Definitivamennte, el cantor es tambien de hueso y carne, de sangre y músculos como cualquier otro ser humano por lo cual, también, el cantor muere. Cuando un político o un fanático o un desquiciado asesina a un cantor está matando la vida pero no al canto. Al cantor de pueblo, Víctor Jara, lo asesinó el bonapartismo político de unos militares encendidos de odio irracional no sólo contra la doctrina de Marx sino, igualmente, contra el arte ideológico que martiriza a torturadores y mercenarios por sus crímenes cometidos. El fanático que asesinó a John Lennon lo que hizo, simplemente, fue quitarle la vida para inmortalizar su canto a la paz. Quien haya asesinado a Facundo Cabral lo que ha hecho es cerrarle sus ojos para siempre dejando vivo todo el contenido poético de sus canciones por la vida y por la paz.
¡Callaron al cantor pero no el canto!… ¡Callaron la vida de un cantor pero no su canto por la vida! Callaron a ese cantor que instante a instante vivió su vida y deja su canto como una luz que ninguna arma de la guerra la puede apagar asesinando al cantor. El mundo de las artes y hasta el mundo de la política se consternaron con el vil asesinato del cantor Facundo Cabral. Letras de luto expresaron sus sentimientos. Indignación hubo en millones y millones de corazones. No hubo ojos humanos que se cerraran para ser indiferentes y no condenar el crimen con miradas al cielo ni tampoco hubo oídos que dejaran de escuchar la voz del cantor asesinado para recordarlo. Los asesinos de cantores, sencillamente, no son humanos sino monstruos irracionales de una laguna negra que no recibe ni del sol ni de la luna ningún rayo de luz para que brillen sus espíritus malignos. Sólo las manos viles demonios inspirados siempre en el exclusivo beneficio del individualismo son capaces de asesinar al cantor que le canta a los favores del colectivismo social para que todas las auroras sean de paz.
No se puede matar al que hace de la vida un canto por la vida y, menos, para el que hace de la vida un canto por la paz. Todo cantor por la vida y por la paz es de aquí y es de allá. No tiene frontera por la universalidad de su canto. Todos los cantores, por ejemplo, se mezclan en sus cantos, en sus sentimientos expresados a través de la música. Son como los espíritus sueltos en el alma de cada cantor haciendo todos el mismo camino por la paz. Cuando un cantor quiere unir el cielo con la tierra, hacer piruetas con el sol y las estrellas, elevar un papagayo para hacerle llegar un mensaje de amor a la luna, juntar la llanura con la cordillera, reunir a las personas sin distingos en una plaza pública para que griten en un solo coro su deseo por la paz le están diciendo ¡no! a la guerra, a la violencia. Es como un cambiar la muerte por la vida, el odio por el amor, la guerra por la paz, la tristeza por la alegría, el egoísmo por la solidaridad. Asi eran los cantos de Jara, de Lennon, de Cabral y de todos los cantores (vivos o muertos) que cantan su amor… amor de paz y no de guerra… de libertad y no de opresión…
Facundo Cabral no sólo fue un cantor sino, igualmente, un gran poeta de la palabra. El sabía que en los inicios del género humano, como lo canta el jilguero de América Jorge Oñate, no había odio, mentira, ni engaño ni mal. Se podía como amigo y hermano vivir y se daban la mano mostrando amistad. Así eran los seres humanos de ese tiempo. Pero también, el cantor Facundo Cabral sabía que desde un tiempo hasta el momento en que le mataron o asesinaron, el mundo sigue siendo dominado por los poderosos amos del mercado y, tal vez, por ello su canto retaba el peligro, ese peligro que descrito por William Ospina, puede parafrasearse diciendo: cuando digas que tienes sed, sabes que pueden darte un vaso con tu propia sangre; cuando digas que tienes hambre, sabes que pueden servirte tus dedos cortados; cuando digas que tienes sueño, sabes que pueden coserte con hilos tus párpados; cuando digas que amas a alguien, sabes que pueden traerte su corazón putrefacto; cuando digas que quieres al mundo, sabes que pueden multiplicar los incendios; cuando digas que está bello el rocío que dulcemente cubre los campos, sabes que pueden en cada gota celeste inocular la pestilencia; y si dices que andas buscando a Dios, sabes que pueden llenarte de brasas la boca. ¡Los cantores son como los vientos que desafían la entraña de los malvados para que no corten las raíces del bosque y no dejen sin sombra a la madre Tierra! Juntos, Silvio Rodríguez y Facundo Cabral, dijeron que todas las cosas bellas comienzan cantando y cantado es como se llega a la Pradera donde las rosas hablan con las estrellas y los delfines cuentan luceros como si fueran golosinas de un planeta para las letras inmortales.
Facundo Cabral fue no sólo un cantor sino, además, compositor lo que lo hacía cantautor pero, igualmente, fue un filósofo idealista de la vida que a sus canciones le inyectó conceptos de la sociología. Por eso, en sus composiciones o letras el hombre y la mujer eran el centro de sus temáticas donde sólo Dios era la maravilla que estaba por encima de ellos y de todas las cosas de este mundo. Quizás, entre todos los cantores (ya muertos) quien mejor expresaba la creencia en la anarquía necesaria para los artistas, así lo creo otorgándole en ese particular la razón a Lunacharski, fue Facundo Cabral. Por eso, sus últimos años fueron, casi en lo absoluto, un rechazo a la política bajo una creencia filosófica-religiosa que hace recordar la supremacía de los conventos y templos sobre las aulas del saber científico. Pareciera, y esto es una creencia muy particular que no me atrevo asegurar sea realmente irrefutable, que la mayoría de los cantores, cada quien a su manera, como Quijote en las primeras letras de Cervantes: asumen un extraño idealismo que personalmente los aleja de muchas de las realidades que en sus canciones ocupan un lugar relevante en sus contenidos. Y ese extraño idealismo, como si reconociera la dialéctica de la vida, hizo que en los dos últimos años de su existencia el gran cantor Facundo Cabral anduviera por el mundo despidiéndose de su audiencia presintiendo, alegaba que por razones de edad y salud desconociendo totalmente el cómo sería la verdadera realidad de su muerte, su final que su asesino hizo triste para el mundo justo el día en que se celebra, en su Argentina natal, la magna fecha de su Independencia: 9 de julio.
Tal vez, ahora, Alfonsina, la del mar, nade contra la corriente y llegue a un río donde, buscando entre recuerdos, encuentre alguna guitarra mojada tarareando las cancionnes del gran cantor Facundo Cabral para que sus huellas anden sin soledad en las caracolas marinas como canto de viento y de sal por caminos de algas y coral y durmiedo en paz los habitantes del agua también canten su canto para que los dolores de su voz sean las libertades que conquisten los pueblos explotados y oprimidos. Y, quién sabe, si el autor que le mató la vida al cantor Facundo Cabral, arrepentido por haberse equivocado de objetivo, dedique el resto de su existencia a permanecer solo con su pena y su dolor en silencio viviendo la angustia que Dios, a solicitud del mismo Facundo, podría perdonarle pero los poetas y cantores nunca entederán que alguna razón de la vida lo exculpe de su crimen.
No lo sé, pero pudiera, como un homenaje al cantor injustamente asesinado, recordarse todo el contenido de esa célebre canción compuesta por Horacio Guarany y cantada por varias voces que la inmortalizaron como una de las obras más hermosas del arte totalmente ideológico, como lo es la música. Me refiero “Si se calla el cantor” entonada por todos esos cantores y cantoras en la Pradera recibiendo el alma de Facundo Cabral mientras Atahualpa Yupanqui termina de engrasar los ejes de su carreta: “Si se calla el cantor, calla la vida porque la vida misma es un canto. Si se calla el cantor, muere de espanto la esperanza, la luz, y la alegría. Si se muere el cantor, se quedan solos los humildes gorriones de los diarios, los obreros del puerto se persignan, quién habrá de luchar por su salario. Qué será de la vida si el que canta no levanta su voz en la tribuna por el que sufre, por el que llora, por el que no se resigna a andar sin manto. Si se calla el cantor, muere la rosa, de qué sirve la rosa sin el canto. Debe el canto ser luz sobre los campos iluminando siempre a los de abajo. Que no calle el cantor, porque el silencio cobarde apaña la maldad que oprime. Y no saben los cantores de agachadas: no callarán jamás de frente al crimen. ¡Que se levanten todas las banderas cuando el cantor se plante con su grito, que mil guitarras desangren en la noche una inmortal canción al infinito! Si se calla el cantor, calla la vida”.
Lo indica la Historia que las generaciones políticas, siendo aún indispensables y hasta en no pocas veces decisicas en este tiempo, llegará ese momento en que nadie, absolutamente nadie, se recuerde de ellas pero en las artes y, especialmente, en la música no habrá rincón de la Tierra en que el género humano no se recuerde y disfrute de ellas. Por eso, mientras exista la naturaleza humana por ejemplo, no habrá forma posible que en la humanidad los nombres de Quijote y Lennon lleguen a resultar desconocidos en la conciencia de los vivientes mientras que los de Marx y Lenin –por citar sólo dos grandes de la revolución proletaria- no estimularán a nadie para andar averiguando ese pasado en que la violencia era un método de lucha política para resolver las contradicciones antagónicas del motor de la historia: la lucha de clases. De allí, que el progreso científico y del arte sean, en ese tiempo que triunfará sin duda alguna, la prueba más hermosa de que el gran huerto de la libertad y la solidaridad crecerá no sólo demostrando que las semillas germinan sino, igualmente, que los árboles florecen. Entonces, será cuando las artes reflejarán la más elevada vitalidad y la importancia de los nuevos tiempos.