¡Bendita Patria Grande que lo parió dos veces!
Pienso, que no hay mejor manera de tributar admiración a un pueblo, que hacerlo a sus más esclarecidos hijos, helo ahí-en este caso-al Ché.
Se puede dudar sí El Ché era más de barro que de luz, antes de su última mañana, pero la certidumbre de su consistencia revolucionaria está plasmada en la Constitución de Cuba.
Se infiere que todos tenemos una particular escala de objetivos, sí tal escala está estructurada en función de objetivos de orden superior y de naturaleza social y política, transitarla no será tan simple como subir una escalera y flaquear en uno de sus tramos pero, apoyados nomás, y seguir, una vez recuperado el aliento.
En cambio, cuando no dependemos sólo de nuestra propia providencia sino muchas veces de las acechanzas del enemigo, luego, entramos en un campo de extrema complejidad que demanda supremas exigencias de tipo moral, helo al Ché.
El 9 de Febrero de 1959, Fidel y su pueblo-un mes después del triunfo de la Revolución, el 31 de Diciembre de 1958-decretaron en la naciente Ley Fundamental de la República de Cuba, la cubanidad por nacimiento, del Ché.
En su Artículo 12 inciso e), se consagra lo siguiente: “Serán también cubanos por nacimiento los extranjeros que hubieren servido a la lucha contra la tiranía derrotada el 31 de Diciembre de 1958, en las filas del Ejército Rebelde, por dos años o más y hubieren ostentado el grado de Comandante durante un año por lo menos, siempre que acrediten esas condiciones en la forma que la ley disponga”.
“La Rosita Báez”- (Biblioteca Nacional de Cuba y La revista La Polilla Cubana)-me suministró la información antes citada. Vaya mi gratitud para ella.
Y, por lo visto, nadie más cumplía entonces con tales condiciones sino El Ché, por lo que se infiere que el referido decreto constitucional fue redactado expresamente para él.
La identidad íntima -valga decir también-es la que uno lleva por dentro y no la exhibe; es un sentimiento complejo. Cualquiera puede identificarse con una entidad, por ejemplo, con la patria. Tú te identificas o no te identificas con la patria, eres patriota o apátrida.
En tanto que patriota, debes contar con que en el camino las cosas se transforman. Yo puedo identificarme con mi patria y sí ésta cambia de alguna manera, como consecuencia de la evolución, mi identidad se diluye a menos que yo la recomponga. Así que la identidad es un fenómeno dinámico que se ajusta a un marco de transformaciones.
Su ejemplo se inscribe en una dimensión estelar a la que inclusive sólo intentar llegar demanda el más creciente e infatigable esfuerzo físico y moral. Ser un revolucionario es una aspiración extraordinaria y un deber pero, alcanzar ser prototipo de un revolucionario, es algo demasiado serio.
Fidel, que pareciera no dejar cabo suelto al respecto, dijo que El Ché es el prototipo de Revolucionario Integral. Y, Fidel es un Taco, y Cuba-que a su vez forjó a Fidel-así lo determinó.
No se debe dudar del dictamen de un pueblo heroico y Cuba lo es. En el concierto de los pueblos del mundo, Cuba ocupa una dimensión estelar y el Ché es parte de esa gesta.
Cuba es un pueblo limpio desde que
los gusanos se fueron a Mayami.
La basura de Venezuela también se fue a Mayami-burros con burros se rascan-de tal manera que al paso que anda, Mayami es el peor basurero del mundo. La basura es destructiva.
La cubanía del Ché es una identidad superlativa, surgió de enormes sacrificios humanos; deificar al Ché sería una estupidez, de lo que se trata es de revelar el lugar que le corresponde en la historia de la humanidad.
Tenemos una deuda de honor con la memoria del Ché, hay que liberar a los Cinco Héroes Cubanos encarcelados en esa democracia morbosa que existe en USA, y hay que demandar por todos los medios, que cese el hostigamiento del bloqueo criminal contra la Isla del Ché.
El imperio norteamericano debe devolver Guantánamo a Cuba y el imperio británico debe entregar Las Malvinas a Argentina. La integración del Sur- encarnada en la naciente UNASUR- debe rendirle tributo al Ché, potenciando en conjunto ambos reclamos.
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