Existen articulistas de opinión que demuestran tener un respetable nivel de conocimientos pero, lamentablemente, disfrutan con irrespetar a las personas buscando cautivar audiencia para sus argumentos. Cuando una persona, por muy culta que sea, se burla de otra, por muy ignorante que ésta sea, pierde más del noventa por ciento de sus argumentos y se convierte en un mentiroso para las personas que tienen bien colocado su sentido común. A muy pocas personas les agrada leer opiniones donde se ultrajen, se vilipendien, se humillen y se burlen de otras personas. Una conciencia revolucionaria o, simplemente, humanitaria no transita por ese espinoso y repudiable sendero de la opinión que se fundamenta en la burla y la humillación a los demás.
Se aprecia que algunos articulistas venezolanos son asiduos admiradores del programa político-humorista NPi de una televisora colombiana, donde se burlan y hacen chistes -muchas veces- de mal gusto imitando a personajes de la política internacional. Allí, precisamente, todos los domingos, hacen “parodias” o imitaciones vulgares de Chávez, para que a la audiencia se le forme una conciencia o una convicción de un gobernante violento y loco. Y es allí, en ese programa, donde modifican los nombres de los personajes, por lo cual a Piedad Córdoba la denominan “Impiedad”, es decir, una persona que carece de piedad y de religión.
Un articulista, analizando .a diversos personajes o tendencias que se manifestaron en el funeral de la luchadora social Lina Ron, dijo, entre tantas cosas, lo siguiente: “A su funeral –cual plañideras (entiéndase por ese término personas pagadas para asistir a un velorio y llorar al muerto fingidamente) alquiladas- acudieron mercenarios como Sean Penn y la Negra Impiedad”. Léase bien: mercenarios. El diccionario de la lengua española le da dos significados al término “mercenario”: 1.- soldado que participa en una guerra únicamente por dinero y 2.- persona que realiza un trabajo únicamente por dinero. Es de suponer que el articulista utiliza la segunda y no la primera definición para catalogar como mercenarios a Sean Penn y a Piedad Córdoba, en el sentido de que cobraron dinero para estar presentes en el velatorio o funeral de la luchadora social Lina Ron. En verdad, eso es un irrespeto y, además, una irresponsabilidad o infortunio de un articulista por mucho odio que le haya tenido a Lina Ron. Cierto es, que en un estado de emoción se pueden o se hacen comparaciones que nunca deben hacerse. Por ejemplo, comparar a la camarada Lina Ron, por muchos méritos que haya tenido, con Manuelita Sáez, como lo hizo la luchadora social Piedad Córdoba, no es afortunado. Pero eso nunca es un grave problema que va a alterar la historia universal o de cualquier país o de cualquier persona. Independiente de que no se haya estado de acuerdo con Lina Ron en comportamiento político o con sus maneras de resolver contradicciones políticas, su funeral atrajo a un número considerable de personas de distintas expresiones de pensamiento social que sintieron profundamente su deceso. Para los que la adversaban, poco interesan los sentimientos de pesar de quienes la admiraban. Están en su derecho. Si los revolucionarios del mundo llorasen o lamentasen la muerte, por ejemplo, de George Bush o de José María Aznar por citar dos personajes de la política de derecha, sería por una sola razón: no haber logrado que se les haya sometido a juicio en vida por sus crímenes de lesa humanidad. Pero si lo hicieran por sentir heridos sus sentimientos de corazón, serían hipócritas.
Ocupémonos de lo mercenario de Sean Penn y de Piedad Córdoba. Pareciera, digo sólo pareciera pero tengo mis dudas al respecto, que el articulista que así los catalogó no conociera ni un solo ápice de la vida, del pensamiento y de las luchas ni del extraordinario actor inglés de cine ni de la respetada luchadora política colombiana. Al acusarlos de “mercenarios”, podemos entender que los acusó de cobrar para estar presentes en el funeral de Lina Ron. Eso es en sí, un irrespeto. Primero y sólo primero: no tienen ninguna necesidad de ello, aunque ni al uno ni a la otra conozco en lo personal, pero eso en nada resta parea conocer verdades sobre esas distinguidas personas: una del arte y la otra de la política.
Sean Penn, además de ser un excelente actor ha sido un hombre de ideas en un mundo donde el dinero es un fetiche y la obediencia del trabajador al cártel del séptimo arte un principio sagrado de la propiedad privada sobre los medios de producción. Bien conocida es la simpatía del actor Sean Penn por Chávez y el proceso bolivariano venezolano. Tal vez surja algún radical que le exija a Sean Penn que se enguerrille contra el gobierno de su país. Eso sería una tontería de una enfermedad infantil del izquierdismo en farsa creencia del comunismo. No existe guerrilla posible que derroque a un Estado imperialista en el mundo actual, porque sólo a través de una insurrección eso es posible o como resultado de una conflagración mundial en que el proletariado sin fronteras lleve su revolución triunfante a todos los rincones del planeta asumiendo las banderas del internacionalismo revolucionario y la solidaridad proletaria. Lo demás es soñar y soñar en utopías irrealizables.
Recordemos que Sean Penn se declaró marxista-maoísta. Particularmente no comparto la mezcla de los “istas” ni los “ismos”, pero al actor Sean Penn, desde todo punto de vista, le luce y hay que aplaudírselo, incluso por quienes profesan exclusivamente el marxismo. Muchos actores han expresado su simpatía por determinados personajes de la política, pero no llegan al compromiso ideológico como lo hace el actor Sean Penn. Declararse marxista-maoísta un actor de la calidad de Sean Penn, especialmente cuando el epicentro del séptimo arte que produce enorme riqueza económica está en Estados Unidos, hay que tener no sólo coraje sino una convicción indestructible desde el punto de vista de la teoría.
No sé ni me interesa saber cuánto de marxismo y cuánto de maoísmo ha estudiado el actor Sean Penn, pero en un mundo donde el Dios de todos los dioses es el dinero, declararse marxista-maoísta no tiene precio, vale mucho más que todo el dinero que existe depositado en los bancos especuladores y usureros que tienen su aposente en el territorio del gran coloso y gendarme del mundo: Estados Unidos.
El dueño de Microsoft, un rico filántropo y segundo en la lista de los más millonarios individuales del planeta, hace donaciones de miles de millones de dólares a regiones, fundamentalmente del Africa, para ayudar a aliviar las profundas y graves necesidades materiales de su población. Eso tiene un mérito indiscutible, pero creo, como reto a las políticas de hambre y muerte expandidas por el mundo por el imperialismo capitalista,, la posición del actor Sean Penn tiene mucha más dimensión y más importancia para la creación de conciencia revolucionaria que las donaciones del dueño de Microsoft. Es cierto que antes de dedicarse a pensar es necesario meterle alimentos al estómago, pero no es la misma importancia que Sean Penn se declare marxista-maoísta que Fidel diga que el marxismo es la doctrina más científica, dialéctica y revolucionaria que conozca el género humano. No estoy diciendo que Sean Penn tenga mayor valor e importancia para la revolución y para el proletariado mundial que Fidel. No, eso no, eso nunca. Sin embargo, me parece maravilloso, independiente que el actor Sean Penn no distribuya sus ganancias entre los proletarios, que un artista de la connotación del protagonista de esa estupenda y extraordinaria película -de denuncia a los grandes monopolios farmacéuticos que se enriquecen sobre la muerte y el dolor de los pobres- “El jardinero fiel”, le diga al mundo que su ideología de preferencia sea el marxismo agregándole el maoísmo.
Quieran Dios, la Virgen y el Espíritu Santo pero, especialmente, el proletariado sin fronteras, que muy pronto el excelente actor de Cine Sean Penn pueda anunciarle al mundo, que desde ahora en adelante se declara a secas: marxista. De esa manera sonará mucho más hermosa su fe doctrinaria que sumándole otro ista o ismo.
En verdad tanto el hombre como la mujer, merecen respeto aun cuando no se compartan sus ideas, pero especialmente la segunda merece una consideración de respeto que desde tiempo inmemorial el hombre le ha venido negando y por la cual aquella ha venido luchando con enormes sacrificios. Piedad Córdoba es mujer. El hecho de tratarla despectivamente cambiándole su nombre para colocarle el epíteto de “Impiedad” y, además, con desprecio llamarla “negra”, es un vulgar irrespeto a su condición de mujer. Sin embargo, eso es lo que menos importa, porque además de que en este mundo sigue habiendo racismo, Piedad Córdoba ha sido una extraordinaria luchadora política al servicio de los más necesitados de Colombia, al servicio de la búsqueda de una paz concertada entre los bandos en conflicto político armado. Incluso, fue secuestrada por el paramilitarismo acusada de pertenecer a la insurgencia, cuando eso jamás ha sido cierto. Piedad Córdoba, no es mujer o luchadora política de la guerra. Ha jugado un rol de primera línea en la liberación de rehenes de guerra en manos de la insurgencia. Aun cuando organismos del Estado colombiano la han descalificado, le han hecho la vida casi imposible, la amenazan de muerte y la tienen en la mira para encarcelarla, el mismo Estado colombiano se ve en la necesidad de solicitarle su intervención para labores de paz o de liberación de rehenes.
Bueno, en fin, no es maltratando a la gente, no es burlándose de las personas, no es humillando a los seres humanos, no es irrespetando a los ciudadanos o ciudadanas, la mejor manera de combatir sus ideales. Para éstos existen los argumentos, las verdades, los conceptos, las categorías históricas, los juicios, los razonamientos, que nada tienen que ver con el sexo, con el color de la piel, con la mentira, con la tergiversación y, mucho menos, con la simpatía que sienten personas por otras. Y, finalmente, tergiversar los sentimientos expresados por miles de personas por la muerte de la luchadora social Lina Ron, alegando que muchos cobraron para ir a llorar su partida, es caerle a martillazos, por la espalda y en un momento muy mal escogido, a los pechos que vibraron de tristeza por su fallecimiento. Confieso que leí, con mucha pausa y atención y hasta me impresionó, la entrevista que le hiciera Sebastiana Barráez, aparecida en el semanario “Quinto Día”, del 11 al 18 de marzo, con el título “La otra Lina”. ¡Paz a sus restos! Igualmente, larga vida deseo para Sean Penn y Piedad Córdoba.