Ollanta Humala Fraude

Esto de la honradez de los procesos electorales. Esto de la irreprochabilidad de las elecciones presidenciales en democracias burguesas, no resulta sino un estupendo cuento de camino. No resulta sino –dicho en términos más caballerosos– meros “vapores de la fantasía”…

Y tanto es así, que las organizaciones internacionales que se dedican a ser aptos mirones de ellas –según dizque para darles legitimidad– siempre la dan dentro de unos parámetros predeterminados, salvo que se decida en Washington no darla porque deba desestabilizarse el país de que se trate debido a alguna de las razones inconfesables (pero predecibles) que siempre abrigan. Predecibles en el sentido de que ocurren en países ricos por sus recursos naturales, en países que albergan mínimo una base militar o que potencialmente, al menos, resulte un país relevante desde el punto de vista geoestratégico. Los ejemplos, en tal sentido, escurren por doquier.

En Venezuela, donde la democracia aún es representativa por la forma que operan los diversos niveles de poder –aunque la Revolución batalla duro para hacerla participativa y protagónica, como lo declara la Constitución– sin embargo se ha venido solidificando un sistema electoral que aspira ser totalmente automatizado, que, aún cuando Washington ha pretendido embochincharlo para sus fines que aquí nada tienen de inconfesables, no lo ha logrado debido a lo particularmente irreprochable, operativa y tecnológicamente hablando, de dicho sistema electoral, siempre perfectible, por supuesto. Y esto, visto así, juega para unos y otros salvo que los escualidines lo pretendan desacreditar por cuenta de los yanquis, para el caso seguro de que sepan –como siempre lo saben– que van a perder.

En la cuarta operaba por ejemplo aquí lo del “acta mata voto”, que no era más que un bufo viaje electoral sin retorno: los votos, una vez contados se destruían, por lo que sólo valía el acta de escrutinios muchas veces sujeta a ramplonas manipulaciones. Y por otra parte, nunca había material, por lo que las cédulas deslaminadas de los pobres –cuando las tenían– nunca se podían laminar para que pudieran votar. Y era por ello que nunca votaban, lo que resultaba fraudulento además de que los muertos resucitaban, muy de cuando en cuando, sólo para votar…

Y en otros países, donde Estados Unidos tiene sus garras clavadas en sus respectivos tragaderos, ocurren fenómenos hasta risibles, tal el caso por ejemplo de un burro o una burra que se comiera los formularios de inscripción de cédulas, como acaeciera recientemente en el colombiano pueblo de Pampanillo. Y menos mal que el burro o burra (pero parece que fue burro) se había comido las copias y no los originales. ¡Albricias! Pero es claro que el sistema de seguridad, que allá opera, no es otro que el de la buena suerte… Aquí entre nosotros menos mal que los burros y las burras no comen computadoras ni softwares.

Lo cierto es que Ollanta viene humalando (o si se prefiere, Humala viene ollantando) una serie de asomos preocupantes, por supuesto para toda América Latina también, que pudieran conducir a la forja de un fraude electoral no obstante el aval de que Vargas Llosa y Toledo estén tan de rodilla en tierra hoy a favor del candidato que antes habían desconceptuado tan repugnantemente.

Todo debido a que Allan García y la Keiko han estado empeñados en que el candidato de Gana Perú reconozca de antemano el resultado de las elecciones, lo que evidentemente suena a inaceptable imposición machimbérrica. No es descartable, por tanto, que surjan allá algunos o muchos burros (o burras) que se comieran, no sólo los originales, sino hasta las copias de las esperanzas más legítimas del maltrecho pueblo peruano, en estas cruciales elecciones.

Ante lo que se denomina entonces, un empate técnico, es imposible reconocer de antemano el resultado de unas elecciones teniendo sobre todo como contrincantes, por no decir enemigos, a un marrullero como Allan García y a la hija de un chinito desnutrido que no conoce para nada linderos en lo ético-político, ni en nada en esta vida. Además, Perú alberga bases militares gringas empotradas en las suyas, a las que Ollanta pudiera, eventualmente, espantar de ellas.

En todo caso, véanse sólo los sumarios de Estados Unidos, México y Colombia, donde los corruptos, los corruptos, y los paramilitares, son los que orientan la intención de voto de unos electores patéticamente libres… ¿Escaparía Perú a esta condición gobernado por un hombrón de imperceptible condición moral, como Alan García?

Por tanto, lo que presiente Humala no resulta fútil, sino “foochi”.

canano141@yahoo.com.ar


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Raúl Betancourt López


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