Nadie,
y mucho menos los revolucionarios de Venezuela, de América y del mundo,
podemos albergar ilusiones en cuanto al mejoramiento de las relaciones
del actual Estado colombiano, primero con su propio pueblo, y luego
con nuestro país, con Ecuador y con el resto de las naciones latinoamericanas,
particularmente donde existen gobiernos de carácter popular y patriótico.
Santos está obligado a seguir la misma línea de fondo aplicada por
Uribe porque ésa es la línea de la alianza imperialista –burguesa
yanky-colombiana instalada en ese territorio para frenar el avance de
los cambios sociales y políticos que vienen adelantando nuestros pueblos
y asegurarle al imperio el control energético petrolero y el dominio
sobre las reservas de oxígeno y agua de la Amazonia. Esa es y seguirá
siendo la esencia estratégica del Plan Colombia con todas las modalidades
o adecuaciones que le han hecho y que Santos le podrá seguir haciendo
desde el poder del Estado colombiano.
Vistas
así las cosas, hay que decir que desde el punto de vista histórico,
de la realidad concreta de la estructura económica-social y la superestructura
política-jurídica-ideológica-militar, Colombia es una sociedad cerrada
estratégicamente bajo la hegemonía absoluta de las clases dominantes.
La estructura de poder de Colombia está claramente definida: es la
oligarquía, es la burguesía colombiana, la clase hegemónica que ejerce
el poder y, desde hace más de sesenta años lo ejerce en situación
de guerra contra la guerrilla; además de nutrirse del narcotráfico
y los paramilitares y, más aún, por más de una década, con el apoyo
financiero, político y militar de Estados Unidos a través del Plan
Colombia.
Hay que atreverse a decir, también, que en Colombia ha tenido lugar un fenómeno histórico de sesenta años de guerra civil, protagonizada fundamentalmente por el poder del Estado, por su fuerzas armadas, y la guerrilla de izquierda, en la cual, hasta ahora, esa guerra le ha permitido a las clases dominantes mantener la cohesión económica, social, política y militar al interior de su propia estructura de dominación. Desde hace muchos años, me he hecho la siguiente pregunta: ¿Por qué las fuerzas guerrilleras de Colombia, la FARC y el ELN, con toda la capacidad de resistencia que históricamente han demostrado, con el nivel de organización militar, de combate y de movilidad alcanzado, con el apoyo social de extensas zonas campesinas, al punto de tomar el control en los llamados territorios liberados, mantener una lista considerable de secuestrados, etc., no han logrado o no han podido tomar el poder político, tal como sí sucedió en Cuba en enero de 1959 y en Nicaragua en julio de 1979? Indudablemente, la respuesta no es sencilla ni fácil; pero la pregunta plantea la necesidad de esa discusión de fondo, pues, lo cierto es que la burguesía capitalista colombiana sigue triunfando, sigue consolidándose en el poder, legitimada en el contexto de su propia institucionalidad y en el contexto multilateral e integracionista del continente.
Hasta ahora, no hay señales, ni indicios serios, de fisuras o contradicciones entre lo que representa Uribe y lo que representa Santos. En la culminación de su mandato, el primero hizo lo que tenía que hacer: restearse radicalmente con la estrategia agresiva y militarista del imperio para dejar bien asentada la línea contra la revolución venezolana y su líder Hugo Chávez. Con ello, Uribe buscaba dos propósitos: uno, asegurarse la protección norteamericana para enfrentar el juicio internacional que le viene por los crímenes de lesa humanidad con el caso insoslayable de las fosas comunes de La Macarena. Uribe tendrá que responder ante los ojos del mundo por los miles de jóvenes inocentes asesinados para justificar los falsos positivos en la lucha contra las guerrillas, y su única posibilidad de salvación está en lo que pueda hacer el Pentágono a su favor, en la protección que le brinde el imperio. Recordemos la situación de Posada Carriles y todos los terroristas condenados por la humanidad; pero protegidos por los gringos. El segundo propósito es obligar a Santos a ratificar y reafirmar la política de subordinación a los objetivos estratégicos del Plan Colombia dirigidos por Estados Unidos. Santos tiene pendiente una orden de captura de un tribunal de Ecuador por la invasión del territorio y los asesinatos cometidos en ese país. Así, por más que intente mostrar otro rostro, limpiar su imagen, está obligado a seguir la línea ya trazada.
Por
ese motivo, en su discurso de toma de posesión, el presidente Santos
hace lo que le corresponde: el típico discurso demagógico de los burgueses
inescrupulosos caracterizado por el largo trecho entre los dichos y
los hechos. Estos habilidosos “dirigentes de la democracia” están
acostumbrados a la incorporación y administración de matices formales,
diplomáticos, ideológicos o políticos en sus discursos estratégicos
para ganar aliados, neutralizar la crítica, contener a los enemigos
y confundir a los inocentes o incautos; pero, todo indica que, en última
instancia, se impondrá la línea, hasta hoy, manejada e impuesta por
el imperio. Dentro de esa perspectiva, Santos expresó su disposición
para restituir las relaciones con Venezuela y con Ecuador, en condiciones
de respeto y credibilidad o confianza; pero, y aquí está lo clave,
insistió firmemente en el aspecto central del compromiso contra el
“terrorismo”, (las guerrillas) y el narcotráfico, advirtiendo en
la necesidad del compromiso para combatir estas formas del crimen. Ese
es el discurso del imperio parta justificar su presencia militar. Santos
es enemigo de los procesos liberadores y socialistas. Por esa razón,
para los revolucionarios y los pueblos de nuestra América no tienen
lugar las falsas ilusiones.
Finalmente debemos decir que el presidente Chávez, líder de nuestra revolución, ya dio su primera respuesta en los términos adecuados e inteligentes que lo caracterizan: disposición al diálogo para la reanudación de las relaciones entre los dos países en función de beneficiar a ambos pueblos; pero sobre la base del respeto claro y verdadero, la recuperación de la confianza y, aquí está la condición definitoria, a la menor o mínima agresión a nuestra soberanía, se rompe todo. Esta posición de nuestro Presidente obliga al nuevo mandatario colombiano a definirse: o actúa con autenticidad, decoro y dignidad, aún en el marco de su condición de burgués, o actúa como un lacayo más. Lo primero lo medio salva; lo segundo lo hundirá en el mismo barranco pantanoso y criminal por donde se deslizará Uribe. Para nosotros, la lucha sigue de la mano con el pueblo de Colombia y todos los pueblos de nuestra América, con nuestra voz unitaria de esperanza y de alerta anunciando que camina la espada de Bolívar por la América latina.
AMÉRICA LATINA, UN SOLO DESTINO: ¡PAZ Y LIBERTAD!
¡FUERA LAS BASES MILITARES!
YANKYS, ¡GO HOME!
¡PATRIA SOCIALISTA O MUERTE. VENCEREMOS!
Valencia, 08 de agosto 2010
(Editorial del programa “Ruptura, utopías y realidad” que se transmite por la emisora 5to Horizonte 106.7 FM todos los domingos de 10 a 11 am. desde el sur de Valencia. Edo. Carabobo. Edición Nº 28 del 08-08-2010)