¿Hasta cuando joderse en Manuel Antonio Noriega?

No sé si el general y expresidentes de Panamá, Manuel Antonio Noriega, fue agente de la CIA y narcotraficante de drogas. Si alguien jura y perjura que todas las acusaciones que hace el imperialismo capitalista contra sus adversarios son completamente ciertas, no valdría ni un ápice la pena en ocuparse de andar creyendo en que existen, por un lado, la mentira y, por el otro, la verdad. Si hay que creer ciegamente en que el imperialismo goza de la potestad de supremacía en el uso o propagación de la verdad, sería como vivir convencido que la filosofía, la ideología y la política no son más que unas ramas pragmáticas, estáticas, inmutables y divinas de la historia humana. Lo que es más: todo sería muy místico cotidianamente los muertos enterrando a otros muertos. Sería concebir el mundo, todo el tiempo y en todo lugar, como producto de una lluvia sin fin o una sequía sin fin.

El imperialismo capitalista es capaz de inventar las mentiras más absurdas, menos creíbles, más horripilantes y más bochornosas basándose en la confianza o en el convencimiento de convertirlas en verdades de tanta repetición. Manuel Antonio Noriega no entró en desgracia con el imperialismo por haber sido o no de la CIA, por haber sido o no narcotraficante. Al imperialismo eso le importa un pito o más bien le conviene mientras que el mandatario que realice esas labores se someta a los designios de la Casa Blanca. El narcotráfico produce chorros de dinero sin necesidad de correr el riesgo de un derrumbe en una mina. Noriega comenzó a entrar en desgracia con el imperialismo estadounidense justo cuando se alzó en armas para evitar que el golpe de Estado contra el general Torrijos triunfara. Noriega fue el militar clave en la derrota del golpe de Estado.

La desgracia del general Manuel Antonio Noriega con el imperialismo estadounidense se incrementó cuando aquel comenzó a criticar públicamente las políticas exteriores de Estados Unidos. Continuó incrementándose cuando se crearon los “Batallones de la Dignidad” como organización de milicias para la defensa de la soberanía de Panamá. Y la desgracia se volvió crítica cuando el general Manuel Antonio Noriega miró con demasiada simpatía a la revolución cubana y asumió el término “antiimperialista” como parte de su política de gobierno. Esa es la verdad y no la acusación de que Noriega había sido miembro de la CIA y era, para el momento de su ejercicio como presidente de Panamá, un narcotraficante.

Quienes hayan tenido la oportunidad de leer –conste que no estamos hablando de estudiar- el folleto o ensayo “Garrote y dólar” del eminente escritor venezolano don Gallegos Ortiz, con muchísima facilidad se ha grabado las mil y más formas de cómo el imperialismo elabora en laboratorios de desinformación psicológica las mentiras para acusar a quienes planifica darle la estocada final mediante un golpe de Estado. El general Cipriano Castro, denominado por los voceros del imperialismo estadounidense como “tirano con barba de azabache” fue acusado, por ejemplo, de que quería invadir a Estados Unidos vía New Orleans (estado de Luisiana). ¿Quién, con cuatro dedos de frente, puede imaginarse que algún país de América del Sur esté en capacidad de invadir a Estados Unidos? Lo que es más: Canadá y México hacen fronteras con Estados Unidos y uniéndose los dos, si fuesen enemigos acérrimos del más poderoso imperialismo sobre la Tierra, no tendrían la menor posibilidad de éxito planificar una invasión, por lo menos, al Estados Unidos actual. Pancho Villa incursionaba en territorio que el imperialismo estadounidense le había robado a México, pero inmediatamente se retiraba porque sabía que no estaba en posibilidad de sostener una guerra de posición contra un Estado que en pocos minutos podía derrotarlo, favorecido por mil factores bélicos y económicos. Entonces: ¿cómo podía un presidente con tres cañones roídos de tanto tronar en la guerra de Independencia y tres curiaras atreverse a invadir, recorriendo miles de kilómetros de mar o de tierra, a Estados Unidos? Sin embargo, en miles y miles de mentes de estadounidenses y de latinoamericanos caló e influyó la mentira de que el general Cipriano Castro iba a invadir a Estados Unidos vía New Orleans. Conste que Joseph Goebbels ni siquiera llegaba a los diez años de existencia. Había nacido en 1897 en Alemania; es decir, que eso de una mentira mil veces repetida se convierte en verdad primero fue creación de los imperialistas estadounidenses antes de los imperialistas alemanes. Cipriano Castro fue derrocado sin que se echara un solo tiro o sin que ningún mercenario estadounidense pisara, arma en manos, territorio venezolano invadiendo militarmente. Para eso tenían a su completa disposición al general Juan Vicente Gómez.

Detrás de las acusaciones contra el general Noriega estaba la cuestión de que el canal de Panamá tenía que ser transferido al Estado panameño en la finalización del año 1999. El imperialismo no quería quedar por fuera del gran negocio, aunque el canal estuviese siendo manejado por los panameños. En 1989 le dieron el golpe de Estado que derrocó al general Noriega. El mundo sabe de la cantidad de crímenes que cometieron los soldados estadounidenses. Noriega fue a parar a una cárcel de Estados Unidos donde purgó una pena de veinte años. Al cumplirla, se lo entregaron al Estado francés, donde fue juzgado, por segunda vez, y ha sido condenado a siete años de cárcel bajo la acusación de blanqueo de dinero. Imaginémonos cuánto de perogrullada puede tener ese juicio donde un imperialismo juzga y condena a una persona por blanqueo de dinero sin dar explicación al mundo cómo obtiene su dinero el imperialismo francés. Una nueva lección daba el imperialismo a esos pueblos que se creen con derecho a la rebelión y a sostener su soberanía por encima de sus relaciones internacionales.

Manuel Antonio Noriega tiene ya setenta años de edad. Está en la senilidad. Lo está reclamando, para juzgarlo, el Estado panameño. De juicio en juicio en lugares distintos están llevando a la tumba a Noriega. Ya no puede ni caminar. De esa manera se empecina el imperialismo en destruir una persona cuando no se somete incondicionalmente a sus designios.

¿Hasta cuándo jode el imperialismo a Manuel Antonio Noriega? Sólo el mandatario de turno del imperialismo estadounidense lo sabe. El presidente de Francia es un cóndor bien amaestrado por el presidente de Estados Unidos.



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Freddy Yépez


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