En uno, no lo recuerdo bien, de los días pasados escuché una noticia donde se decía que un militar denunció haber perdido su carrera profesional por haber expresado, entre otras cosas, que no estaba de acuerdo con que al narcoguerrillero Manuel Marulanda (Tiro Fijo) se le hubiese hecho un homenaje creando una plaza con su nombre. Pensé, sólo lo pensé, que una protesta que farsea la realidad nunca merece el respeto de la Historia como ciencia social. Pero vivimos en un mundo donde algunos estudiosos de la ciencia política dicen que se caracteriza, en parte, porque las verdades huyen y se imponen las mentiras. Un buen argumento sobre un objeto o un sujeto puede perder su esencia si se coloca una mentira atravesada en el corazón de los adjetivos, sustantivos y verbos.
En muchos países del mundo existen plazas, calles y múltiples lugares que llevan el nombre de personas –incluso- que han cometido genocidios contra la humanidad. No vamos a meternos en ese mundo intrincado de si fue o no correcto que se le haya puesto el nombre de una persona a una plaza o a un determinado lugar siendo responsable de hechos donde hubo muertos. No, dejemos eso a la opinión de pueblos casi enteros. En un mundo caracterizado por los principios de la lucha de clases, unos admiran a determinados personajes y otros sienten simpatía por quienes creen luchan por sus intereses. Los que rindieron homenaje al camarada Manuel Marulanda y le pusieron su nombre a una plaza, lo admiran como quienes se opusieron a ello, no lo admiran. Tanto los unos como los otros tienen sus derechos y sus deberes. Eso se respeta.
Sin embargo, sí preocupa, en verdad, que a un personaje, sin duda, histórico como Manuel Marulanda (Tiro Fijo) se le acuse, especialmente fuera de Colombia, como narcoguerrillero, porque el primer término (narco) identifica a quien trafique con drogas. Lo cierto es que tuve la oportunidad de leer el documento que el militar introdujo ante sus superiores donde, entre otras cosas, expresa su opinión de que el alto mando militar ha permitido que se irrespete la memoria de los guardias y oficiales caídos en combate por manos de la subversión dejando que se exhiba un busto en honor a un líder guerrillero. Sin duda, es su creencia y eso en nada ofende la memoria ni tergiversa la obra y el pensamiento del camarada Manuel Marulanda. No hay duda que en la actualidad miles de venezolanos y venezolanas piensen como el militar que elaboró el documento pero también, igualmente sin duda, miles de venezolanos y venezolanas piensan como los que le rindieron homenaje al camarada Manuel Marulanda. Sin negar el derecho a la libertad de expresión ni de unos ni de otros, la Historia, en este tiempo en que mucho más que antes los factores internacionales trazan el curso de los acontecimientos, se inclina mucho más hacia el pensamiento de quienes rinden homenaje a los personajes que luchan contra el capitalismo que hacia quienes quieren conservarlo como la panacea de todas las enfermedades económicosociales.
No sé si fuera del documento el ahora exmilitar ha utilizado el término combinado de “narcoguerrillero” para identificar al camarada Manuel Marulanda o si fueron periodistas quienes lo pusieron en su boca. Como fuese, es un irrespeto a la verdad, porque Manuel Marulanda jamás fue “narcoguerrillero”. Pero si esa acusación fue obra exclusiva de periodistas que tergiversaron las palabras del exmilitar, a éste lo irrespetaron primero antes de irrespetar al camarada Manuel Marulanda.
Acusar a Manuel Marulanda de narcoguerrillero, narcoterrorista, narcobandolero es, hay que repetirlo, un irrespeto a la historia de la lucha de clases colombiana y, también, lo es a la vida y obra del más famoso de todos los guerrilleros habidos y, quizá, por haber en Colombia. Que una o muchas personas se opongan o no estén de acuerdo con la manera de pensar y de actuar del extinto camarada Manuel Marulanda es, desde el punto de vista con que se analice, muy respetable. Pero denigrar de una persona para oponerse a que otros reconozcan los méritos de aquella, no es respetable.
Los grandes marxistas y estudiosos del marxismo reconocen, por ejemplo, los incuestionables méritos del extinto Napoleón Bonaparte y, especialmente, sus genialidades en el campo militar. No reconocerlo sería un absurdo y un muy parcializado negativamente análisis de los acontecimientos más relevantes –especialmente- de la historia europea. Sin embargo, ningún marxista o estudioso del marxismo se atrevería, por ser injusto y un desfase de la historia, levantar las banderas políticas de expansionismo y de capitalismo que alzó bien alto el gran corso. Napoleón Bonaparte, lo dice Trotsky, detuvo la revolución mediante una dictadura militar, pero cuando sus tropas invadieron a Polonia, lo primero que hizo fue decretarla abolición de la servidumbre de la gleba no por sentimientos de simpatía hacia los campesinos, sino porque su dictadura se fundamentaba sobre relaciones de propiedad capitalista y no feudal. Y pongo el ejemplo de Napoleón, porque Manuel Marulanda (Tiro Fijo), aunque no lo quieran reconocer casi todos los militares y políticos de este mundo, está en la reducida lista de genios del arte militar. En este tiempo, para los revolucionarios e incluso para los militares, es imprescindible estudiar las enseñanzas militares del camarada Manuel Marulanda, tal como él estudió las enseñanzas de los vietnamitas y otras importantes experiencias históricas de luchas guerrilleras.
Manuel Marulanda, deberían saberlo mucho mejor los que le acusan de narcoguerrillero que la mayoría de los civiles no colombianos, que aquel no llegó a ser o no se hizo guerrillero porque se lo ordenaron del Cielo o por un instinto salvaje incrustado indebidamente en su conciencia. No, no fue así. La verdad está bien descrita en muchísimos textos de la historia colombiana. A Jorge Gaitán no lo mataron los comunistas. La orden de su asesinato vino de las filas de la rancia oligarquía que toda la vida ha manifestado un odio irracional contra el pueblo colombiano y, especialmente, contra los comunistas colombianos. La represión, los asesinatos colectivos y selectivos, la negación de los fundamentales derechos a los campesinos, la concentración extrema de la riqueza colombiana en manos de un grupo muy pequeño de oligarcas y otros elementos más, confabulados entre sí, crearon una situación en que a muchísimos colombianos y muchísimas colombianas no les quedó otro camino que la rebelión armada para salvar sus vidas y luchar por sus derechos. Entre esa masa de colombianos y colombianas estaba, más por azar que por obediencia a poderes divinos y sobrenaturales, el liberal –no comunista aún- Manuel Marulanda. Este era un seguidor y admirador, como miles de miles de colombianos y colombianas, del líder asesinado don Jorge Eliécer Gaitán. Y éste, de no haberlo matado la oligarquía, hubiese ganado sin problemas la Presidencia de Colombia. Su muerte, eso lo sabía muy bien la oligarquía y el imperialismo estadounidense, truncaba en un elevadísimo porcentaje la esperanza de justicia que se había creado la mayoría del pueblo colombiano con la futura Presidencia de Gaitán. Lo que no esperaban fue la reacción de una parte importantísima del pueblo colombiano para cobrar venganza por el asesinato de su líder. Hubo guerra de guerrillas por todas partes hasta el punto que en poco tiempo, una oligarquía y sus cuerpos represivos asustados, hizo que el gobierno buscara una salida conciliatoria con los alzados en armas, prometiendo justicia, para que las aguas volvieran a la calma. Y lo lograron. Sin embargo, no cumplieron con sus promesas hechas al pueblo de parte del Estado y la oligarquía. Continuó una represión salvaje y persistieron los asesinatos. Empezando, que le montaron una trampa a Guadalupe Salcedo, importante jefe de la guerrilla desmovilizada y desarmada, y lo asesinaron en Bogotá.
Sepan quienes acusan al camarada Manuel Marulanda de narcoguerrillero, que su víctima estaba entre los primeros de la lista que debían ser asesinados por los soldados y policías de Colombia. Sepan quienes acusan al camarada Manuel Marulanda de narcoguerrillero, que su víctima se había dedicado, junto a otras familias campesinas, a cultivar el campo y la oligarquía y militares colombianos los acusaron de haber creado “repúblicas independientes” y por ello, los atacaron militarmente obligándolos a crear mecanismos de autodefensa antes de declararse, de manera definitiva, como fuerza guerrillera. Sepan quienes acusan al camarada Manuel Marulanda de narcoguerrillero, que en Colombia la violencia ha sido un fenómeno histórico y socio-político establecido por los oligarcas y su Estado y no por las clases explotadas y oprimidas, las cuales sólo se han visto en la necesidad de resistir haciendo uso de su deber de ejercer la violencia revolucionaria contra la violencia reaccionaria. Sepan quienes acusan al camarada Manuel Marulanda de narcoguerrillero, que la oligarquía en Colombia siempre ha ejercido su poder imponiendo la paz del sepulcro para quienes se han opuesto a sus tropelías, la paz de que si se produce algún cambio en la sociedad sea aquel que le produzca mayor riqueza a los pocos y mayor pobreza a los muchos, una paz que garantice privilegios a los pocos de arriba sobre la base de reprimir a los muchísimos de abajo que en Colombia fueron denominados por los oligarcas y el clero como chusmas. Sepan quienes acusan al camarada Manuel Marulanda de narcoguerrillero, que el bandolerismo verdadero en Colombia ha sido dirigido desde el Estado y eso lo comprueba la terrible y macabra relación que ha existido entre altos funcionarios del Estado y el paramilitarismo, lo cual viene desde los chulavistas y los pájaros antes de la existencia de las llamadas autodefensas de Colombia). Sepan quienes acusan al camarada Manuel Narulanda de narcoguerrillero, que los guerrilleros reinsertados, cuando Rojas Pinillas fue Presidente, comenzaron a ser asesinados, violando el gobierno sus compromisos de paz, justicia y libertad. Sepan quienes acusan al camarada Manuel Marulanda de narcoguerrillero, que fue Alvaro Gómez Hurtado (oligarca-político y político-oligarca) quien inventó lo de “repúblicas independientes” y que en Marquetalia la lista de campesinos, dueños de pequeñas parcelas, que labraban la tierra para mantener a sus familias era bastante pequeña: Manuel Marulanda Vélez, Isauro Yosa, Isaías Pardo, Luis Pardo, Efraín Patilludo, Luis y Andrés López, Parménides Cuenca, Bolita, Darío Mejía, Chucho Ortiz, Martín Cruz, Jaime Guaraca Durán, Abraham García, Timbre, Campo Elías Luna, Víctor Luna, Baudelino Cruchot, José Cruchot, Germán Romero, Honorio González, Jesús Medina López, Rogelio Días, David González, Elicerio González, Fidel González, Teófilo Guzmán, Gabriel Hualteros, Darío Lozano el hijo, Secundino López, Carlillo, Rigoberto Losada, Jaime Reyes, Jaime Salinas, Joaquín Ospina, José Peñalosa, José Ortiz, José Colorado, Reyes Ortiz, Alirio Cortés, Elías Ortiz, Feliciano Cruz, Agustín Cifuentes y Evaristo Losada. ¿Estaban esos campesinos, prácticamente sin recursos económicos y muy lejos de centros urbanos, capaces de crear una “república independiente” en una Colombia donde la oligarquía concentraba en sus manos todos los factores de poder político, económico e ideológico para no compartirlos con nadie de la sociedad colombiana pero sí con el Estado imperialista estadounidense? Si todo lo anterior no lo creen quienes acusaron al camarada Manuel Marulanda de “narcoguerrillero” sería muy recomendable que procuren, antes que se muera por vejez o realmente no sé si ya ha muerto, entrevistar al general Matallana, quien fue el responsable de dirigir la Operación militar contra Marquetalia y las demás, famosas por inexistentes, “repúblicas independientes”.
Manuel Marulanda fue fruto de condiciones socioeconómicas donde el pueblo colombiano ha sido extremadamente explotado y oprimido. Sin duda, por azar fue Manuel Marulanda quien jugó el papel más protagónico, como personalidad de la historia, en la lucha guerrillera más larga que se conozca en, por lo menos, América Latina. Juzgarlo como” narcoguerrillero” es vulnerar la verdad, es tergiversar la realidad y es un irrespeto a los hechos que testimonian la profunda calidad humanitaria del campesino convertido en líder guerrillero luchando por la redención de su pueblo. Nunca lo conocí personalmente, pero sí conversé con muchísimas personas que lo conocieron y jamás logré escuchar un término que denigrara del comandante más famoso que haya tenido la insurgencia colombiana. Incluso, muchos de sus adversarios lo trataron con respeto aunque lo combatieron. Entre ellos, creo, está el general Matallana.
Vivimos un tiempo en que algunos mandatarios de países cometen terribles hechos de crímenes de lesa humanidad pero tratan a quienes se sublevan para derrocarlos como “bandoleros”, “terroristas”, “narcoguerrilleros”, “asesinos”, “delincuentes” y paremos de contar. Si los revolucionarios insurgentes, por ejemplo, realizan una emboscada y allí mueren soldados, los primeros son catalogados por el Estado y sus poderosos medios de comunicación como “terroristas y criminales”, pero cuando se produce un bombardeo a una región donde mueren insurgentes y hasta personas inocentes, los soldaos son declarados como “héroes de la Patria”. Así es la lucha de clases y así es la propaganda de la lucha de clases para la oligarquía en cualquier nación donde domine a la sociedad.
Nada crítico a quienes se oponen a que en Venezuela se le rinda homenaje al camarada Manuel Marulanda. Están en su derecho y en su deber de manifestarlo. Sin embargo, sí es justo salir en defensa de la verdad. Y ésta es que el camarada Manuel Marulanda fue un verdadero luchador social y jefe guerrillero al servicio de la redención del pueblo colombiano y no un “narcoguerrillero”. Es todo.