La revolución egipcia en la encrucijada

Nadie hoy puede dudar que los acontecimientos desatados en todo el mundo árabe: Túnez, Yemen, Jordania, Argelia, pero particularmente en Egipto, tienen un carácter esencialmente revolucionario y una raíz profundamente social; que la causa fundamental que despertó la rebelión revolucionaria del pueblo egipcio se corresponde a la gran pobreza y penurias sociales a las que ha sido sometido ese pueblo, agravado en los últimos 30 años de mandato de Hosni Mubarak, y, en segunda instancia, la rebelión popular también motivada por la falta de libertades políticas y la represión ejercida por esa criminal dictadura apoyada por el imperialismo norteamericano y el sionismo internacional, y por la grosera corrupción jamás vista en ese país de todo el clan familiar y amistoso de Mubarak. 

El imperialismo norteamericano previó la rebelión popular contra sus dictaduras en todo el mundo árabe e intentó adelantarse a los hechos para proteger sus intereses. Una verdadera revolución en Egipto necesariamente cuestionaría las políticas hegemónicas del imperialismo y el sionismo en ese país. Esto no podía ser tolerado y tenía que ser evitado. La crisis del sistema  capitalista mundial, o crisis estructural del capitalismo, ha traído aparejada consigo la crisis financiera internacional, la crisis alimentaria y la crisis energética, y con todas estas, la crisis de la hegemonía imperial.  

Aunque el imperialismo haya previsto mucho tiempo atrás la rebelión  de las masas árabes contra sus tiranos protegidos de la región; aunque haya anticipado diferentes planes de escape ante una situación predecible pero indeseable por ellos; aunque sus servicios de inteligencia (CIA, MI6 y Mossad) hayan manipulado, infiltrado y financiando a grupos “pro-derechos humanos”, “estudiantiles” [1], etc., mientras que, por otro lado, mantenía y profundizaba su apoyo a las dictaduras serviles de la región, etc., etc., el imperialismo sabe que pescar en aguas revuelta siempre resulta difícil y que un pueblo rebelde es aún más difícil de atrapar, y mucho más difícil se vuelve cuando ese pueblo ha reconocido su poder y logrando derribar el alfil más temido.  

El imperialismo sabe que la fuerza de un pueblo movilizado y consciente alimenta un huracán revolucionario difícil de contener. Mucho más, las características culturales de los pueblos árabes, su determinación e indiferencia a la muerte y el conocimiento de las causas que han generado su pobreza  hacen al pueblo egipcio más incontenible e impredecible. Un pueblo consciente es arduo detener y confundir con promesas falsas y propuestas de “democracias representativas”.  

El imperialismo es consciente que no existen alternativas “democráticas” posibles a la restitución y el fortalecimiento de esas dictaduras como única garantía para el mantenimiento de su hegemonía sobre la región. El imperialismo no se engaña asimismo, el intenta engañarnos a todos. 

Egipto experimenta una genuina revolución impulsada por las masas populares. El espíritu revolucionario de su pueblo ha saboreado su primera victoria y asusta a la burguesía parásita de ese país y a sus amos. Los “think tank” imperiales, los burócratas del Estado egipcio, los comentaristas de los medios privados internacionales de la información y los politiqueros de oficio no se explican cómo ese pueblo, ayer desmovilizado, perseguido y desmoralizado, hoy haya logrado la organización necesaria, la responsabilidad y sentido de pertenencia nunca visto desde la época de Gamal Abdel Nasser.  

Una vez terminada la primera gran batalla con la salida del dictador, los hombres, mujeres, jóvenes y hasta niños del pueblo egipcio dieron otra nueva lección revolucionaria. Muchos tomaron nuevamente las calles, esta vez con sus propias herramientas de limpieza y trabajo para reponer los daños ocasionados por las manifestaciones y limpiar los alrededores de la famosa Plaza Tahrir (Plaza de la Libertad), las calles del Cairo y de otras ciudades. No fueron los burócratas quienes se encargaron del aseo urbano disponiendo de recursos económicos y materiales. No. Fue la conciencia de ese pueblo; su organización que, de forma autónoma y responsable, ha llevado acabo las acciones de limpieza. En Egipto, han surgido de manera espontánea diversos Comités. Hoy se suman en el Comité de Defensa, el Comité de Agitación Política, el Comité de Limpieza, entre otros.

Quienes creen que luego de la derrota de Mubarak los egipcios se dormirían en los laureles de las promesas hechas por el Consejo Superior de las Fuerzas Armadas que tomaron el poder, pues, se equivocan.   

Hoy sabemos que la explosión social que se registra en todo el mundo árabe, pero también en Europa, y América, es motivada por un cúmulo histórico de injusticias. La gota que derramó el vaso la puso el joven mártir tunecino, un profesional desempleado pero dedicado a la buhonería de frutas, Mohamed Abouzizi. Su inmolación precipitó una serie de acontecimientos que terminaron con la caída del dictador de Túnez, Zine El-Abidine Ben Alí, y prendió el fuego revolucionario en el lugar donde pocos podían imaginarlo. El fuego revolucionario del desierto contagió a Túnez, Egipto y al mundo. 

En Egipto las movilizaciones populares que ayer carecían de un liderazgo auténtico y definido -producto de años de persecuciones y eliminación sistemática de toda la dirigencia nacionalista, progresista y de izquierda (nasserista) por parte del régimen de Mubarak- hoy nos muestra una nueva realidad.   

Las movilizaciones populares que ayer destronaron al dictador Mubarak han despertado a los Gameles* del pueblo y un nuevo liderazgo juvenil se impone entre los factores políticos egipcios. Hoy se conoce que no fueron los Hermanos Musulmanes quienes movilizaron a las masas populares hasta derrocar al régimen de Mubarak. Menos aun incidieron sobre el pueblo de forma significativa el resto de los factores políticos marginados y desconectados de las masas populares. No. El liderazgo se ha rejuvenecido. El temido Gamal Abdel Nasser volvió hecho pueblo joven.  

El papel determinante de la juventud egipcia fue clave para el desenlace de los acontecimientos en ese país. Inicialmente, un poco des-coordinados por la represión y las persecuciones policiales, rápidamente logró reconstituirse sobre la dinámica de los acontecimientos en un solo bloque. Sus muchos líderes rápidamente entendieron la necesidad de conformar un frente unido bajo una estructura totalmente horizontal. Lo denominaron Comité Popular. El liderazgo ejercido por los jóvenes del Comité logró las diferentes convocatorias de  movilizaciones masivas contra el régimen y el mantenimiento en las calles de todo el pueblo egipcio hasta procurar la salida de Hosni Mubarak el 11 de febrero de 2011.  

Hoy el pueblo egipcio continúa firme en las calles hasta alcanzar las otras metas establecidas en el comunicado del Comité Popular, así como la defensa del proceso revolucionario iniciado por las masas y orientado por ellos.  

El Comité  Popular ha exigido, tanto al Ex Presidente como a la Junta Militar, lo siguiente:

  1. La renuncia de todo el gabinete de Mubarak
  2. Derogación de la Constitución vigente.
  3. Disolución del ilegitimo Congreso.
  4. La conformación de un Gobierno de Emergencia Nacional integrado por miembros escogidos por éllos mismos y el resto de los factores políticos, sindicatos y organizaciones sociales.
  5. La liberación de los presos políticos retenidos por el extinto gobierno de Mubarak.
  6. La confiscación de todas las riquezas (dinero, muebles e inmuebles) robadas al pueblo por los familiares y aliados de Mubarak.
  7. Sancionar a los funcionarios corruptos
  8. La creación de un Comité para convocar a una asamblea nacional constituyente que elabore una nueva Constitución que sea aprobada por el pueblo.
  9. Convocar a elecciones generales en un plazo de 6 meses.
  10. Convocar nuevas manifestaciones para exigir a la Junta Militar el cumplimiento de sus demandas.

Todos los partidos y movimientos políticos que conforman la llamada oposición en Egipto han aceptado el papel protagónico y espontáneo de los jóvenes del Comité Popular reconociéndolos como parte medular del proceso revolucionario que vive ese país. El Consejo Militar que surgió tras la salida de Mubarak no ha logrado desmovilizar a los jóvenes del Comité ni al pueblo. Por otra parte, los trabajos sucios de la CIA, por tratar de infiltrarlos con sus agentes para desviar su lucha, también se acentúan. La revolución egipcia se encuentra en una encrucijada. Dependerá mucho del liderazgo de estos jóvenes egipcios para evitar divisiones que fortalezcan a los enemigos del pueblo. Laicos, musulmanes y cristianos hoy continúan unidos pese a los actos terroristas e intentos de divisiones promovidas por los servicios secretos egipcios**. La clase obrera sindicalizada egipcia se ha sumado a los llamados del Comité para mantenerse en las calles hasta lograr también sus reivindicaciones laborales.  

Para el día viernes 18 de febrero de 2011 el Comité Popular ha convocado una nueva manifestación  multitudinaria para reclamar el cumplimiento de las nuevas exigencias planteadas y la defensa de la revolución. 

El imperialismo norteamericano y el sionismo internacional no las tiene fácil en Egipto. Hasta hoy sus planes no responden de manera como lo han previsto. El juego se les complica. 

* Palabras de Gamal Abdel Nasser cuando predijo: “si muero regresaré  hecho miles de Gameles”.  

**se comprobó la autoría intelectual y material por parte del Ministro del Interior, Jabib Al Adli, quien ordenó el atentado contra una iglesia cristiana el pasado 31 de diciembre de 2010, para culpar a los Hermanos Musulmanes y causar enfrentamientos entre las fracciones religiosas. 

[1] Michel Chossudowsky “Los dictadores no dicatn, obedecen ordenes”, publicado en la Web Rebelión.org 

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Laila y Basem Tajeldine


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