Se nos pone chiquito el estómago cuando hacemos el conteo visual de los daños ocasionados por las inclementes lluvias de estos días. Es que las cifras en sí, no permiten dimensionar los rasgos de la catástrofe, en ellas se refleja una frialdad racional que no llega a ser procesada hasta que se ven rostros concretos, caritas de niños asustados buscando respuestas ante tanto desespero. Arrugas y colores de nuestro pueblo pobre preguntando hasta cuándo carajos somos nosotros los protagonistas sempiternos de las tragedias naturales. Y la respuesta es simple, pero es urgente alfabetizar ideológicamente en estos momentos, en el centro de la crisis, y exponer al gran culpable desnudito ante las cámaras y ante la consciencia de los nuestros.
Es el maldito capitalismo con toda su voracidad depredadora que anuncia su apocalíptica presencia hegemónica. Ya no se remite a la explotación de la fuerza de trabajo, a excluir y marginar a millones de mujeres, hombres y niños por su sexo, edad, etnia, color, su origen territorial o posición ante la propiedad de los medios de producción. Ahora amenaza, descompone las estaciones, rompe cruelmente los ciclos del tiempo a punta de contaminación atmosférica, de desertización, de calentamiento global, de deshielo en los polos.
Las alertas para toda la humanidad suenan desde La Guaira hasta Moscú, de La Guajira hasta la Tierra del Fuego… el planeta se nos muere y nosotros sus tripulantes con ella. El culpable está allí, distraído y sonriente intentando vadear su crisis orgánica, la del capital restaurando o recomponiendo hegemonías globales. La acumulación y reproducción ampliada del capital no piensa en humanidades ni futuros lejanos, padece de un inevitable instinto asesino y suicida, a quien sólo la acción rebelde e insurgente de los pobres del mundo puede detener.
En medio de nuestras tragedias, de lluvias y deslaves, de muertos, de refugiados, de miles de hectáreas de alimentos arrasadas, la novelesca farándula mediática de los ricos venezolanos, sigue fraguando su sábado sensacional y sus vulgares novelas colombianas, en aras de que el diciembre consumista del Sambil, mantenga los altos grados de toxicidad que habitan en la enajenación y en la alienación impuesta a rajatabla por la vieja dominación oligárquico-burguesa. Ello simboliza la fragmentación social, la atomización del colectivo (inter) nacional, que ha producido el modo de producción capitalista, y que nuestro proceso liberador pretende revertir mediante un proyecto histórico que aspira y requiere de la “Unidad Nacional” para su realización. El Socialismo bolivariano, el liderazgo del Comandante Hugo Chávez, el Proyecto Nacional “Simón Bolívar” van cuajando la edificación de ese mascizo indestructible que se constituye desde la identidad colectiva que enarbola la revolución bolivariana, desde su pasado heroico hasta nuestros complejos días de búsqueda. Es el gran intento de construir por fin una Nación, en el marco de la continentalidad, del latinoamericanismo y del internacionalismo revolucionario.
La lucha de clases compañeros, compañeras, se expresa también en estas dimensiones de la realidad histórico-social, y no será desde tribunas elitescas, ni de condimentadas (aunque archirepetidas) “clases teóricas” que nuestro Pueblo Pobre, que los obreros, los trabajadores, los campesinos, los marginados y excluidos cobrarán consciencia “para sí”. Es desde la “terca” realidad, desde allá abajo donde habitamos y convivimos nosotros, los de la “corriente”, y millones de sujetos y colectivos, desde donde surgirán las claves para desencriptar el presente, y con ellas, las respuestas ya no sólo desde “la resistencia”, sino en ofensiva decidida, ininterrumpida, aquellas que nos permitan cimentar de manera unificada, articulada y direccionalizada el camino de la liberación nacional y el socialismo. Y obviamente que la praxis social de nuestro Pueblo Pobre tiene una matriz teórica, que se alimenta del marxismo, como herramienta de análisis y comprensión de la realidad histórica, fue el viejo Marx quien descubrió el gran secreto del capitalismo, su funcionamiento orgánico, y la plusvalía como elemento de reproducción y ampliación del capital, pero también reconocemos en la Teología de la liberación una matriz ética, espiritual que nada en sincronía con la cultura de nuestros Pueblos Originarios, con su ancestral sabiduría, y por fin el aporte de Bolívar, de Simón Rodríguez, de Zamora y el referente de todos ellos, Francisco de Miranda.
Valga decir, que nuestro Comandante-Presidente, que Hugo Chávez ha sido el gran sintetizador de las ideas, de la historia, de estrategia y táctica, el gran pedagogo que ha inspirado el caminar de nuestro Pueblo Pobre, y que los grados de consciencia adquiridos por nuestra gente, han sido potenciados en gran medida, por el papel de este líder, de aquellos que la historia pare cada muchos años. Y para profundizar en nuestras lecturas, nos adscribimos a su simbología o firma en aras de patentar nuestras verdades; nada mas del oportunismo de quienes se sienten propietarios de “la franquicia revolucionaria”, no somos aspirante ni a jala-bolas, ni a puestos en el aparato burocrático del estado.
Somos un puñado de gentes, de Pueblo Pobre que cree fervorosamente en aquella sociedad de la igualdad, en aquella de “productores y consumidores libremente asociados”, en aquella de “a cada cual según su necesidad a cada cual según su trabajo”… mientras llegamos al estadio de justicia que nos permita afirmar “a cada cual según su capacidad…..”
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