Hace días que se encuentra en Suecia, esperando los dólares y el trofeo de su premio Nobel de literatura que lo envejece de maldad y lo hace sumamente peligroso al desarrollo de la izquierda mundial, a la que desprecia comprometido como está con la ultraderecha que lo amamanta de abundantes intereses económicos para que desinfle con su prepotencia de escritor: la solvencia moral de los pueblos que luchan por su libertad y la justicia social y del desprendimiento del imperio aterrador que sopla del Norte –no lo entendió jamás.
Muchos de los países americanos que puso de relieve como ejemplo de democracias, no son más que patios traseros de los EEUU y, él lo sabe, pero se lo traga como traga el anzuelo de la complicidad en el discurso lapidario para atraer fanáticos europeos.
Hizo un elogio a su lectura y la ficción y, entre las cosas más importantes que resaltó fue que, aprendió a leer a los cinco años y lo más cruel que imaginó ser Jean Valjean en Los Miserables de Víctor Hugo –tremenda osadía,
Alguna vez se sintió un pedacito de hombre y que el tiempo no lo ha desfigurado todavía –sigue intacto- ruin como es.
Se siente satisfecho por haber alcanzado la prosperidad, ¿y quién no?
En una ocasión de su pesada vida, la madre le leyó los poemas de Pablo Neruda, posiblemente para meterle miedo y lo logró.
Siempre tuvo a su lado gente que lo quería, pero él quiere más al capitalismo que lo conecta con la realidad de sus andanzas mundanas.
Flaubert, le enseñó que el talento es una disciplina tenaz y una larga paciencia que se le convirtió en forma, para engrandecer o empobrecer los temas –sobretodo esto último, lo tiene en la cúspide de sus embestidas perversas. Aprendió a despreciar a los pobres después de leer a Martorell, Cervantes, Dickens, Balzac, Tolstoi, Conrad, Thomas Mann, Sartre, Camus, Orwell y Malraux y, la Odisea y la Ilíada se le atragantaron en su vileza personal.
Narró toda una pantomima de ilusiones caprichosas que a la larga lo enterraron sin razón.
En alguna parte de su discurso dijo, defender la “democracia liberal”, no sabemos a cuál de ellas, porque sino quiere a Cuba y Venezuela como ejemplo de ellas, entonces, habla en falso, ya que acá tenemos pluralismo político, la convivencia, la tolerancia, los derechos humanos, respeto a la crítica, la legalidad, elecciones libres, la alternancia en el poder, ¿y se referirá a Bush?, cuando habla de homicidas.
Tremendo empacho el que se tiró, cuando dijo: “En mi juventud, como muchos de mi generación, fui marxista y creí que el socialismo sería el remedio para la explotación y las injusticias sociales -¿y no lo son?- que arreciaban en mi país. América Latina y el resto del Tercer Mundo. Mi decepción del estatismo y el colectivismo y mi tránsito hacia el demócrata y el liberal que soy –que tata de ser- (corrigió) fue largo, difícil, y se llevó a cabo despacio y a raíz de episodios como la conversión de la Revolución Cubana, que me había entusiasmado al principio, al modelo autoritario y vertical de la Unión Soviética, el testimonio de los disidentes que conseguía escurrirse entre las alambradas del Gulag, …”. Justificación que no se entiende.
Según él Cuba y Venezuela son dictaduras, y algunas seudo democracias populistas y payasas como las de Bolivia y Nicaragua, pero en el resto del continente, mal que mal, la democracia está funcionando –nosotros decimos como funciona en EEUU y Perú.
Como buen escritor capitalista que le gusta La Dolce Vita, ha vivido en París, Londres, Barcelona, Washington, Nueva York, Brasil, República Dominicana y gracias a dios que ni en Venezuela, ni en Cuba, para mayor desgracia nuestro de ese enemigo jurado de las revoluciones.
Lo que sí es verdad como él mismo lo reconoce que si no hubiera sido por España, jamás hubiera obtenido el Nobel de literatura –aunque lleve al Perú en sus entrañas de mal hijo.
Sólo le falta el abrazo del rey Carlos XVI, otro nacido y formado por las entrañas del pueblo sueco.
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