El embajador

No resulta repetido que un embajador renuncie a su compromiso, salvo que sea por estar en palpable contradicción con la política exterior e incluso con la interna de su país. Se sabe de muchos embajadores escuálidos que por ejemplo no tuvieron la monta de renunciar en su momento a muy importantes embajadas venezolanas a sus cargos, y optaron mejor por la cómoda situación de seguir mamando pero al mismo tiempo cometer la indignidad de conjurarse contra su propio país, amén de esperar por las resultas gananciosas de aquel bien planificado 11 de abril. Pero que un embajador renuncie, porque resulte empatucado dentro de un histórico y cíclico (dentro del capitalismo) escándalo de corrupción, resulta muy raro, por no ir más allá.  

Es por cierto el caso del último embajador de Colombia en nuestro país, quien rebotó embrollado en el mayor concierto de pus de los últimos 25 años en el hermano país neogranadino que, desgraciadamente (y esto de verdad lo gimo), tiene muchas décadas viviendo de batahola en batahola…

Resulta que el último gran éxito, dentro del Hit Parade de la corrupción en Colombia, es el denominado caso Nule, el cual no creo que tampoco sea capaz de quitarle gloria al de las computadoras de Raúl Reyes y sus múltiples implicaciones domésticas e internacionales, fragua, cálculo misérrimo de un delincuente de cuidado, como Álvaro Uribe, y que la Corte Suprema de Justicia así lo declarara recién en lenguaje judicial posiblemente eufemístico: “que los archivos del computador del comandante guerrillero, dado de baja en un campamento en la zona de Angostura, Ecuador, en marzo del 2008, fueron recolectados por militares que no tenían funciones de policía judicial”.

Y ojalá que esta decisión no vaya a resultar una de esas que sólo pretenden demostrar una presunta separación de poderes (recordemos que Colombia según es el “país de las leyes”) para luego ser dejada sin efecto por un acto de revocatoria por “contrario imperio”…

El embajador era acusado de que, por su intermedio, la contralora Sandra Morelli le solicitaba “dádivas” a los Nule… quienes se encuentran presos por ser acusados de peculado por apropiación, concierto para delinquir, falsedad de documento privado, cohecho y fraude procesal. ¡Una pelusa!

¿Pero en qué consiste el escándalo Nule?

Los Nule son tres jóvenes parientes costeños colombianos -dos hermanos, y un primo- que por esas particulares realidades abonadas con químicos liberales en un determinado labrantío capitalista, amasaron, como por arte de magia, y en relativo corto tiempo, una fortuna tan fuerte como el hierro… Vale decir, dura, pero a la larga quebradiza.

Los dueños, de lo que luego se denominaría el sonado Grupo Nule, esculpieron una civilización empresarial que a muchos dejó boquiabiertos: más de 35 empresas en sectores como energía, construcción y agua, llegando a formar parte de más de 86 asociaciones o consorcios con miras a participar en licitaciones públicas varias en Colombia. Sus inversiones viajaron incluso allende sus fronteras, ejecutando proyectos en América Latina y hasta en España, y, buscando recursos, no dejaron de tocar las puertas en Dubai y en China. Llegaron a facturar, en su apogeo, más de 200 millones de dólares al año, diciéndose que su capacidad de empleo -directo e indirecto- rondaba los 15.000 trabajadores. Se habían convertido, pues, en los Ladies Gaga de la contratación pública en Colombia.

Y yéndoles tan bien en su ascenso, comenzaron entonces a darse la gran vida como los buenos yuppies venezolanos de los 80 en eso de valorar desproporcionadamente los bienes materiales y a ser arrogantes; a comprarse yets para viajar con sus panas dentro y fuera del país y a gastar “generosamente” en sus invitados, lanzando plata sin mesura lo que, aunado a fallos generalizados en la administración de ese patrimonio, los llevó a la chirona: pues, comenzaron los incumplimientos de pagos de sumas astronómicas, retrasos en la ejecución de obras, solicitud de devolución de anticipos considerables, embargos por deudas de impuestos, captación masiva de dinero a guisa de pirámide, lo que a la postre degeneró en este inmenso escándalo corporativo que se estima en una pérdida, con un rango entre los 500.000 y 800.000 millones de pesos.

Pero lo cierto es que esta saga del grupo Nule habla muy bien de la corrupción enseñoreada en Colombia, y, más concretamente en el Estado, por cuanto ¿cómo se explicaría que un grupo con tantos líos financieros, y debiéndole tanta plata incluso, podía contratar tan expeditamente con él?

¿Cómo se llama eso?

Pues sí, sencillito.

Lo que sí me atrevo afirmar es que los que seguro quedarán guindando en todo esto serán a la larga los trabajadores, que todo lo dan y muy poco reciben en este capitalismo tan irreprochable.

Siempre es bueno reflexionar dentro de la Revolución sobre los métodos de poder detectar -a tiempo- cuándo alguien, que luego pudiera convertirse en “grupo”, comience a gozar de favoritismo dentro de las contrataciones públicas que lo conduzcan a una acumulación desproporcionada y sospechosa de capital, a fin de poner coto oportuno e impedir así que degenerara en escándalo donde siempre pudieran aparecer comprometidos presuntos chavistas. Es parte de la lucha para evitar que la Revolución pueda desprestigiarse y perder legitimidad. Nuestra Revolución, para que pueda consagrarse como tal, debe tener en primer término un profundo contenido ético y moral que debe ser objeto, por cierto, de un gran compromiso por parte de los verdaderos revolucionarios. Y los que no lo sean, pues a la chirona… No es posible concebir un revolucionario ladrón o incluso marrullero.  canano141@yahoo.com.ar


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Raúl Betancourt López


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