El imperialismo
norteamericano previó la rebelión popular contra sus dictaduras
en todo el mundo árabe e intentó adelantarse a los hechos para
proteger sus intereses. Una verdadera revolución en Egipto necesariamente
cuestionaría las políticas hegemónicas del imperialismo y el sionismo
en ese país. Esto no podía ser tolerado y tenía que ser evitado.
La crisis del sistema capitalista mundial, o crisis estructural
del capitalismo, ha traído aparejada consigo la crisis financiera internacional,
la crisis alimentaria y la crisis energética, y con todas estas, la
crisis de la hegemonía imperial.
Aunque
el imperialismo haya previsto mucho tiempo atrás la rebelión
de las masas árabes contra sus tiranos protegidos de la región; aunque
haya anticipado diferentes planes de escape ante una situación predecible
pero indeseable por ellos; aunque sus servicios de inteligencia (CIA,
MI6 y Mossad) hayan manipulado, infiltrado y financiando a grupos “pro-derechos
humanos”, “estudiantiles” [1], etc., mientras que, por otro
lado, mantenía y profundizaba su apoyo a las dictaduras serviles de
la región, etc., etc., el imperialismo sabe que pescar en aguas revuelta
siempre resulta difícil y que un pueblo rebelde es aún más difícil
de atrapar, y mucho más difícil se vuelve cuando ese pueblo ha reconocido
su poder y logrando derribar el alfil más temido.
El imperialismo
sabe que la fuerza de un pueblo movilizado y consciente alimenta un
huracán revolucionario difícil de contener. Mucho más, las características
culturales de los pueblos árabes, su determinación e indiferencia
a la muerte y el conocimiento de las causas que han generado su pobreza
hacen al pueblo egipcio más incontenible e impredecible. Un pueblo
consciente es arduo detener y confundir con promesas falsas y propuestas
de “democracias representativas”.
El imperialismo
es consciente que no existen alternativas “democráticas” posibles
a la restitución y el fortalecimiento de esas dictaduras como única
garantía para el mantenimiento de su hegemonía sobre la región. El
imperialismo no se engaña asimismo, el intenta engañarnos a todos.
Egipto
experimenta una genuina revolución impulsada por las masas populares.
El espíritu revolucionario de su pueblo ha saboreado su primera victoria
y asusta a la burguesía parásita de ese país y a sus amos. Los “think
tank” imperiales, los burócratas del Estado egipcio, los comentaristas
de los medios privados internacionales de la información y los politiqueros
de oficio no se explican cómo ese pueblo, ayer desmovilizado, perseguido
y desmoralizado, hoy haya logrado la organización necesaria, la responsabilidad
y sentido de pertenencia nunca visto desde la época de Gamal Abdel
Nasser.
Una vez terminada la primera gran batalla con la salida del dictador, los hombres, mujeres, jóvenes y hasta niños del pueblo egipcio dieron otra nueva lección revolucionaria. Muchos tomaron nuevamente las calles, esta vez con sus propias herramientas de limpieza y trabajo para reponer los daños ocasionados por las manifestaciones y limpiar los alrededores de la famosa Plaza Tahrir (Plaza de la Libertad), las calles del Cairo y de otras ciudades. No fueron los burócratas quienes se encargaron del aseo urbano disponiendo de recursos económicos y materiales. No. Fue la conciencia de ese pueblo; su organización que, de forma autónoma y responsable, ha llevado acabo las acciones de limpieza. En Egipto, han surgido de manera espontánea diversos Comités. Hoy se suman en el Comité de Defensa, el Comité de Agitación Política, el Comité de Limpieza, entre otros.
Quienes
creen que luego de la derrota de Mubarak los egipcios se dormirían
en los laureles de las promesas hechas por el Consejo Superior de las
Fuerzas Armadas que tomaron el poder, pues, se equivocan.
Hoy sabemos
que la explosión social que se registra en todo el mundo árabe, pero
también en Europa, y América, es motivada por un cúmulo histórico
de injusticias. La gota que derramó el vaso la puso el joven mártir
tunecino, un profesional desempleado pero dedicado a la buhonería de
frutas, Mohamed Abouzizi. Su inmolación precipitó una serie
de acontecimientos que terminaron con la caída del dictador de Túnez,
Zine El-Abidine Ben Alí, y prendió el fuego revolucionario en el lugar
donde pocos podían imaginarlo. El fuego revolucionario del desierto
contagió a Túnez, Egipto y al mundo.
En Egipto
las movilizaciones populares que ayer carecían de un liderazgo auténtico
y definido -producto de años de persecuciones y eliminación sistemática
de toda la dirigencia nacionalista, progresista y de izquierda (nasserista)
por parte del régimen de Mubarak- hoy nos muestra una nueva realidad.
Las movilizaciones
populares que ayer destronaron al dictador Mubarak han despertado a
los Gameles* del pueblo y un nuevo liderazgo juvenil se impone entre
los factores políticos egipcios. Hoy se conoce que no fueron los Hermanos
Musulmanes quienes movilizaron a las masas populares hasta derrocar
al régimen de Mubarak. Menos aun incidieron sobre el pueblo de forma
significativa el resto de los factores políticos marginados y desconectados
de las masas populares. No. El liderazgo se ha rejuvenecido. El temido
Gamal Abdel Nasser volvió hecho pueblo joven.
El papel
determinante de la juventud egipcia fue clave para el desenlace de los
acontecimientos en ese país. Inicialmente, un poco des-coordinados
por la represión y las persecuciones policiales, rápidamente logró
reconstituirse sobre la dinámica de los acontecimientos en un solo
bloque. Sus muchos líderes rápidamente entendieron la necesidad de
conformar un frente unido bajo una estructura totalmente horizontal.
Lo denominaron Comité Popular. El liderazgo ejercido por los jóvenes
del Comité logró las diferentes convocatorias de movilizaciones
masivas contra el régimen y el mantenimiento en las calles de todo
el pueblo egipcio hasta procurar la salida de Hosni Mubarak el 11 de
febrero de 2011.
Hoy el
pueblo egipcio continúa firme en las calles hasta alcanzar las otras
metas establecidas en el comunicado del Comité Popular, así como la
defensa del proceso revolucionario iniciado por las masas y orientado
por ellos.
El Comité Popular ha exigido, tanto al Ex Presidente como a la Junta Militar, lo siguiente:
- La renuncia de todo el gabinete de Mubarak
- Derogación de la Constitución vigente.
- Disolución del ilegitimo Congreso.
- La conformación de un Gobierno de Emergencia Nacional integrado por miembros escogidos por éllos mismos y el resto de los factores políticos, sindicatos y organizaciones sociales.
- La liberación de los presos políticos retenidos por el extinto gobierno de Mubarak.
- La confiscación de todas las riquezas (dinero, muebles e inmuebles) robadas al pueblo por los familiares y aliados de Mubarak.
- Sancionar a los funcionarios corruptos
- La creación de un Comité para convocar a una asamblea nacional constituyente que elabore una nueva Constitución que sea aprobada por el pueblo.
- Convocar a elecciones generales en un plazo de 6 meses.
- Convocar nuevas manifestaciones para exigir a la Junta Militar el cumplimiento de sus demandas.
Todos
los partidos y movimientos políticos que conforman la llamada oposición
en Egipto han aceptado el papel protagónico y espontáneo de los jóvenes
del Comité Popular reconociéndolos como parte medular del proceso
revolucionario que vive ese país. El Consejo Militar que surgió tras
la salida de Mubarak no ha logrado desmovilizar a los jóvenes del Comité
ni al pueblo. Por otra parte, los trabajos sucios de la CIA, por tratar
de infiltrarlos con sus agentes para desviar su lucha, también se acentúan.
La revolución egipcia se encuentra en una encrucijada. Dependerá mucho
del liderazgo de estos jóvenes egipcios para evitar divisiones que
fortalezcan a los enemigos del pueblo. Laicos, musulmanes y cristianos
hoy continúan unidos pese a los actos terroristas e intentos de divisiones
promovidas por los servicios secretos egipcios**. La clase obrera sindicalizada
egipcia se ha sumado a los llamados del Comité para mantenerse en las
calles hasta lograr también sus reivindicaciones laborales.
Para
el día viernes 18 de febrero de 2011 el Comité Popular ha convocado
una nueva manifestación multitudinaria para reclamar el cumplimiento
de las nuevas exigencias planteadas y la defensa de la revolución.
El imperialismo
norteamericano y el sionismo internacional no las tiene fácil en Egipto.
Hasta hoy sus planes no responden de manera como lo han previsto. El
juego se les complica.
*
Palabras de Gamal Abdel Nasser cuando predijo: “si muero regresaré
hecho miles de Gameles”.
**se
comprobó la autoría intelectual y material por parte del Ministro
del Interior, Jabib Al Adli, quien ordenó el atentado contra una iglesia
cristiana el pasado 31 de diciembre de 2010, para culpar a los Hermanos
Musulmanes y causar enfrentamientos entre las fracciones religiosas.
[1] Michel Chossudowsky “Los dictadores no dicatn, obedecen ordenes”, publicado en la Web Rebelión.org
basemtch@gmail.com