Confieso que ando a menudo por ahí impresionable porque alguna veces me topo con revolucionarios que, para demostrarme su revolucionaridad me cuentan, y hasta en la cara me lo restriegan, que anduvieron con reputados guerrilleros ya desaparecidos pero nunca con uno que esté vivo para poder preguntarle si es verdad la vaina. Y no sé si eso es casual.
Y siempre les digo que yo en lo personal nunca anduve (Rosales hubiera dicho “andé”) con ningún guerrillero, salvo con una novia que alguna vez tuve, y que, resultaba tan insatisfecha, y además, tan apasionada, que novios anteriores le decían por tanto, y con todo cariño y razón del mundo, la “guerrillera del amor”… Nada más. Y lo digo con la frente muy en alto. Y que conste.
Y por supuesto que, sin pretender significar ser un experto* ni muchísimo menos tener la clave de la enmarañada situación libia, sin embargo me voy a atrever hacer algunos arrimos -a lo que pudiera ser su meollo- que ojalá no me vayan a resultar siniestros.
Lo cierto es que al parecer, luego de la independencia de Libia, el coronel Gadafi, que lideraba la facción de izquierda del ejército, da un golpe de estado contra el rey Idris, que también al parecer era de marcada tendencia pro occidental, no obstante haber sido un luchador independentista: Primer motivo de venganza de Occidente contra Gadafi.
Y la primera medida que tomara Gadafi, luego de ponerle la mano al coroto, fue la de expulsar del país a los militares británicos y estadounidenses que allí tenían sus bases (lo que confirma que ciertamente Idris era pro occidental) y, a los italianos que fueron sus colonizadores por 39 años, y a los israelitas, confiscarle sus bienes: Segundo motivo de venganza de Occidente contra Gadafi.
Luego sus primeras acciones estuvieron dirigidas también a crear una fuerte unión de países árabes (que en algo consiguió) y procedió a retirar a las multinacionales del petróleo la facultad de establecer los precios del crudo, pasando a ser Libia entonces quien los estableciera, lo que contribuyó a la crisis petrolera de los 70: Tercer motivo de venganza de Occidente contra Gadafi.
Gadafi implanta entonces en Libia un sistema de democracia directa o de soberanía popular, que consistía en lo qua aquí conocemos hoy “como de darle poder al pueblo…”: Cuarto motivo de venganza de Occidente contra Gadafi.
Los atentados a dos aviones (uno del Reino Unido, y otro en la propia África) hace que EEUU, Gran Bretaña y Francia ejecutaran un bloqueo contra el país sin que fuera óbice éste para el ataque aéreo de Reagan contra la casa de Gadafi, por supuesto, y donde no muriera él, sino su hijita, bloqueo que cesa cuando en 2003 Libia se responsabiliza de tales ataques terroristas y, subsiguientemente llega a acuerdos indemnizatorios con sus víctimas, lo que permite pues levantar el bloqueo.
Pero a partir de allí, cosas muy extrañas comenzaron a presentarse.
Pues nada más y nada menos, entre otras, que el cretinoide de José María Aznar, en 2003, fuera el primer mandatario extranjero que visitara a Gadafi en su propia carpa para rendirle honores, y además alardeando que durante muchos meses (¿cuántos?) había mantenido discretos contactos con él para lograr su “reconversión” y actuando a la vez como mediador entre éste y el otro cretinoide de George Walker Bush, por cierto admirador seguro más que todo de las hermosas formas políticas de nuestra muy autóctona diputada María Corina Machado.
Pues sépase que Aznar desgranó sobre la entidad voluptuosa e histórica de Gadafi todas las más codiciadas loas a las que puede aspirar un siervo de Estados Unidos: es un líder comprometido en la lucha contra el terrorismo y además (¡muéranse, coñitos y coñitas de dios!) con las “reformas económicas”, y vociferando además que el libio estaba haciendo todo lo contrario que el indestructible (por incorruptible) Fidel Castro… ¡Oye… Esto es bravo, vale!
Pero Aznar se mostró tan contento, que colocó en una marquesina las garantías que Gadafi le ofrecía a los inversores extranjeros (y todos sabemos cuáles son dichas garantías), para luego reunirse otras veces con él en la intimidad (como en 2007 y 2009, en Sevilla) y no sé si esas veces en alguna de las acogedoras “carpas corruptoras” del infame Aznar…
¡Se estaba preparando, por tanto así, la dulce venganza de Occidente contra ese infrecuente Gadafi!
Eran tiempos de golpe y paro en Venezuela, donde Aznar estuvo metido hasta el cogote, por lo que no sé hasta dónde Gadafi pudo haber alertado a su amigo Chávez sobre semejantes travesuras de Occidente en nuestra patria. Pero es muy posible que su íntimo amigo Aznar le hubiera podido rogar, incluso de rodillas, que no le dijera un coño al tropical locato venezolano ese, lo que aquel infrecuente Gadafi podía entender a cabalidad. Por eso es que la invasión de la OTAN pudiera resultar inminente; sencillamente, porque el pueblo lo que está es trinando contra ese infrecuente Gadafi y pudiera retomar el poder y retrotraer la situación entonces a como era antes de la funesta amistad de Gadafi con el muérgano Aznar.
¿Estará pagando Gadafi entonces el precio de su vil traición? ¡Ta ta ta tan!
Y por cierto, que para alcanzar explicarla, ¿se han preguntado acaso que hubiese pasado en Venezuela si por algún acto mágico de la historia Teodoro Petkoff Malec, estando en las montañas hubiera bajado de ellas directamente a ser presidente de Venezuela? ¿Cuáles creen que hubiesen podido ser las loas que le habría desgranado el generalísimo y caudillo por la gracia de Dios Franco Bahamonde sobre su cuerpo caucásico tatuado de picadas de garrapatas en el momento de su primera entrevista?
Gadafi a lo mejor se demoró 30 años en dar el paso que al guerrillero de oro venezolano le hubiese bastado dar con sólo un módico acto de histórica prestidigitación.
Y como en una novela de Kafka, él, borracho quizás de tantos “verdes”, agarró por el callejón…
(*) He dicho una y otra vez que sólo soy un vulgar especulador con algunos momentos lúcidos.
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