“Gadfhafi no es el objetivo. La guerra no la individualizamos. Actuamos por defender a los civiles, pero Gadfhafi debe rendirse incondicionalmente y aceptar la victoria de los rebeldes”. Así hablan los malditos de la OTAN, aunque bajo sus pies y su responsabilidad sean miles de miles los muertos más por los bombardeos que por los combates callejeros.
Los Estados imperialistas salen victoriosos destruyendo a naciones que son objetivo de su expansionismo, reparto y saqueo de riqueza. Luego, son victoriosos en la reconstrucción de lo destruido, porque ellos deciden cuánto capital debe invertirse, de dónde sale el dinero, quiénes son los monopolios que harán la reconstrucción y, cómo, cuándo y dónde. El negocio económico es doble, triple y más a favor de los imperialistas.
No hay que asombrarse. En toda guerra se enfrentan una parte del pueblo con la otra, una minoría contra una mayoría o, en algunos casos, porcentajes similares que tiende a caracterizar un equilibrio de la ofensiva entre los bandos en conflicto. No existe en el mundo actual un ejército que esté conformado su soldadesca sólo por hijos de la clase dominante. Los soldados son, más bien, provenientes de las clases o sectores explotados y oprimidos por el régimen político existente en la mayoría de las naciones del planeta. Y esos soldados son los que disparan a su propio pueblo cuando éste intenta derrocar un gobierno que no se corresponde con los verdaderos intereses de la nación.
No defendemos a Gadhafi en particular sino el derecho del pueblo libio a decidir su destino sin la injerencia –mucho menos militar- de la OTAN o de las naciones imperialistas. El lujo que derrochaba la familia de Gadhafi es totalmente contrario a la de un gobierno que hable y tenga un programa socialista. El lujo y el derroche no deterioran en sus comienzos la imagen de un líder pero con el tiempo los ojos de un pueblo ven mucho más claro que los de su propio líder. Es allí cuando el deterioro del líder avanza de manera vertiginosa y sucede lo que ha sucedido en Libia. La burocracia y los privilegios de que disfrute una casta social enquistada en un Estado le ponen una soga al cuello a un proceso revolucionario y cada día que pase, si no se le combate con efectividad, le coarta la respiración hasta que lo asfixia. Ciertamente, aunque no nos agrade reconocerlo, el gobierno de Gadhafi es –en parte- culpable de la crisis y de la violencia que lo puso en jaque mate. Sin duda, igualmente debe reconocerse, que sin el intervencionismo militar de la OTAN, los rebeldes no habrían llegado hasta donde han llegado ni lograr lo que han logrado. Los más de veinte –hasta hace pocos días pasados- mil muertos son en mayor porcentaje un producto de los bombardeos indiscrimiados y planificados por la OTAN para derrocar a Gadhafi. Si creen, que en el futuro, no pagarán caro su maligna conducta de intervencionismo militar en los asuntos internos de Libia, están equivocados y les dolerá en el alma de imperialistas. Hasta el Tribunal de La Haya tendrá que sentarse en el banquillo de los acusados para pagar por las atrocidades jurídicas que ha cometido con su exculpación o silencio para proteger criminales de lesa humanidad, como han sido los gobernantes imperialistas.
No se requiere haber ido a una escuela de formación militar o de haber participado en alguna guerra para conocer o darse cuenta del desorden o la anarquía con que los rebeldes han tenido participación en la violencia para derrocar a Gadhafi. Con mirar es suficiennte, es decir, por pura percepción de la vista. Caminan o corren en posición de carne de cañón, disparan al aire y lo hacen sin precisar ningún objetivo, apuntan con sus armas montadas y dedos en los gatillos a sus propios compañeros sin saber el peligro que eso representa, gastan las municiones como si éstas nacen con sólo soplar arena en un desierto, no portan ningún género de morral donde carguen sus cosas elementales para participar en combates y parece que no tienen ninguna necesidad de alimentarse o de calmarse la sed, aunque de venganza sí la tienen y bien alimentada por la influencia de los imperialistas que ya está dando resultados monstruosos. ¡Extraña manera de hacer una guerra, que sabría explicarla muy bien la OTAN! Con ese cuento quieren demostrar al mundo que son los rebeldes inderrotables. Lo que no muestran los medios de comunicación del imperialismo es que la OTAN bombardea y arrasa y luego entran los mercenarios –bien adiestrados y equipados- para hacer de las suyas, de manera que el mundo crea que son los rebeldes libios los que conquistan los objetivos con sus tácticas militares desordenadas e incoherentes.
La propaganda imperialista sabe dirigir sus baterías y ganar admiración hacia los rebeldes. Inexplicable pero cierto y muy lamentable es el caso de Hezbollah, una organización tenida por los imperialistas como terrorista y que han tratado de acabarla por la fuerza de las armas. Hezbollah siempre ha levantado bandera contra el intervencionismo militar –por lo menos- el imperialista y el israelita en los asuntos internos de las naciones árabes. En relación con Libia produjo una declaración infeliz y profundamente cómplice de la OTAN. Dijo que se solidarizaba con los rebeldes que han tenido como objetivo el derrocamiento de Gadhafi pero nada, absolutamente nada, dijo ni condenó la intervención militar de la OTAN en Libia. Y eso refleja, en cierto modo, como si el Estado israelita tuviera razón cuando ataca o invade el Libano para combatir al propio Hezbollah. ¿Qué diría esta organización si algún movimiento político árabe condena a Hezbollah y apoya a los rebeldes que busquen destruirle pero nada diga contra la intervención militar israelita o de la OTAN si se produjeran contra esa organización político-religiosa apoyando a los rebeldes que le combaten para aniquilarla?
Se puede –desde fuera o desde dentro- estar en contra de un determinado gobierno; se puede estar contra el gobierno de Gadhafi; se puede estar de acuerdo o solidarizarse con los rebeldes que luchan contra Gadhafi pero jamás ninguna fuerza antiimperialista o revolucionaria podría estar de acuerdo con la participación o intervención militar de los imperialistas en Libia para derrocar a Gadhafi, porque eso debe ser –en primer lugar- potestad del pueblo libio; -en segundo lugar- de los pueblos árabes-; -en tercer lugar- de los pueblos islámicos; y –en cuarto lugar- de los pueblos del mundo pero no –hay que repetirlo- de los Estados imperialistas. Precisamente la consigna correcta en este tiempo es: ante la intervención imperialista en los asuntos internos de otras naciones, hay que hacer valer la intervención del principio de la solidaridad internacional revolucionaria para derrotar al imperialismo. Luego, que sea el propio pueblo –en este caso libio- quien decida su destino sin injerencia imperialista en sus asuntos internos. Hay casos, para un movimiento que se catalogue como revolucionario, en que lo correcto políticamente no estando de acuerdo con un determinado gobierno tampoco lo esté con la fuerza que lucha por derrocarlo debido a la crueldad de sus métodos de lucha política y su pretensión de objetivos para gobernar. ¿Acaso los rebeldes (que han criticado a Gadhafi por cometer masacres) no están haciendo lo mismo como venganza sin respeto alguno a las normas del derecho internacional? ¿Acaso las terribles masacres cometidas por los rebeldes irrespetando el derecho a la legítima defensa jurídica de las víctimas podrían ser negadas por –incluso- los enemigos de Gadhafi? ¿Por qué Hezbollah apoya a una fuerza rebelde de esa naturaleza? ¿Será que Hezbollah es también partidaria de cometer masacres condenables desde todo punto de vista?
El triste espectáculo que anda dando por los países imperialistas y también por otras naciones del mundo el Consejo Nacional de Transición libio es una prueba del abominable servilismo incondicional a los intereses imperialistas. Anda ese CNR, para implorar le devuelvan las reservas libias en bancos extranjeros, comprometiéndose en garantizar el reparto de Libia a los Estados imperialistas. ¿Entienden ahora, los críticos que se oponen a que un Estado sea el propio guardián de sus reservas en oro, el por qué deben estar en la nación que las posea? Lo que anda haciendo el CNR, podemos estar seguro, no salió de una decisión de esa parte de pueblo rebelde que lucha contra Gadhafi bajo la influencia de la OTAN ni de unos cuantos dirigentes libios apígonos del imperialismo. Eso es decisión tomada por los gobiernos imperialistas para que el CNR la cumpla y punto. Además, se debe agregar la siempre triste decisión que toma la Liga de Naciones Arabes que termina cuadrándose políticamente al final con cualquier postor pero nunca hace nada por responder, con efectividad, a las invasiones imperialistas en los países árabes. Los islámicos que han matado a sus hermanos islámicos obedeciendo las órdenes de la OTAN, seguro, tendrán que vérselas con Ala el día del juicio final. Mahoma no los defenderá ante el Dios-único.
Se puede decir, por ahora, que ganó la OTAN, perdió Gadhafi, pero más ha perdido Libia como nación y como pueblo. La mayoría de sus tribus vivirán regidas por los dictámenes de la OTAN y de un gobierno central epígono del imperialismo; sus riquezas serán manejadas y mal distribuidas por pocos gobiernos imperialistas y pasarán décadas odiándose y matándose islámicos libios contra libios islámicos.
Que nos perdone Alá, pero lo realmente correcto políticamente en el caso libio, no estando de acuerdo con el gobierno de Gadhafi, es apoyar a la parte del pueblo libio que lucha por derrotar la intervención militar de la OTAN en Libia. Y que nos vuelva a perdonar Alá pero no hay nada en este planeta más dividido y contradictorio que el mundo islámico. Pareciera que el concepto de la solidaridad revolucionaria para vencer a sus enemigos principales no tiene cabida en la conducta actual de las mayorías de los árabes o islámicos. ¿Qué diría Mahoma, si viviera, de lo que está sucediendo en los pueblos que él formó para aplicar rigurosamente los postulados del Dios-único Alá?