En este mundo, caracterizado por las atrocidades que acomete el imperialismo contra la mayoría de la población humana, se producen manifestaciones de protesta de todo género. Unas, son violentas; otras, son semiviolentas; y otras, son pacíficas, pero son de una rara fisonomía las poquísimas que se llegan a convertir en hermosas, simbólicas y dignas de admirar por el impacto sicológico que crean en la audiencia. Sabemos que en este mundo, donde sigue siendo de suprema importancia la lucha de clases como motor del funcionamiento histórico, que el capitalismo no se dejará despojar de su principio de explotación al trabajo asalariado para enriquecer los bolsillos o arcas de unos pocos con la expropiación de la plusvalía, por lo cual recurrirá a cualquier método de lucha política (violento, semiviolento, pacífico o semipacífico) para estrangular y vencer a todo intento de lucha política que se plantee desplazarlo para la creación de un mundo nuevo que en este tiempo, sólo puede ser asumido por el socialismo. Pero éste, dejémoslo en manos y potestad de las luchas políticas para tal finalidad y, especialmente, del proletariado y su vanguardia política organizada.
Ocupémonos de esa extraña protesta pero hermosa, simbólica y digna de admirar. El mundo europeo es un apasionado, sin límite, del fútbol. Podrá faltar tiempo para muchas otras actividades, pero no para vivir la emoción del fútbol. Tanta pasión existe por ese deporte que en poco tiempo hicieron célebre a un pulpo Pool o Paúl) que vaticinaba triunfos inequívocos por lo general. Ya muerto el pulpo ojalá no se les ocurra buscar un tiburón para sustituirlo ofreciéndole carne humana.
Suiza, es un pequeño país de Europa que creo no alberga aún los diez millones de habitantes. Se ha hecho célebre por sus actividades comerciales y financieras como por su famosa “neutralidad” política. Fue, precisamente, en Suiza donde aconteció o se llevó a cabo esa protesta hermosa, simbólica y digna de admirar. Si bien el fútbol es la pasión deportiva más importante de la sociedad suiza, el tenis de campo le marcha muy cerca, especialmente, popularizado por la Higgins y por Fereder. Este es un ídolo deportivo hasta ahora no superado por ninguna de las estrellas suizas del fútbol.
Lo cierto es que un día, hace poco, se dio inicio a un partido de fútbol a casa llena pero a los 6 u 8 minutos de comenzado el árbitro detuvo el juego. El público, por un momento, quedó atónito, anonadado, impávido como si le hubiesen colocado una inyección con una dosis de anestesia para realizarle una operación quirúrgica. Entonces vino el anuncio que justificaba la suspensión momentánea del partido de fútbol: en ese instante estaba jugando un partido de tenis –creo en París- el ídolo deportivo suizo Roger Fereder y los responsables del fútbol suizo consideraron que eso ameritaba la suspensión del encuentro futbolístico para que el público observara el partido de tenis por –deben haberlo pensado de esa forma- ser más importante que el de fútbol. Eso nunca antes había sucedido en Suiza y creo que no ha acontecido en ningún otro país de Europa en relación con otros deportes.
Las autoridades futbolísticas de Suiza creyeron que recibirían el aplauso del público que estaba en el estadio para presenciar el partido de fútbol. No contaron con la astucia de un Chapulín colorado que explicara al público la causa, la razón o el motivo de la suspensión del partido de fútbol y el público apoyara con alegría la suspensión del mismo para dedicar su tiempo a observar a Fereder en su encuentro de tenis de campo. Tampoco estaba la imagen de Guillermo Tell en el estadio de fútbol para entretener al público poniéndose una manzana sobre su cabeza y premiar al que se la derribara con flechas lanzadas desde las gradas.
Y llegó ese momento, inimaginable, en que el público recuperó el conocimiento y decidió realizar esa protesta hermosa, simbólica y digna de admirar. De todas las tribunas del estadio empezaron a lanzar pelotas de tenis de campo y llenaron todo el rectángulo donde se desplazan los 22 jugadores que conforman los dos equipos o conjuntos que se enfrentan en un partido de fútbol. Todas las pelotas eran de color amarillo, y éste cubrió casi todo el verde de la grama como haciendo un bello arco iris simplemente de dos colores centrales bordeados de muchos colores que eran reflejados por las vestimentas del público. Sin embargo, la protesta hermosa, simbólica y digna de admirar no hizo cambiar de opinión a las autoridades futbolísticas, porque el público, repartido en la fidelidad o lealtad por sus equipos, se mantuvo incólume durante dos horas que se llevó el partido de tenis de campo donde, creo, ganó Fereder, y entonces luego fue cuando se le dio continuidad al encuentro de fútbol que no tengo ideal de cuál fue su resultado.
No sé o no tengo idea alguna si fue correcta o no la decisión de las autoridades del fútbol suizo para detener el encuentro futbolístico y obligar a la afición a observar el partido de tenis de campo. Eso sólo lo saben los suizos y son ellos los que pueden juzgar una decisión de esa naturaleza. Pero seguro debemos estar que si eso se produjera en países como Inglaterra o Argentina, las autoridades futbolísticas tendrían que volar a la luna para salvarse del castigo de los hinchas enfurecidos. Lo único, desde lejos y sin esa pasión exorbitante y hasta desmedida por el fútbol, es que una decisión de ese género juega con el tiempo de las personas, del público y les altera su agenda del día. Es todo.