“Resulta
paradójico pero es así: la izquierda radical se dedica sólo a interpretar
el mundo y no a transformarlo. Y no puede transformarlo porque carece
de poder”.
Por primera
vez la izquierda europea, tanto su ala reformista como su ala radical,
se presenta dividida por un asunto ocurrido en el exterior. ¿Será
por la cercanía? ¿Será por que Muamar Gadafi ha llamado ratas a los
rebeldes? ¿Será por la simpatía que siempre ha sentido la izquierda
radical por los revolucionarios? ¿Será por que nos dolía pensar que
los rebeldes pudieran ser masacrados por un dictador sanguinario dispuesto
a lo peor? Algunos pensaron que aunque la OTAN y los EEUU estuvieran
mal vistos y llevaran el estigma del imperialismo y del hegemonismo,
había que parar a Gadafi. Se estuviera a favor o en contra de
la intervención, sobre la izquierda ha sobrevenido la inquietante y
sombría duda. Dudar en vista de un objetivo más claro y certero
es beneficioso. No obstante, siempre habrá personalidades de la izquierda
que se instalarán en la duda y terminarán por dudar de todo. Suele
ocurrir: cuando suceden cambios importantes a nivel mundial, algunos
sectores avanzan y profundizan su conocimiento del mundo, otros se estancan
y vuelven la mirada hacia atrás, o sencillamente abandonan. Dicen:
ya yo no tengo fe en nada, no tengo esperanza en nada, no creo que el
mundo vaya a cambiar. Y esto lo dicen depositando su mirada y pensamiento
críticos no en sí mismos y su cómoda existencia, sino en el exterior,
donde pueblos enteros viven bajo el látigo de la pobreza y la represión
de Estados estamentales. Les gustaría que el mundo cambiara, pero que
lo hagan otros. Y mientras los otros se desloman y mueren en su intento
por cambiar el mundo, estos sectores de la izquierda crítica
reflexionan el desengaño profundo que les produce el hombre.
La importancia
de los nombres
La primera
función semiótica, de acuerdo con mi propia concepción, no es la
significación sino la identificación. Esta es la principal función
de la percepción: la identificación. Y la percepción inteligente,
aquella que se ayuda del principio de la diferenciación, necesita de
los nombres. No es corrector hablar de izquierda en general. No es bueno
tampoco decir que el concepto de izquierda es ambiguo. Lo que sucede
es que para identificar a las personas además del nombre necesitamos
los apellidos, y en ocasiones algunos datos más: una fotografía, el
número del carné de identidad, la historia de sus actividades, el
círculo de sus amistades, etcétera. Lo mismo debemos hacer con la
izquierda. Necesita de apellidos para superar la aparente ambigüedad
de su nombre. Así que por el bien de la claridad y de la diferencia
hablaremos de izquierda reformista y de izquierda radical. La izquierda
reformista quiere reformar el capitalismo para hacerlo más humano y
civilizado, mientras que la izquierda radical quiere transformar el
capitalismo en socialismo. Y esto no quita que en determinadas coyunturas
la izquierda reformista y la izquierda radical puedan ponerse de acuerdo.
También es necesario saber que en el seno de la izquierda reformista
y de la izquierda radical se reflejan todas las diferencias de clase
que hay en la sociedad. Y estas diferencias internas tampoco pueden
llevarnos a la idea de que la izquierda sea ambigua. El conocimiento
de las diferencias y la vivencia de las diferencias no debe convertirse
en causa de escepticismo, sino en todo lo contrario: en causa de certeza.
Bipolaridad
y multipolaridad
En tiempos
de la bipolaridad todos los conflictos acaecidos en el mundo reflejaban
la lucha por la hegemonía entre EEUU y la URSS. En todos esos conflictos
se veía lo mismo: la pugna entre las dos superpotencias. Esto hacía
que las peculiaridades de esos conflictos quedaran ocultadas por el
universalismo de la contradicción entre las dos superpotencias. Aquí
la universalidad ocultaba la particularidad. Pero desde hace veinte
años el mundo ha cambiado: de un mundo bipolar hemos pasado a un mundo
multipolar. Y ya no se puede ver en todos lados la misma contradicción:
es la hora de las particularidades nacionales e históricas. Pero muchos
analistas, tanto de la derecha como de la izquierda, siguen pensando
el mundo multipolar con los conceptos de la bipolaridad. Todavía
queda mucho tiempo para que nosotros comprendamos los rasgos esenciales
de la multipolaridad. Pertenece a la época de la bipolaridad conceptos
como frente antiimperialista. No negamos que exista el imperialismo,
pero debe examinarse en términos de particularidad y multipolaridad.
La globalización también tiene naturaleza multipolar y las particularidades
nacionales y regionales cobrarán fuerza. La globalización y la universalización
no suponen la negación de la localidad y la particularidad, sino su
fortalecimiento. China conforme ha ido fortaleciendo su particularidad,
más universal se ha vuelto. Mientras que los pueblos subdesarrollados
envueltos bajo el manto de la universalidad de EEUU o de Europa Occidental
parecen carecer de personalidad y rostros propios.
Tiempo histórico
y tiempo físico
Recuerdo algunas
lecturas que hice del Beijing Informa durante los primeros años
de la reforma económica impulsada por Deng Xiaoping en 1978. En ese
periódico se hablaba de que el propósito de esas reformas era situar
a China en el plazo de 20 ó 30 años al nivel de la Unión Europea
de los años setenta del siglo pasado. Otro dato: en 1949 China era
un país semifeudal, semicolonial y semicapitalista. Sin duda que aunque
todas las naciones de la tierra viven en términos de tiempo físico
en el 2011, en términos de tiempo histórico países como Egipto, Túnez
y Libia viven en algunos aspectos por detrás de la Francia revolucionaria
de 1789. En esos países los estados pueden considerarse casi estados
estamentales: las clases dirigentes a nivel estatal son las clases dominantes
a nivel económico. Y en términos de organización social todos esos
movimientos que han sacudido el mundo en estos últimos meses están
muy atrasados. No hay partidos políticos o se encuentran en un estadio
de desarrollo muy embrionario. Las clases sociales, sobre todas las
que han llevado a cabo las revueltas, no están organizadas institucionalmente.
Todavía les queda un largo camino que recorrer.
Conocimiento
mediato y conocimiento inmediato
La mayor parte
del conocimiento que tenemos del mundo tiene naturaleza mediata. Esto
no implica que nuestro conocimiento inmediato del mundo haya perdido
su valor, pero sí su peso. En la era de la globalización y de las
autopistas de la información el peso del conocimiento mediato ha cobrado
nuevas dimensiones, hasta el punto de que sobre muchísimos hechos de
los que hablamos y reflexionamos no tenemos ni el más leve conocimiento
inmediato. Esto sucede con los movimientos sociales acaecidos
en Egipto, Túnez y Libia: muchos carecemos del más mínimo conocimiento
inmediato. Si bien de forma general el peso del conocimiento mediato
ha adquirido un peso sobredimensionado, en el caso de los intelectuales
es aún mayor. ¿Qué consecuencias lleva aparejado el hecho de que
el conocimiento mediato esté sobredimensionado respecto del conocimiento
inmediato? Que se termina por perder el sentido práctico y concreto
de la vida, que todo se examina bajo el punto de vista teórico, que
se produzca un total divorcio entre nuestros conceptos y nuestra sensibilidad.
Y esto sucede sobretodo en la izquierda radical, que basa todas sus
propuestas en puras concepciones y no en la práctica. Y después, enajenados
como están por una visión puramente conceptual del mundo, no cesan
de recordar a los filósofos burgueses la undécima tesis de Marx sobre
Feuerbach: “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos
modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”.
Resulta paradójico pero es así: la izquierda radical se dedica sólo
a interpretar el mundo y no a transformarlo. Y no puede transformarlo
porque carece de poder.
La crisis
de la izquierda radical
En la introducción
de este artículo dije que “por primera vez la izquierda europea se
presenta dividida por un asunto ocurrido en el exterior”. Si se examinan
bien las cosas, todo lo que se refiere a movimientos sociales ocurre
en el exterior de Europa occidental, y desde hace ya mucho tiempo: la
revolución bolchevique, la revolución china, la revolución cubana,
y un largo etcétera de movimientos sociales hasta culminar en
las rebeliones acaecidas en el norte de África. Este es el primer dilema
de la izquierda radical europea: todo ocurre en el exterior. Este dilema
hace que el único quehacer de la izquierda radical europea sea teórico.
Y que las consignas que proclaman sean de naturaleza teórica. Su pensamiento
no está elaborado a partir de la experiencia práctica propia, puesto
que carece de ella. No vive las grandes rebeliones que se han sucedido
en el norte de África, puesto que no está allí; así que sólo la
percibe. De ahí que reduzca su actividad a proclamar consignas como
“No a la guerra”. Una consigna puramente testimonial y puramente
conceptual. La izquierda radical no comprende, no ve, que sin poder
no se puede transformar el mundo. No quiere ver que sin representación
parlamentaria no es nada. Cuando el pueblo que se ha sublevado contra
Gadafi busca fuera de su país ayuda, ¿hacia dónde mira? No puede
mirar hacia la izquierda radical, puesto que a nivel político carece
de poder y lo único que puede proporcionarle son conceptos. Pero contra
un sanguinario dictador como Gadafi no se puede luchar con conceptos,
se necesitan armamentos, se necesita la guerra y el arte de la guerra.
Y esto sólo puede proporcionarlo las fuerzas que tienen poder: la OTAN
y EEUU. Así que cuando la izquierda radical mira hacia fuera, hacia
los movimientos sociales que se suceden en el norte de África, sólo
percibe su debilidad e impotencia aunque cree estar percibiendo la debilidad
ajena. Se presenta en el mundo como lo que es: no como una realidad
sino como un espectro.
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En Las Palmas de Gran Canaria