En un país
hipotético, desde el gobierno los funcionarios en el ejercicio de su
trabajo y labores asociadas a él, se ven tentados a actuar de manera
desleal por el dios oro,
tentación que es muy fuerte y que en algunos casos logra llevar a su
redil a algunos de los funcionarios a pesar de que otros no son presa de
este poderoso dios.
Es el caso de su ministro de petróleo, que llega a las reuniones del gremio de los productores para procurar que los precios del crudo se mantengan en niveles aceptable por los países productores y la presión de los grandes comerciantes del crudo es tal que el ministro le manda un correo a su presidente en estos términos “señor presidente, mande a otro a negociar porque están llegando a mi precio”, este funcionario en su debilidad ante el dios oro, asumió la posición de informarle a su presidente para que tomase las medidas ante de que ocurriera un acto deshonesto. Pero cuántos seres humanos tendrán esa forma de actuar, en particular si en ese país hipotético, nunca ha sido castigado ningún funcionario por actos indeseados durante su ejercicio en la gestión pública.
Incluso, se
llega al extremo que funcionarios que han dejado de serlo, y que están
abiertamente en contra del gobierno son procesados y no los sancionan
por haber malversado fondos públicos, lo que hace que algunos piensen
“si a los de oposición no los castigan por corrupción menos serán
castigados los adeptos al gobierno”. A esto un interlocutor dice, si
recordamos los últimos días de Jesús de Nazaret, podemos observar que
Jesús separó de su lado a Judas porque este no mantuvo la conducta
deseada en su prédica, y decía, eso es un buen ejemplo a seguir, poner a
alguien que no esté ligado a los funcionarios, en especial los más
cercanos al gobernante, para que pueda investigar sin compromisos y
determinar si está incurso en actos de malversación, corrupción, etc., y
si lo están, dejar de lado los nexos y compromisos y llevarlo a la
justicia para que purgue por las faltas cometidas, lo cual sería una
buena forma de dar el ejemplo y hacerlos recordar el dicho popular:
“cuando veas las barbas de tu vecino ardiendo, pon las tuyas en remojo”.
Menos mal
que se trata de un país hipotético y no uno real, porque eso sería una
buena alerta para funcionarios y quienes aspiren administrar la hacienda
pública.