El terrorismo al estilo de un noruego

Por lo menos, solía creerse hasta estos días que el terrorismo no era capaz de cobrar vidas inocentes en Noruega. El régimen político en Noruega es la monarquía constitucional y existe la figura del Primer Ministro, responsable de sus políticas ante el parlamente.  El pueblo noruego, por lo menos su mayoría, ha querido que sea así y no de otra manera. Es una nación, luego de la Segunda Guerra Mundial, donde la violencia interna prácticamente ha sido desconocida. Es ujjn país de mayoría cristiana o católica.

 Noruega se ha visto estremecida, sacudida y enlutada por hechos de terrorismo individual que cobraron un número elevado de víctimas. No es para menos. Un país de unos cinco millones de habitantes y un acto terrorista quite la vida a un centenar de su población, resulta ser un número demasiado elevado. La manifestación de dolor y de solidaridad con las v´ctimas y de condena a la acción terrorista fue, secillamente, impresionante. El Estado noruego teme mucho de la violencia. Tan es así que hace más de setenta años le negó derecho de asilo al camarada Trotsky por temor a represalias de Stalin y de gobiernos imperialistas que odiaban al gran connductor revolucionario y creador en un año del Ejército Rojo. Sin embargo, el Estado noruego jura y perjura que es un defensor del derecho de asilo. Pero bueno, estamos en el año 2011 y no en la primera mitad del siglo XX. ¿Para qué recordar ese injusto episodio del gobierno noruego de ese tiempo pasado y, especialmente, cuando los funcionarios de Estado de aquel entonces yacen, al igual que el camarada Trotsky, bajo tierra?

 El mundo entero no escapa, en este tiempo, a ninguna forma de terrorismo. Lo que sí debemos estar seguros es que en las primeras horas, luego del atentado terrorista en Noruega, la mayoría de los policías del mundo, por lo menos, creyeron que la autoría correspondía a un degenerado islámico fundamentalista o un frustrado comunista cobrando venganza por la impotencia de lograr objetivos políticos por vías pacíficas. Tal vez, no faltó quien pensó que era una venganza porque a Osama Bin Laden no le otorgaron un Premio Nobel de la Paz por el derribo de las torres gemelas en New York. Sépase, que entre otras cosas, fue el Estado estadounidense un gran inversor para promover el fundamentalismo islámico con la finalidad de evitar que las ideas revolucionarias, que cuestionan de raíz al capitalismo y pregonan el socialismo, cobraran fuerza inusitada en el Africa y en el suroeste de Asia. Eso no es mentira. ¿Qué explique la CIA y el Pentágono de dónde salió Osama Bin Laden y otras tendencias terroristas del mundo islámico?

 Todas esas “teorías” de que los islámicos y los comunistas son los únicos amantes de realizar terrorismo para destruir las democracias capitalistas, aterrorizar a sociedades civilizadas o matar personas inocentes, con el atentado terrorista en Noruega, perdieron para siempre todos los argumentos que les servían de cimiento. Precisamente, el terrorista noruego no está loco, no es paranoico, no tiene alteraciones en el cerebro sino una gravísima degeneración en su ideología por efecto de una ideología de la degeneración. Si el Presidente Obama pretendió agarrarse y aferrarse del atentado terrorista en Oslo para solicitarle al Estado Noruego enviar mercenarios estadounidenses con armas sofisticadas a las fronteras internas noruegas para luchar contra las locuras “salvajes y criminales” del islamismo y del comunismo, debe buscarse otro argumeto luego de enterarse de la declaración del terrorista noruego. Como les hubiera gustado a los mandatarios imperialistas escuchar que el atentado terrorista en Oslo fue planificado y ordenado desde Teherán.

 ¿Sabemos qué declaró el terrorista noruego?

Esto: que no se arrepiente, que está contento de haber puesto y echo esplotar las bombas y haber matado mucha gente. Tal vez sin decirlo, se está lamentando que la cantidad de muertos no haya sido superior a la producida. Y vino su argumento esencial que, quizás, haya hecho estallar tímpanos de oídos en unos cuantos policías que juran y perjuran que ninguna persona cuerda (que no sea ni islámica ni comunista) sería capaz de realizar un acto terrorista. Bueno, el terrorista noruego alegó que su acto fue -nada más y nada menos- que en defensa de Noruega contra el marxismo cultural y contra la presencia de islámicos en territorio noruego. Eso, en otros términos es: nazismo ideológico puro.

La xenofobia y el racismo no sólo alimentan un espíritu de criminalidad contra identidades nacionales, el color de la piel y creencias religiosas sino, igualmente, contra ideologías de clase social. El terrorista noruego confesó ser un cristiano que, al mismo tiempo, profesa la francmasonería. Es algo así como en la política quien mezcla escepticismo, empirismo y eclecticismo para justificarse ser desdeñoso hacia aquellas teorías que no comparte, ser irrespetuoso hacia tradiciones organizativas de masas, andar inquieto creyendo en una absoluta independencia individual para aborrecer verdades y amar mentiras, despreciar la vida de los demás pensando que él es quien tiene el único derecho a que su alma vaya a vivir definitivamente al lado del Dios de su creencia religiosa, simbolizar el nerviosismo ultrajando la coherencia, estar pronto dispuesto a saltar de una convicción a otra, carecer de entendimiento hacia las posiciones políticas o ideológicas de otros, ser hostil hacia quienes no congenian con su concepción de vida, y rechazar la disciplina política que no se fundamente en el estricto carácter del personalismo o de secta reducida a los instintos de la venganza incontrolable. Por eso, ese género de personas, recurren al terrorismo y hacen de sus escasos y falsos argumentos  los principios sagrados de sus “verdades” eternas.

Que se sepa, el cristianismo no se matrimonia ideológicamente con la francmasonería por lo que ésta, según la teología, contiene de liberal y por lo que contiene de burguesa no es congeniable con el marxismo. Pero eso no significa, jamás, un argumento para justificar un acto terrorista de un cristiano o de un marxista  argumentando supremacía de una ideología sobre otras, pero tampoco lo justifica –como el cometido en Oslo- en alguien alegando la divinidad superior del cristianismo y la francmasonería por encima de razas, otras religiones y la doctrina marxista. ¿Hasta dónde, en crueldades, irá a llevar este mundo el imperialismo capitalista con la creación de niveles insoportables de miseria y dolor para los muchos y riqueza y privilegio para los pocos? ¿Cuántas mentes corren el riesgo inmediato de degeneración ideológica y política para estimularse la venganza personal como fruto del irracional odio individual?

Lo que ha sucedido en Noruega y que todo ser humano que respete al género humano debe condenar es un doloroso y triste episodio que debe llamar mucho a la reflexión y, especialmente, a los gobernantes de Europa, y al proletariado de las naciones imperialistas, porque es en ese continente y en Estados Unidos donde brotan, con mayor énfasis esas tendencias xenofóbicas y racistas que jamás pondrán los sueños del colectivismo social por encima de la satisfacción morbosa y maligna de un individualismo o máximo de pandillas que pretenden gobernar el mundo sometido bajo las suelas de sus zapatos.  Eso es el nazismo.

Ahora, el mundo debe tener igualmente claridad que el imperialismo capitalista cuando se vea que la soga le apriete demasiado el cuello y no le permita respirar, recurrirá al neonazismo como última alternativa política de gobernar. Si eso quiere evitarse es necesario que el proletariado sin fronteras y sus vanguardias políticas echen manos a la obra y se decidan por la revolución socialista como el único régimen económicosocial que pondrá fin a todos los rasgos de violencia social y a todos los designios supremos de la esclavitud social.

El imperialismo, como cualquier imperio que pretende dominar el mundo para expoliarlo y desangrarlo, crea sus propios monstruos que no puede controlar. ¡He allí el terrorismo! El terrorista noruego cometió un crimen tan monstruoso que su propio padre dijo que ha debido suicidarse para responder por su ignominioso acto.



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Freddy Yépez


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