno escuchar, con mucha atención, el discurso de Fidel antes mencionado. Allí está la clave para un buen entendimiento de las realidades a que ha sido cometida la revolución cubana, el pueblo cubano, el gobierno cubano y hasta sus máximos dirigentes, porque es bien sabido que la marcha de la historia del planeta –en general- y de las naciones –en lo particular- no dependen de las buenas voluntades de sus dirigentes ni de su población, pero sí -en gran parte- de las políticas internacionales –fundamentalmente económicas- de las grandes potencias imperialistas que dominan el mundo a través de los mercados. Y nadie, en este planeta, a partir de la sexta década del siglo XX, ha comprendido tan objetiva y científicamente esa verdad como el camarada Fidel Castro. Y sobre ese análisis de las realidades del mundo –en general- y de Cuba –en lo particular- fue que el camarada Fidel Castro explicó las circunstancias en que se ha visto el Estado cubano de permitir la inversión de monopolios económicos foráneos en Cuba y que, precisamente, ese no era el socialismo que deseaba el pueblo cubano. Y quien eso no lo entienda, termina condenando las verdades para limitarse exclusivamente al contenido ficticio de la utopía. Fidel sabe, mejor que todos nosotros y con suficientes experiencias, que el socialismo es imposible construirlo en los límites fronterizos internos de un solo país.
En estos días escuché, de su propia boca, al reconocido cantautor cubano Silvio Rodríguez decir: en Cuba ya terminó la revolución y ahora estamos en evolución. Tal vez, algunos ideólogos harán un mal uso de las palabras de Silvio, porque pareciera un reconocimiento al fracaso de la revolución, pero en verdad no lo es aunque Silvio, que me disculpe si estoy equivocado, no explicó bien el sentido de su síntesis expuesta a la audiencia. Y el dogmático o sectario que le etiquete términos como reformista o revisionista a Silvio, se sale por una tangente sin entender el significado de la hipotenusa. En verdad, en Cuba la revolución no ha podido, mucho más de manera decisiva por factores externos que internos, concluir su cometido aunque nunca ha dejado de evolucionar. La revolución proletaria no es sólo la toma del poder político para despojar a la burguesía del mismo, sino una transformación radical de la estructura y de la superestructura de la sociedad creando un nuevo régimen económico-social que se diferencia totalmente del viejo que desplaza y que destruye, pero que sobre lo mejor de su legado cultural y artístico construye lo nuevo. Si Cuba ha tenido que ceder o buscar formas de convivencia que no son realmente socialistas no es el resultado de las voluntades de la dirección revolucionaria ni de ningún cambio radical de los sentimientos de su población. No, eso no. Debemos entender que no sólo se desmoronó lo que antes fue la Unión Soviética, no sólo se derrumbó el muro de Berlín que en realidad fue la caída del llamado campo socialista del Este, sino, principalmente, hasta ahora no se ha producido la revolución socialista en ninguna de las naciones de capitalismo altamente desarrollado y, ni siquiera, en unas cuantas naciones del mundo. Y eso es un poderoso obstáculo para cualquier país que se proponga una transformación que traspase exitosamente las fronteras del período de transición del capitalismo al socialismo. ¿Acaso China, a más de seis décadas de haberse declarado socialista, sus relaciones de producción no son de verdadero carácter de capitalismo o de economía de mercado? No nos olvidemos que su primer ministro dijo hace poco lo siguiente: para que China alcance el nivel de desarrollo de una nación de capitalismo altamente desarrollado, hace falta todavía medio siglo de avance. Eso qué significa: ¿qué China es realmente socialista o sigue siendo su régimen económico-social de orden capitalista en transición hacia el socialismo? El socialismo no se mide, esencialmente, por la teoría sino por los resultados materiales de transformación en la sociedad, la productividad cualitativa del trabajo, el logro de la economía de tiempo para los trabajadores, el desarrollo de la técnica y de las ciencias, la satisfacción de muchísimas necesidades materiales de la sociedad y otros elementos importantes que son, en última instancia por lo menos, los que modifican la conciencia de la sociedad. En fin, por la creación de una nueva cultura y un nuevo arte universales, donde ya no exista ninguna posibilidad de vuelta de los elementos de injusticias y desigualdades que encarna el capitalismo.
Bueno, ahora, al tema concreto.
Para Engels, el principal colaborador de Marx en la creación o elaboración de la doctrina marxista del proletariado, nada es más autoritario que una revolución. Y eso es cierto sin que ello signifique la negación de su carácter magnánimo y humanitario. Fusilar la libertad de expresión es no permitir que la gente exprese, de ninguna manera pública dentro de una nación, sus opiniones o criterios adversando a la revolución, sus hechos y sus personajes.
En verdad, no tengo una idea exacta de las realidades actuales de Cuba, pero sí debo decir que en varias oportunidades anteriores cuando estuve de visita en la isla, escuché y observé programas, por diversos medios de comunicación, donde la gente llamaba, hacía sus críticas pero, me impresionó, que daban su nombre y apellido, su dirección de habitación y la empresa o institución en que prestaban sus servicios laborales. Nadie hacía uso del anonimato. Las críticas eran anotadas cuidadosamente, sin alterarle ni agregarle nada, para luego ser enviadas a los organismos o instituciones a las cuales iban dirigidas, porque todo gobierno revolucionario recopila las críticas, las estudia, las analiza, medita sobre ellas y reflexiona para determinar en qué elementos tienen razón y en cuáles no, porque es vital la corrección de los errores. No pocas veces se aprende de las críticas de los adversarios y no pocas veces se incrementan errores porque los camaradas elogiamos lo que no debe elogiarse y rechazamos automáticamente cualquier crítica que se haga, incluso, venida de las propias filas de nuestros camaradas.
Que Yoani Sánchez diga que no tiene internet en su casa, que no tiene teléfono en su casa, es una cosa lamentable como lamentable es que millones y millones –la mayoría de la humanidad- no tienen ni internet ni teléfono en sus casas. Sin embargo, eso no es un indicativo suficiente para decir que en una nación se niegue el derecho a la libertad de expresión. Particularmente, puedo decir que no tengo ni internet ni teléfono donde vivo, pero considero que nadie me está negando el derecho a expresar las ideas en las cuales creo y tampoco me ha negado el deber de hacer crítica constructiva a lo que considere no se está haciendo correctamente. Se pudiera decir, contradiciendo lo dicho anteriormente, que los partidarios del gobierno venezolano pueden decir lo que quieran pero los opositores no. Eso no es cierto, porque, particularmente, veo los programas informativos de canales de televisión privados y allí se dicen muchas cosas, duras y durísimas, que adversan al gobierno. ¿Es eso no libertad de expresión? Alguien, igualmente, podría argumentar que no es lo mismo la situación en Cuba que en Venezuela, y es verdad. Pero también se dice que en Venezuela no existe libertad de expresión e igualmente se dice lo mismo de Cuba. Sin embargo, Yoani Sánchez fue, repito, entrevistada directamente vía telefónica desde un programa de televisión de un canal privado y ni en Cuba ni en Venezuela se materializó ningún obstáculo para evitar o sabotear esa entrevista que vieron y escucharon todos los televidentes que tenían sintonizado ese canal. Creo, si no me equivoco, CNN la ha entrevistado en varias oportunidades. De todas formas, no tengo ningún sentimiento activo para desearle mal a Yoani Sánchez. Más bien le deseo suerte, pero una suerte concreta, limitada, y que se traduzca en que ella obtenga algunos beneficios personales pero que en nada afecten las buenas acciones del gobierno revolucionario y del pueblo revolucionario cubano.
Saben dónde si se fusila a la libertad de expresión: en Estados Unidos cuando le declara guerra a otras naciones para expoliarle sus riquezas o en Israel cuando comete genocidios como el reciente contra la flotilla que llevaba ayuda humanitaria al pueblo palestino. ¿Qué es la ley patriota en Estados Unidos? Averígüenlo y que cada quien se mate por su propia cabeza.
Y, además y por demás interesante de saber, en Cuba el número de fanáticos de la revolución es casi nulo, porque la mayoría del pueblo tiene conciencia de sus realidades, de sus limitaciones y de su destino. Por eso se puede observar en directo, transmitido por canales privados que tienen corresponsales en Cuba, las manifestaciones, por ejemplo, de las mujeres de blanco sin que nadie les llegue a golpear, a maltratarlas, aunque a su lado marchen también partidarios de la revolución. ¿Acaso eso no es respeto a la libertad de expresión? Sépase, también, que en Cuba no existe ningún grupo organizado que se atribuya potestad de hacer justicia por sus propias manos en nombre del socialismo o del gobierno revolucionario.